Lo primero es lo primero y, como no podía ser de otra forma, aprovecho para saludaros a todos tras la vuelta de las vacaciones (quizás ya anticipadas hace días o semanas) con el sincero deseo de que hayáis descansado y estéis con fuerzas suficientes para lidiar con lo que se avecina.
Como todos los años, me gusta comenzar la temporada con alguna reflexión que pueda ayudarnos a enfocar con sosiego, seguridad y solvencia nuestra actividad profesional. Para ello, qué mejor que empezar con algunos conocidos párrafos del cuento de Lewis Carrol "Alicia en el país de las maravillas"
Alicia se encuentra perdida al llegar a la bifurcación de un camino, deteniéndose sin saber qué dirección tomar. Afortunadamente, allí se encontró con un extraño Gato al que se dirigió en los siguientes términos: "Gatito, podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?" El gato respondió: "Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar", "¡No me importa mucho el sitio…!" dijo Alicia. "Entonces, tampoco importa mucho el camino que tomes", dijo el Gato. "…siempre que llegue a alguna parte", agregó Alicia. "Oh, siempre llegarás a alguna parte", afirmó el Gato.
Tomando como referente esta narración, que nos recuerda lo complejo y delicado que es encontrarse perdido y sin rumbo, y tras darle algunas vueltas, he pensado que podríamos incidir en algunos aspectos relacionados con la capacidad de autogestión y liderazgo que todo abogado tiene sobre sí mismo. Con ello me refiero a que todo abogado, sea cual sea su situación profesional (titular o cotitular de su propio despacho, contratado por otro despacho o trabajando como abogado interno en una empresa) tiene la obligación ineludible de tener muy claro su proyecto profesional presente y futuro (que no es el mismo que el de despacho o empresa), pues de lo contrario estaría navegando sin rumbo alguno y, como dice la sentencia de Seneca «Si no sabes hacia donde se dirige tu barco, ningún viento te será favorable».
Para ello, y sin perjuicio de la necesaria reflexión y análisis, podemos realizar un simple ejercicio cuyo fundamento reside en las técnicas de planificación estratégica de la empresa, y que nos ayudará no solo a situarnos, sino a focalizarnos en nuestro proyecto profesional que, insisto, es válido sea cual sea la actividad que desarrolles como abogado.
El ejercicio consiste en que respondas a las preguntas que siguen y, a la vista de las respuestas, tomes el curso de acción que veas más adecuado.
1ª.- ¿Has definido tu visión profesional?
La visión define de forma sucinta (tres o cuatro líneas) donde queremos encontrarnos en el futuro (uno, tres, cinco años…) Se trataría de traducir a la realidad nuestros deseos a través de un verdadero proceso de reflexión honesta que va a desembocar en un proyecto formado por cómo y con quien desarrollaremos nuestra actividad, cuales serán nuestras habilidades, clientes, especialidades, etc. que puede convertirse en realidad. Durante este proceso de creación tendremos que descubrir las razones que nos impulsan a alcanzar dicho objetivo, cómo y cuándo alcanzarlo, de qué medios dispondré, las dificultades a las que me enfrentaré, etc. Para ello, los objetivos que van a conformar esa visión han de entenderse como elementos de un verdadero sueño.
2º.- ¿Has establecido tu misión profesional?
La misión es una declaración formal en la que se recoge nuestro objetivo o propósito último dando respuesta a la pregunta ¿Qué es lo que tenemos que hacer para alcanzar nuestra visión? Es decir, a través de la misión, identificamos, también de forma sucinta (de diez a quince líneas), reflejando de forma general nuestra esencia (quiénes somos), y considerando distintas variables como los servicios que ofrecemos (qué hacemos); las necesidades que se pretenden satisfacer (a quién van destinados nuestros esfuerzos); y las ventajas estratégicas o diferencias con la competencia (nuestro factor diferencial).
3º.- ¿Tienes claro cuáles son tus valores?
La actividad del abogado es una labor esencialmente humana. Por ello, los valores que nos orienten y determinen las pautas de nuestro comportamiento son fundamentales en el devenir de nuestra profesión, razón de más para que los pongamos por escrito.
Respondiendo honestamente a estas tres cuestiones, o sistematizando por escrito tu misión, visión y valores (caso de ser la respuesta favorable), puedes obtener un marco de referencia que contribuirá a tu desarrollo profesional, pues los profesionales que disponen de una declaración explícita de su visión, misión y valores orientan mejor sus acciones y afrontan mejor sus imprevistos, ya que saben perfectamente, quienes son, quienes quieren ser en un futuro y los valores que tienen para poder conseguirlo (después, si quieres ahondar en esta materia, podrás incluso establecer tus objetivos estratégicos, operacionales…, materia que trataremos en otro post).
Una vez dispongas de esta declaración (que puede ocuparte un folio por las dos caras) colócalo en un lugar visible de tu despacho y cada día, cuando comience la jornada, échale un vistazo.
Te lo agradecerás…
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