A la larga lista de enfermedades que la humanidad ha padecido y padece, en el siglo que vivimos debemos añadir otra más: el spam.
El spam o correo basura, es aquel mensaje no solicitado o no deseado, cuyo remitente es desconocido, con un contenido publicitario y enviado en grandes cantidades. A la acción de enviar dichos mensajes se denomina spamming.
También se conoce como spam a los virus sueltos en la red y páginas filtradas (casino, sorteos, premios, viajes y pornografía), que se activan mediante el ingreso a páginas de comunidades o grupos, o acceder a links en diversas páginas.
Pero hoy también nos encontramos con otro tipo de spam: el telefónico. No hace aun ni un año que se publicó la Ley 29/2009, de 30 de diciembre, por la que se modifica el régimen legal de la competencia desleal y de la publicidad para la mejora de la protección de los consumidores y usuarios, y lo único que ha demostrado es que no sirve para mucho. Con dicha Ley se persigue, ente otras cosas, el spam telefónico para evitar el acoso que no pocos sufrimos por la feroz competencia existente entre las diversas compañías. Personalmente, lo que más me molesta de esta guerra entre compañías es que llamen a deshoras, que en muchas ocasiones sea un interlocutor no humano el que te hable y, cuando es humanoide, que lo haga con descortesía. Y cuando digo compañías no me refiero solo a las de telefonía, sino a cualquier ámbito empresarial, pues muchos son los que se han apuntado al carro, si bien la guerra la comenzaron aquellos.
¿Cuántos no hemos recibido publicidad de un número anónimo o de difícil identificación? Pues bien, dicha práctica está expresamente prohibida por el artículo 29 de la Ley. También ocurre que cuando el número es identificable, cuando quieres devolver la llamada resulta que nadie responde. En ambos caso, luchar contra las empresas que lo practican es una guerra perdida.
Dice la Ley que si el consumidor solicita que no le vuelvan a llamar, las empresas publicitarias deben darnos de baja. Pero es un simple dicho, ya que la realidad es que antes de lo que espera te están llamando de nuevo.
La única vía que estimo eficaz es la de denunciar a estas empresas ante la Agencia Española de Protección de Datos, pues es mucho más eficaz además de ser una vía gratuita. Si todos recurriéramos a esta vía, las consecuencias inmediatas serían mucho mayores que la de no contestar al teléfono, que a la postre es lo que hace la gran mayoría, como si el trabajo de los teleoperadores no fuera, entre otros, la de insistir y seguir insistiendo.
La Ley del Spam, otra de muchas que no consiguen lo que se proponen.
