Pensar supone pararse a pensar. A menudo la precipitación a la que conducen nuestros afanes cotidianos obliga a movernos en la superficialidad, que es un lugar muy concurrido y donde demasiadas cosas se dan por sabidas, sin serlo en realidad. Me malicio que eso es lo que acontece con el vocablo liderazgo, que en pocos años se ha convertido en un mantra o suerte de conjuro mágico, cuya presencia todo lo sana, o cuya carencia todo lo enferma.
Examinemos un par de datos, por si nos ayudan a entender algo obvio, que suele ser lo más difícil de advertir. Si se entra en la página web de la librería Amazon.com y se introduce en el buscador el sustantivo liderazgo, aparecen 252.539 hallazgos. Aunque ese cuarto de millón de libros no se corresponde exactamente con el mismo número de títulos distintos acerca de la materia en cuestión, ajustándolo grosso modo, seguramente se trata de más de doscientos mil interpretaciones y descripciones del liderazgo.
¿Qué significa esa enorme cantidad?
- se ha convertido en un tema de moda
- escribir sobre liderazgo es rentable
- escribir sobre liderazgo está al alcance de cualquiera
- caben muchísimas opiniones
- no se sabe muy bien qué es
- sencillamente interesa; o que es difícil
- se percibe como una carencia
- es algo importante para las empresas, la familia, los deportes y la sociedad en general
Quizá el boom editorial se deba a todas esas razones a la vez, y a otras que se nos escapan.
No hay programa de formación para directivos que se precie que no lo incluya como un elemento esencial, ni departamento de Recursos Humanos que no lo tengan entre sus prioridades. Muchos de los retos a los que se enfrentan las empresas y organizaciones están íntimamente relacionados con el liderazgo. Pero es que va más lejos.
El interés que despierta esa capacidad de atracción, de magnetismo, que incorpora un líder, se nota más allá de las fronteras económicas. Por ejemplo, en las Elecciones Primarias norteamericanas, de las que salen los candidatos a la Presidencia de ese país, según los electores la cualidad rotundamente más importante para elegir a uno u otro/a es la de un liderazgo fuerte y decidido, seguida de valores y honestidad. A cierta distancia, como tercera y cuarta características aparecen inteligencia y experiencia. Probablemente, nunca una cualidad tan difícil de medir cuando se tiene, pero tan fácil de distinguir si se carece de ella, haya jugado un papel tan decisivo en la arena política, y no sólo norteamericana.
Cervantes no menciona
el vocablo liderazgo; sin embargo, nos ha regalado con algunas de las páginas
más divertidas en lengua castellana, que son las que dedica al Bálsamo de Fierabrás, del que Don
Quijote describe a Sancho Panza sus maravillosas capacidades al decir:
-"Es un bálsamo de quien tengo la receta en la memoria, con el cual no hay
que tener temor a la muerte, ni hay pensar morir de ferida alguna. Y ansí,
cuando yo le haga y te le dé, no tienes más que hacer sino que, cuando vieres
que en alguna batalla me han partido por medio del cuerpo (como muchas veces
suele acontecer), bonitamente la parte del cuerpo que hubiere caído en el
suelo, y con mucha sotileza, antes que la sangre se yele, la pondrás sobre la
otra mitad que quedare en la silla, advirtiendo de encajallo igualmente y al
justo; luego me darás a beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho, y
verásme quedar más sano que una manzana.
Y no pareciendo esto bastante, añade el Hidalgo manchego: "…que con aquel remedio podía acometer desde allí adelante sin temor alguno cualesquiera ruinas, batallas y pendencias, por peligrosas que fuesen".
A diferencia de las películas, todo parecido entre el bálsamo y cierto liderazgo no es pura coincidencia.
