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29/03/2024. 06:32:56

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Abogacía, Constitución y Convivencia

Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid

El papel que el Colegio de Abogados de Madrid jugó en aquella etapa constituyente fue determinante.

Hace apenas unas semanas hemos dejado atrás un momento que trasciende, con mucho, el simbolismo que encierra toda efeméride. Los cuarenta años de la Constitución Española nos han devuelto a la memoria el papel tan relevante que jugó la Abogacía durante la Transición y en la elaboración de la Carta Magna. Pero además, desde un ángulo institucional, creo modestamente que hemos sido capaces de, en una fecha tan señalada y esperada por tantas razones, trasladar a la opinión pública mensajes de estabilidad y confianza en los poderes públicos, en nuestras leyes, en los principales actores jurídicos.

Todos debemos mucho a la Constitución. Es la obra que posibilitó la transformación del anterior régimen franquista en un Estado social de Derecho; ha ayudado al desarrollo político y económico de la España democrática; ha servido de paraguas al amparo de los principios y valores que deben regir para el buen funcionamiento de un colectivo organizado; es una conquista y un aval sustantivo a un largo e intrincado camino que tuvimos que hacer con dificultades y sufrimiento; es, en fin, una herramienta de incalculable valor, siempre referencia entre los nada fáciles equilibrios, en ocasiones, entre la libertad y la igualdad, entre la preservación de derechos individuales y el respeto por el interés y el bien común, entre el reconocimiento de los derechos diferenciales y la lealtad al Estado.

La historia de un éxito

Con sus imperfecciones, con su necesidad en algunos aspectos de revisión o actualización, la historia de la Constitución ha sido la de un éxito: el de la convivencia pacífica, el del progreso en todos los órdenes, el de la consolidación del Estado del bienestar, el del imperio de la ley como expresión de la voluntad popular. Por eso no deberíamos perder nunca de vista lo que quienes la alumbraron levantaron en términos de esfuerzo, generosidad, altura de miras, sacrificio a sus propias ideas e intereses particulares: hemos de ver en ella un patrimonio de nuestra libertad, de nuestra concordia.

Aún más: hemos de ser conscientes de lo que significa el orden constitucional, que no es sino solución de amparo, de ejercicio y de reconocimiento de las más nobles y necesarias expresiones de nuestra condición humana y ciudadana. Porque es un hecho que cuando el Estado debe intervenir (para que no se arrollen derechos y no sufran las libertades) pero no lo hace, la sociedad se resiente y se producen lesiones de complicada reparación.

El papel que el Colegio de Abogados de Madrid jugó en aquella etapa constituyente fue determinante, percibiendo los cambios sociales, asumiendo los nuevos tiempos, poniéndose al día por dentro y hacia afuera. Cuarenta años después, y como decano de Madrid, no puedo sino manifestar que el ICAM luchará con todos sus medios por "defender la defensa", bajo toda circunstancia, en los casos más ásperos. Y en ocasiones, sin duda, en la ardua tarea de mostrar sonora y públicamente que el abogado no se identifica con los hechos que se imputan a su cliente y que, cualquiera que sea la gravedad de una acusación, en nuestro sistema constitucional todas las personas tienen derecho a ser defendidas. Esta garantía inapelable es una de las grandezas de nuestra democracia. Trabajemos para preservarla y protegerla.

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