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28/03/2024. 20:08:26

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José Ramón Chaves, coautor de ‘Abogados al borde de un ataque de ética’ (Ed. Aranzadi)

“La conquista de la razón requiere de ese piloto que es el abogado en un mar procesalmente complejo y en el que siempre reina la incertidumbre”

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Los experimentados juristas José Ramón Chaves y Juan Manuel del Valle Pascual acaban de publicar ‘Abogados al borde de un ataque de ética’ (Ed. Aranzadi), una obra que combina Derecho y humor. Este libro, aunque no lo parezca, se combina la maza y la sonrisa. Sí, la sonrisa y hasta la carcajada, que puede dar a más de uno un ataque de risa…, o de ética.

José Ramón Chaves García

‘Abogados al borde de un ataque de ética' (Ed. Aranzadi) es un libro que usted ha escrito con Juan Manuel del Valle Pascual. ¿Se lo han pasado bien al preparar esta obra o han sufrido algún ataque de…?

Hemos disfrutado muchísimo porque estamos en un punto de la experiencia cosechada en que puedes mirar hacia atrás sin ira pero con humor. Tanto Juan Manuel como yo hemos bajado a los infiernos de una experiencia cosechada con la toga, con el informe y con el debate jurídico, pero bajo la luz de la serenidad que ofrecen los treinta años largos de experiencia de Juan Manuel como abogado y los treinta míos cortos, repartidos casi por mitad como letrado y como magistrado.

Nos encontramos ante un libro de humor, que no es lo mismo que para tomárselo a risa.

No puedo menos de recordar aquella frase de Chesterton de que "divertido no es lo contrario de serio, sino lo contrario de aburrido". Y es que la abogacía en cuanto comporta defender derechos ante un poder del Estado es asunto de máxima importancia, pues pone en juego la confianza del ciudadano y la credibilidad del Estado. El problema es que la conquista de la razón requiere de ese piloto que es el abogado en un mar procesalmente complejo y en que siempre reina la incertidumbre.

Se trata de una publicación sin contraindicaciones; incluso se puede recetar en estos tiempos de tumulto para la Justicia, la Abogacía y el Derecho.

 No solo se puede recetar sino que los principios que inspiran el libro, referidos a la valentía y humor para encarar problemas jurídicos, aprendiendo de éxitos y fracasos, deberían ser la vacuna obligatoria contra el desencanto actual de ciudadanos y abogados sobre la Justicia.

 

Dicen que este libro enseñará al novicio la trastienda de la profesión y al veterano le provocarán sana complicidad y sonrisas.

 La sana pretensión del libro, como de los clásicos latinos, es unir lo útil y lo bello. Lo útil para proporcionar claves y herramientas que ayudarán a esa legión de abogados que intentan salir adelante en un mercado complejo y competitivo. Y lo bello para recordar a los veteranos las luces y sombras de la profesión,  y ofrecerles una cosecha de anécdotas y experiencias que posiblemente identificarán como propias, y les harán sonreír como supervivientes de un mundo forense hostil en la tierra firme del bufete consolidado.

288 páginas en las que se incluyen perlas como esta: "Para ser abogado hay que saber muchas cosas que no estaban hasta ahora en los libros, pero están en la vida". ¿Por ejemplo?

 Por ejemplo, la más amarga de las enseñanzas que da la práctica forense: que los pleitos no se ganan teniendo la razón o las leyes de nuestra parte, sino que influyen las frías reglas procesales y la estrategia del contrario, así como el juez que toca en suerte. O sea, que aquello de Inhering de la lucha por el Derecho se convierte en manos del abogado en la lucha por la justicia del caso que tiene encomendado. Y  toda lucha requiere esfuerzo, ingenio y habilidad. Aunque a veces tenga que descubrir con desazón, como la Armada invencible de Felipe II, que lucha contra  elementos que no controla, y entonces intuye la razón de que la alegoría de la Justicia lleve los ojos vendados. Pero la mayor parte de las veces descubrirá que cada caso tiene su historia y la belleza de una profesión tan dura como adictiva.

También se incluye en sus páginas que "aquí está la segunda profesión más vieja del mundo al desnudo". ¿Cómo le sientan los años?

Si se me permite la chanza, la profesión más vieja del mundo sería la de corrupto, puesto que la serpiente no vacila en sobornar a Adán con la manzana para desobedecer los mandatos del paraíso, y la segunda sería la del abogado, ya que es fácil comprender que una medida tan grave como la expulsión del paraíso requería un buen abogado, máxime cuando no había apelación posible. Respecto a cómo le sientan los años a la abogacía, basta señalar que ha envejecido como los buenos vinos, ya que ha cumplido un papel crucial en el Estado del bienestar, en ofrecer servicio para garantizar los derechos ciudadanos en un mundo complejo, y además se ha adaptado a los signos de los tiempos. Primero, poniéndose el ropaje de la liberalización, en cuanto desmantelamiento de controles corporativos colegiales (publicidad, honorarios, elección de abogado, etc.). Y segundo, adaptándose eficazmente a las nuevas tecnologías de tratamiento de información y elaboración de escritos procesales.

Por cierto (y por último): ¿saben perder los abogados?

Suele decirse irónicamente algo tan simple como falso de que "un pleito ganado se debe al abogado, y un pleito perdido se debe al juez que nos ha vendido". Lo cierto es que es humana la desazón y queja interior del abogado ante una derrota, como lo es el sentimiento de un juez ante una sentencia revocada en apelación o casación. Cosa diferente es que hay derrotas que son asumidas con deportividad, cuando viene de la mano de sentencias razonadas y esforzadas y otras con desagrado e impotencia si se debe a sentencias frívolas o incongruentes, que de todo hay en las viñas de la señora Justicia.

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