El ocaso de un abogado

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Símbolo de prohibido sobre una persona

Podríamos haberlo titulado “La jubilación de un abogado”. Pero ocaso es un término más preciso.

Abogado tachado

Mala reputación

Llamemos a las cosas por su nombre: Los abogados estamos socialmente mal considerados. No es así en otros países. Pero en España es un hecho. Ello es sin duda el resultado de acumular muchas decisiones erróneas. La ausencia durante años de un proceso de acceso a la abogacía ha sido descabellada. La carrera universitaria, lo que antes era la Licenciatura y ahora es el Grado de Derecho,  es un desatino. La vivencia universitaria de un médico, veterinario, ingeniero, arquitecto, matemático, físico, … está determinada por el aprendizaje. La carrera de Derecho no está destinada a la formación de abogados. Derecho es una carrera definida para la formación, filtro y selección de funcionarios. La inmensa mayoría de los estudiantes de medicina, veterinaria, ingeniería, arquitectura, matemáticas, física, sabe desde el primer día lo que quiere hacer cuando acabe la carrera, tanto si lo logra, como si no. La inmensa mayoría de los estudiantes de Derecho no tienen idea de qué quieren ser, aun en su segundo año universitario. Hay abogados que lo son, que han acabado ejerciendo, sencillamente porque no han recibido una oferta de trabajo, o porque no han conseguido aprobar una oposición a la Administración.

La abogacía – es terrible – ha dejado de ser una vocación y se ha convertido en un medio de vida. Si algún sociólogo hiciera algún día, sendas encuestas al universo de abogados y al universo de médicos, sobre qué satisfacción les produce el ejercicio de su profesión, quiero pensar que el Consejo General de la Abogacía pagaría generosamente para que el resultado de la encuesta no saliera a la luz.

Dignidad en el ocaso de un abogado

A pesar de la mala imagen que tienen los abogados en España, podemos sentirnos muy orgullosos de enfrentarnos a nuestro futuro, a nuestra jubilación, a nuestro ocaso, con dignidad. Hay dos reflexiones que así lo corroboran:

    (1) Alguien se ha dado cuenta las escasísimas firmas de abogados que solicitaron concurso de acreedores en la crisis del periodo  2007-2014? ¿Cuántas veces hemos escuchado en ese periodo la siguiente frase: "a los abogados siempre os va bien, ahora en la crisis hacéis concursos, y cuando la economía va bien también tenéis mucho trabajo".  La frase es tan injusta como incierta. A los abogados nos va mal en la crisis. A los abogados nos va mal si a nuestros clientes les va mal, tanto si nuestra práctica es el civil o el penal o el fiscal, o el concurso de acreedores. En este país cuando un cliente llega a una situación de concurso o incluso preconcurso, en lo último que piensa es en pagar a un abogado. Y de hecho muchos clientes se permiten la ligereza (falta de respeto) de dar por hecho que a los abogados nos pague la Administración del Concurso en tanto la satisfacción de nuestros honorarios dispone de privilegio. La única razón por la que los abogados hemos sobrevivido mejor a la crisis es porque estamos poco endeudados. Hemos sufrido como perros en esta crisis. Pero el escaso endeudamiento nos ha permitido una tasa de supervivencia muy superior a otros colectivos. Estamos infravalorados socialmente si, pero parece que no hacemos todo tan mal.

    (2) En España se lleva mucho tiempo especulando sobre si el sistema de pensiones es, o no, sostenible. Sea cual fuere la respuesta, el sistema de pensiones nos es ajeno a los abogados. Definitivamente, no seremos una carga para España el día en que dejemos de trabajar. Quien se preocupó por ese particular habrá contratado un plan privado de pensiones; y quien no lo haya hecho lo lamentará terriblemente. Alguien podrá decir que tampoco hemos contribuido al sistema de pensiones de España. No es cierto, pero alegar en contra de esa "presunta" afirmación nos alejaría de esta colaboración. En todo caso, no veo al colectivo de abogados cortando la Castellana o acampando en los alrededores del Estadio Santiago Bernabeu.

¿Cómo (cuándo) se jubila un abogado?

A la vista de las dos reflexiones anteriores, especialmente la segunda, no parece el abogado español motivado para jubilarse. Parece razonable pensar que nuestra pensión de jubilación consistiría – idealmente – en un lento y progresivo abandono del ejercicio profesional. Durante ese decaimiento, iríamos reduciendo nuestros costes, nuestras necesidades vitales para hacer coincidir la reducción de ingresos, con un menor coste. Además (a muchos, se supone) siempre nos queda la hipoteca inversa ¿no?

El abogado carece de fecha de caducidad. Es lo que tiene vivir al margen del sistema de pensiones. Pero … ¿cuántos de los cientos de miles de abogados españoles llegan a los 70 años ejerciendo? ¿Y cuántos a los 80? ¿Qué motiva que dejemos de ejercer la abogacía? El dinero no, ya lo hemos visto. Al contrario, si por el dinero fuera, moriríamos con la toga/corbata puesta. ¿Entonces? ¿Cuándo nos jubilamos?

Analicemos opciones

    (1) Cuando una modificación legislativa (o varias) se nos hace insuperable. ¿Qué juventud hace falta para seguir actualizando el elenco de normativa que aplicas diariamente?

    (2) Cuando no hablar un idioma – cada vez más presente – nos impide participar en una transacción

    (3) Cuando la tecnología impuesta por las instituciones (Hacienda, Seguridad Social, Lexnet…) exigen una disposición natural, intuitiva, de la que ya carecemos.

    (4) Cuando una mala experiencia constituye un esfuerzo o un disgusto insalvable.

    (5) Cuando un compañero te propone pagarte 80 euros por una vista.

    (6) Cuando nace una resistencia a aprender algo nuevo.

    (7) Cuando una crisis se lleva buena parte de tu fondo de comercio

    (8) Cuando comienzas a no entender la forma de pensar de tu heredero en la firma.

    (9) Cuando adviertes que algunos clientes comienzan a observar tu edad como una rémora.

Ante todas estas escenas de abogados y muchas más, solo hay dos respuestas: Sigo, o no sigo.

Conclusión

El abogado decide cuándo se va. Aparentemente nadie le obliga a irse. Pero es el entorno, cada vez más exigente, más competitivo, el que un día, para unos antes, para otros más tarde, nos acabará mandando a casa.  Mientras sigamos contestando "Sigo" la cosa va bien. Pero no durará eternamente. En alguna tesitura, las descritas u otras, acabaremos diciendo "No Sigo". No nos apostaremos delante del Ministerio de Economía en el Paseo de la Castellana reclamando una pensión digna, ni nos permitiremos una última grosería con los jueces arrogantes. Nos iremos y otros ocuparán nuestro puesto, ilusionado, con los clientes. ¡¡ A definitivas!!

 

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