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28/03/2024. 12:00:16

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Arbitristas

Doctor en Economía, Sociólogo, Miembro de Economistas Frente a la Crisis.
Autor del libro: “Ciudadano y Gasto Público” Editorial Aranzadi 5ª edición

José Molina

La Real Academia Española define a los arbitristas como personas que impulsan proyectos disparatados con el objeto de remediar males políticos o económicos. El clubs de los arbitristas se ha ido aumentando al paso de la historia y entre sus miembros hemos tenido de todos los colores y procedencias: ilustrados, afrancesados, liberales, monárquicos, republicanos, fascistas y un largo listado. Los arbitristas de hoy día nos presentan múltiples soluciones que podríamos concentrarlos en dos grupos: unos, quieren secuestrar a España (nación) y los otros quieren secuestrar a los ciudadanos (democracia). Los dos se manifiestan a propósito de la salida de la crisis, para la que hacen propuestas que sociedad civil observa atónita.

Es como una continuación del viejo sistema de vender recetas concluyentes con soluciones adulteradas, cuando, hablando con claridad,  lo que ahora se está jugando en Europa es nuestro futuro. Estamos ante el binomio: democracia-prosperidad. De la forma democrática y de la prosperidad para sus ciudadanos que se defina en la UE, depende que tengamos una Europa más solidaria o una más mercantilista.

Las encuestas lo dicen: hemos perdido la confianza en las instituciones, se valora malamente el sistema democrático actual y el nivel de asociacionismo es bajo, con el agravante de que los efectos de la  crisis económica han acentuado todos los males de la sociedad y hemos olvidado los recuerdos de la lucha por los derechos democráticos. El sistema ideado para una transición política anestesió de tal forma al cuerpo social que, sin memoria, el club de los arbitristas tiene un éxito arrollador.

Estamos olvidando peligrosamente, que la desigualdad social no es una consecuencia de la crisis económica, sino su origen. Así opinan Roubini, Rajan y otros economistas. La desigualdad nos ha debilitado para actuar juntos frente a esta complicada crisis y precisamente esa debilidad de actuar en conjunto es la fortaleza del poder para continuar presionando e ignorando al ciudadano. Los acontecimientos de cada día lo ponen de manifiesto.

Para salir de esta situación no hay atajos. Ni económicos ni intelectuales ni sociales. Las soluciones que aportan las corrientes integracionistas caen en el error de sumar eficiencia e igualdad afirmando que la suma de las dos nos traerá la deseada prosperidad. Y no es así. Nos venden un proyecto de vida que es inaceptable porque, como nos confirma la experiencia, no siempre son caminos convergentes sino que decisiones en uno u otro sentido, desequilibran la balanza. Lo estamos viviendo en la UE, lo hemos vivido en nuestros gobiernos del pasado y lo estamos masticando amargamente con las políticas que nos están aplicando actualmente. De ahí que escuchemos pésimas explicaciones o muchos silencios,  cuando no un mutismo absoluto presidencial de todo y en todo. Y es que no saben salir de la crisis que vivimos.

La ausencia de políticas adecuadas no es un problema nuevo. En Economía nada hay nuevo bajo el sol. Ya lo expuso muy didácticamente el profesor Rodrik en su libro ‘La paradoja de la globalización': o se profundiza la democracia, o se potencia el aparato estado-nación, dejando que los que dominan la economía global dirijan los destinos. No hace mucho frío fuera de Europa, como se ha dicho, lo que pasa es que la UE ha optado por hacer las reformas económicas primero y luego ya vendrá ‘el buen tiempo de la democracia'. Grave error porque estamos limitando las aspiraciones democráticas de los ciudadanos, exigiéndoles demasiados sacrificios y prometiéndoles que nunca más se saneará la economía si no es aplicando este sacrificio colectivo.

Es  momento de  reflexionar sobre las claves de esta economía, el papel de los ciudadanos, las políticas de los gobiernos y el conjunto de la UE, porque pronto (en 2014) nos inundarán de ideas para las próximas elecciones al Parlamento. Sería bueno que entre las muchas que nos presenten se hallen las que avancen en la profundización democrática, porque ya tenemos experiencia acumulada de muchos gobiernos corporativos con demasiados derechos democráticos recortados.

No precisamos más personajes que nos gobiernen, por nuestro bien, con ‘mano de hierro y guante de seda'. Los indicadores no apuntan en esa dirección. Las encuestas dicen que los ciudadanos estamos hartos, cansados de tanta élite de arbitristas que desprecian al ciudadano, como si fuera un inculto sujeto. Nos piden el voto para administrarlo, pero piensan que el control ciudadano es una insensatez. Les parece mejor que votemos y abandonarnos a nuestra suerte, convirtiendo la votación en un mero procedimiento burocrático. Lo malo es que somos tan insensatos que, a pesar de que se han quedado con nuestros ahorros, de que no tenemos trabajo, de que no cumplen con las pensiones, de que a los dependientes los han dejado como antaño, en manos de sus familias y asociaciones de ayudas, asistimos atónitos, pero callados, a que esa élite privilegiada, siga explicando no sabemos qué mundo. Porque ni ‘Alicia' lo entiende.

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