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¿Qué es blockchain?

Pablo Artiñano
Técnico de BdE

Libra. 18 de julio de 2019. Facebook, el gigante tecnológico, anuncia el lanzamiento de una criptomoneda para el año 2020. Automáticamente, la noticia genera reacciones encendidas de uno y otro lado. Desde aquellos que ven en ella el estandarte de un proyecto de activo digital centralizado que en nada se parece al fundamento de una criptomoneda, a la respuesta de quienes encuentran en ella el puente entre la aplicación de la tecnología más prometedora desde el nacimiento de Internet y su integración dentro del regulado mundo bancario.

Blockchain

Opiniones de todos los tipos, anatema u objeto de culto, el propósito de artículo es tratar de dar un marco más reposado sobre qué es realmente Libra (sin entrar en sofisticaciones técnicas demasiado rigurosas), a fin de que el lector pueda sacar sus propias conclusiones.

Para ello, vamos a remontarnos al origen del mundo blockchain y, primeramente, trazar una diferencia entre los habitualmente confundidos conceptos de DLT (Distributed Ledger Technology o registros distribuidos), blockchain y Bitcoin.

Por registros distribuidos, nos referimos a aquella base de datos digital, que es mantenida y actualizada por cada miembro de la red en la que se estructura de forma independiente. En otras palabras, es una base de datos cuya copia no es soportada por una autoridad central, sino que su registro se actualiza y verifica por todos los participantes. Y dentro de estos registros distribuidos, el tipo más empleado y conocido (pero no el único), es la cadena de bloques o blockchain, que no es más que un tipo de arquitectura de datos en la que los registros se encadenan en bloques de memoria sucesivos (por ejemplo, 1 MB), bloques que una vez validados – ya veremos cómo – se distribuyen a todos los participantes de la red.

El principal beneficio de los registros distribuidos es que, al no existir una autoridad central, no hay forma tampoco de colapsar la red atacando a dicha autoridad o servidor central. Por otro lado, el principal inconveniente es determinar qué criterios se emplean para incluir registros en la base de datos digital, y cómo se verifican por parte de todos los participantes, de forma que todos tengan la copia actualizada de la base de datos.

Este problema se concreta en la necesidad de encontrar algoritmos de consenso, que permitan a la comunidad ponerse de acuerdo sin necesidad de un tercero. Porque, no nos engañemos, en la mayoría de ocasiones, la autoridad central actúa como fedatario de las transacciones o registros incluidos en la base, determinando qué registros incluir y cuáles no, y cobrándose comisiones por dicho servicio. La pregunta fundamental es, ¿cómo poner de acuerdo a cientos o miles de ordenadores independientes de qué contenido incluir en una base de datos sin que exista un organismo central que lo organice? Pues si se consigue asegurar la fiabilidad de la red de esta manera, se elimina el coste de mantener al tercero como intermediario, y la red puede sostenerse de forma gratuita.

El primer activo digital descentralizado de la historia: Bitcoin.

Este ha sido el gran obstáculo durante muchos años, concretamente, hasta que, en 2008, un tal Satoshi Nakamoto publicaba un misterioso documento en internet llamado Bitcoin: a peer to peer electronic cash system.

Bitcoin, la primera gran aplicación de la tecnología de registros distribuidos bajo estructura de cadena de bloques, es, en palabras del célebre divulgador Andreas Antonopoulos, un conjunto de tecnologías existentes desde los años 70, 80 y 90 y combinadas de una forma única. Por fin, se supera el problema del doble gasto (es decir, ¿qué me impide a mi copiar un registro de mi cuenta bancaria infinitas veces y pagar con el mismo saldo a distintas contrapartes?) mediante la creación de un algoritmo de consenso único.

Bitcoin establece en su código, inmutable, que son válidas sólo las transacciones que cumplan una serie de requisitos lógicos (que el que envía los fondos tenga saldo, que no envíe más Bitcoins que los que efectivamente figuran en su cuenta, entre otros). Pero no discrimina entre quién puede y quién no puede participar en la red, todo el mundo es bienvenido mientras se avenga a las reglas lógicas contenidas en el protocolo. No hay censura, no exige información del participante, nadie te pregunta por tu país de nacimiento, cuenta corriente o antecedentes penales. La libertad máxima, llevada al extremo. El paradigma del anonimato, el capitalismo más radical por encima de fronteras. El que pueda y quiera, que participe. Pero cumple, o si no, estarás fuera.

Esto es importante, porque no todas las redes son abiertas. No siempre puede participar quien quiera, sino que, en ocasiones, la participación está limitada a la decisión de un tercero (por lo que se anula o mitiga el concepto de descentralización), o al menos, son sólo nodos elegidos por la autoridad central, los que pueden verificar transacciones, lo que, de facto, es volver al estadio inicial, pero con un nivel de seguridad mejorado. En este caso, no hay una sino varias copias sincronizadas. Es decir, se evita la posibilidad de colapso de la base de datos atacando a la autoridad central, por la necesidad de atacar simultáneamente a todas ellas. Pero el consenso, sigue en manos de una sola autoridad central.

El corazón de Bitcoin: proof of work.

Volviendo a Bitcoin, vamos a intentar explicar mínimamente en qué consiste el famoso algoritmo de consenso. Y para ello, es necesario adentrarse de una forma más técnica en los fundamentos matemático – lógicos que subyacen al protocolo.

El algoritmo de consenso de Bitcoin, denominado prueba de trabajo o proof of work (PoW), establece que, para que el bloque que incluye las transacciones sea validado, el ordenador que se encargue de ello debe resolver un problema criptográfico en un período de 10 minutos. Y ese problema, que exige la realización de millones de cálculos, supone el uso intensivo de hardware capaz de procesarlos, lo que en última instancia revierte en energía eléctrica consumida.

En caso de que el minero, como se les conoce, incluya transacciones que no son válidas desde el punto de vista lógico ya mencionado, u otro lo haga antes, pierde el dinero invertido en la energía, porque su bloque no es añadido a la cadena. Y en caso de que su bloque sea validado e incluido en la cadena de bloques, es recompensado mediante la recepción de Bitcoins. Así, con estos equilibrios de teoría de juegos, se sostiene el primer ecosistema financiero descentralizado de la historia, sin recurrir a terceros.

Nadie lo dirige, nadie lo puede censurar, no limita su participación a nadie, es totalmente descentralizado. Es un sistema autorregulado. En definitiva, es el primer prototipo viable de criptomoneda. Bitcoin es la tecnología de la desconfianza por excelencia. Presupone que todo participante en la red miente, y para ello, pide evidencias de todo tipo. Necesita verificar que todo se cumple según las reglas del protocolo, y ofrece recompensas para los que se alinean, y castigos para los que intentan transgredir el orden.

Y su nacimiento, pone en jaque al orden financiero mundial, lo amenaza como nadie puede hacer, al cuestionar el monopolio de emisión de dinero de los gobiernos. De hecho, otra característica fundamental del protocolo Bitcoin es que tiene prefijado el número máximo de unidades a emitir, número que es inmutable e inmodificable, de forma que la devaluación indefinida mediante la emisión de dinero permanente (o al menos, a criterio de la autoridad del momento) no es posible, como ocurre con sistemas de oferta monetaria ilimitada.

Y, además, es la antesala del nacimiento de muchísimos proyectos basados en la combinación de estas tecnologías, que propulsan esta industria hasta un hype desorbitado en el año 2018, y que en la actualidad atraviesa un período de maduración. Con numerosos problemas aún por resolver en términos de operabilidad, con una pléyade de escándalos y timos de cualquier magnitud, pero con un abanico de aplicaciones, llega Libra.

Libra. ¿Qué es y cuál es su lugar en el mundo blockchain?

¿Y qué es Libra? Libra es la apuesta de las grandes empresas tecnológicas por meter la cabeza en una industria que, a día 28 de febrero de 2020, está valorada en capitalización bursátil de las criptomonedas, en 247.974 millones de dólares (según números de la web coinmarketcap.com), y que en febrero de 2018 llegó a alcanzar los 800.000 millones de valoración. Se trata del primer proyecto de moneda digital emitido por una empresa privada, cuya estructura se asienta sobre alguna de las características de las criptomonedas, a la vez que presenta otras propias. Esto supone un importante cambio en el paradigma financiero, ya que permite la coexistencia de un triple entorno por primera vez: el de las monedas nacionales respaldadas por los Estados, las criptomonedas en sentido público (con las características de neutralidad, anonimato, resistencia a la censura y apertura plena) y las monedas emitidas por el sector privado, que son respaldadas por la propia corporación o empresa.

El propósito de Libra es, apalancándose en al enorme base de usuarios de Facebook y WhatsApp (alrededor de 2.000 millones de personas a día de hoy), introducir una moneda digital respaldada por divisas internacionales – 50% de dólar americano, 18% Euro, 14% yen japonés, 11% libra esterlina y 7% dólar de Singapur -, depósitos bancarios e instrumentos financieros emitidos por gobiernos y administraciones centrales, y utilizar los intereses generados por los mismos como mecanismo para cubrir los costes del sistema, esto es, financiar las bajas comisiones por la prestación del servicio de intermediación de pagos. Las unidades Libra serían creadas a demanda del público que las emplee, y serían amortizadas cuando fuesen canjeadas o intercambiadas por los activos en los que se respaldan.

Así, al igual que las personas están en contacto permanente mediante el envío de mensajes, Libra busca replicar la estructura en el entorno de los pagos, integrándose en las propias plataformas de Facebook y WhatsApp.

En cuanto a su arquitectura, Libra se estructura mediante un registro distribuido de tipo blockchain. Su algoritmo de consenso limita la validación de las transacciones a los miembros de la Libra Association (entre otros, PayU, Anchorage, Coinbase, Xapo, Andreessen Horowitz, Breakthough Inititatives, Thrive Capital), que son entidades cuya participación está supeditada al cumplimiento de una serie de requisitos. Estas entidades, a las que se exige un capital inicial de Libra, se encargan de determinar qué transacciones son admitidas por la red, por lo que la neutralidad, la resistencia a la censura, el anonimato y la ausencia de requisitos para su participación propio de los sistemas tipo Bitcoin, se eliminan. Se trata de una red de permiso limitado (permissioned blockchain), si bien, desde la organización señalan su objetivo de pasar a una estructura abierta en cinco años.

El Trilema

El recelo de los participantes del mundo financiero estriba en que esto no deja de ser un deseo o promesa que no se sustenta por la inmutabilidad de las reglas contenidas en los protocolos. Y, además, dada la evolución actual de la tecnología, no parece posible que, en cinco años, la red pueda asumir un volumen de transacciones tan alto como necesitaría el tráfico de medios de pago del entorno Facebook y WhatsApp.  Como referencia, Visa actualmente procesa 65.000 transacciones por segundo, mientras que Bitcoin se encuentra en alrededor de 7 tps. Este problema, denominado escalabilidad, forma parte de un Trilema, definido como la imposibilidad de que una criptomoneda sea a la vez segura, descentralizada y escalable. Hay que escoger dos de tres, y parece que Libra ya ha votado por escalabilidad y seguridad. De forma, que la implementación vía descentralización es inviable de momento.

En todo caso, parece claro que el mundo blockchain no puede ofrecer todavía la implantación de un sistema de pagos alternativo a la oferta monetaria nacional o supranacional, ya que la tecnología no es suficientemente madura, ni el público ha adoptado masivamente el uso de protocolos descentralizados. Pero el empuje en términos de investigación, inversión, la altísima competencia por llegar primero a la casilla de salida del despegue aplicado de las criptomonedas a gran escala, está llevando el desarrollo a cotas nunca vistas. Y en este sentido, con todos los peros que Libra atrae, es una nueva solución, más competencia, y en definitiva, otro proyecto que busca encontrar la solución al Santo Grial de la arquitectura tecnológica de los registros distribuidos: la superación del Trilema.

 

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