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25/04/2024. 10:36:18

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El Derecho y la irresponsabilidad

La reflexión sobre el problema de las masas se agudizó desde el fin de la modernidad hasta mediados del siglo XX. Parecía que a partir de entonces la cuestión se había superado dando paso al análisis de sucesivos advenimientos. Sin embargo, hoy día, y sobre todo por la cantidad de información que hay, muchas veces imposible de gestionar; y la gran capacidad del ciudadano de influir se plantea otro problema parecido al que Manzoni novela en Los Novios a costa de la carestía del pan, que es el peso de los argumentos esgrimidos por las masas y la incapacidad de la ley para dar respuestas.

Mercedes García Quintas

El abuelo materno de Alessandro Manzoni, Cesare Beccaría, autor del tratado De los delitos y las penas, enseñó a su nieto a observar fríamente las cosas y extraer conclusiones universales a partir de la realidad. Por eso, a lo largo de Los Novios, pero sobre todo en los capítulos en los que el pobre Renzo está en Milán y se topa con los tumultos callejeros por la carestía de pan, Manzoni destila una visión de los personajes y los distintos estratos a la vez de conjunto y de detalle, de totalidad y particularidad, y es donde se encuentra la mayor riqueza de la novela: la elaboración que trenza de los caracteres, la composición de sus sentimientos y móviles que logra unificar el mundo de los hombres anónimos y el de los poderosos.

Va a hacer quince días que murieron más de ciento cincuenta personas en un accidente de avión muy raro y los mecanismos sociales están de punta: las familias pidiendo una identificación veloz de los suyos ante cámaras de televisión, delante de los representantes de la empresa, en grupos proponiendo crear una asociación de víctimas; el gobierno y afines visionando un vídeo de cuya existencia el juez encargado del proceso se entera viendo la televisión, el juzgado de guardia en pleno personándose en Ifema para proceder al secuestro judicial de las imágenes grabadas por las cámaras de emergencias para proteger la intimidad; a la vez que a pocos pasos de ellos se permite registrar los rostros y expresiones de los allegados a las víctimas, la Comunidad de Madrid y Aena calculando quién llegó antes con sus servicios de auxilios, el comité de crisis en Barajas con el responsable de Interior amenazando con hacer entrar a la Guardia Civil para hacer operativa la reunión, dado que algún ministro se presentó con tal número de asesores y miembros del gabinete de prensa que era difícil llevar a cabo un servicio a la sociedad en esas condiciones; ruedas de prensa sin turno de preguntas, montajes desde Argentina carentes de cualquier mínimo de rigor y aterrizajes de emergencia o salidas de pista que en otro momento pasan desapercibidos convertidos en primera plana; un problema de masificación e incapacidad de hacerse cargo del dolor.

Es cierto que el sufrimiento está en la entraña de la ley. El ímpetu inicial para que el derecho entre en acción es el sentimiento de alguien que sufre por lo que otra persona hizo: la norma trata de reparar el equilibrio interrumpido. Aparte de ello, se está dando un traslado del quebranto emocional al sistema jurídico. Han sido muchos los que han buscado las cámaras para pedir explicaciones, peritajes, pruebas y comparecencias; pero el derecho no está institucionalmente preparado para acoger y reconstruir la subjetividad doliente, aunque es un reto que apremia cada vez más por la dirección hacia la que corre la sociedad; y es un problema que se antoja actualmente irresoluble, porque determinadas instituciones políticas fomentan la irresponsabilidad.

Scott Veitch, docente en la Universidad de Glasgow, lo resume en un título: "El derecho y la irresponsabilidad: sobre la legitimación del sufrimiento". Y es que aunque se ha dado por sentado que la ley es el modo clave para la definición del contenido y el alcance de responsabilidades, puede tomarse la visión opuesta: hay instituciones legales que están implicadas en la organización de la irresponsabilidad, en particular en lo que concierne a la producción de daños a gran escala, y en oposición a los acuerdos convencionales de responsabilidad en la ley, la moralidad y la política.

A veces se recorren caminos a través de los que las instituciones del Derecho, sus prácticas, conceptos, y categorías funcionan tanto para identificar los agravios como para dispersarlos. La parte negativa de todo ello, fuera de la evidencia de su propia enunciación, es que cuando el hombre ve que el sistema judicial camina y no soluciona puede darse paso a la justicia privada; la revancha. No han sido pocos los cronistas que rápidamente vincularon el accidente a la situación económica de la aerolínea, e incluso se ha insinuado algo que espanta: la inhibición laboral. Desde hacía meses se estaba preparando un ERE que se llevaría por delante muchos jornales, entre ellos el del copiloto del avión, y fue la presión de los sindicatos la que hizo estirar hasta el límite la capacidad de pasivo de la aerolínea. Y con razón, ya que ante las pérdidas, Spanair acudía a ampliaciones de capital a las que los propietarios españoles de la compañía no aportaban fondos, hasta que SAS terminó por hacerse con el control; pero es que mientras los españoles vendían todo su capital accionarial, se les imputaba por desvío de fondos públicos, delito fiscal y estafa procesal en la causa de Aerolíneas Argentinas.

Todo indica que nos llenarán de análisis técnicos, se producirán demostraciones gubernamentales y de la oposición, se reforzarán medidas de seguridad, y se votarán normas, en esta moda de legislar por reacción; pero todo seguirá tan roto como lo dejó el despegue. Es el hombre el que reedita cada día el contrato social en el que se basó Beccaría para su obra, y al que aludía veladamente su nieto, en palabras de Renzo, cuando la masa, enfurecida por la carestía del pan, se abalanzó a destrozar los hornos; en una pregunta ya famosa: "Si desbaratan así los hornos, ¿dónde quieren hacer el pan, en los pozos?".

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