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19/04/2024. 17:26:23

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La abogacía y los retos del siglo XXI

Ex presidente de la Union Internationale des Avocats (UIA)

Hector Diaz-Bastién

Desde finales del Siglo XX, la internacionalización de la economía y de la política ha provocado una evolución de la práctica del derecho. En un ambiente globalizado, la abogacía se enfrente a muchos retos. ¿Cómo la abogacía internacional y española puede adaptarse a estos nuevos modelos?

En el umbral del Siglo XXI, la abogacía se enfrenta a retos importantes y tiene planteados ante sí profundos dilemas. La profesión está en proceso de adaptarse a un mundo globalizado y se internacionaliza progresivamente. Con ello, los distintos colectivos de abogados no hacen si no participar en la evolución de sus respectivos pueblos y, en general, de la sociedad internacional. En este proceso, sin embargo, es necesario distinguir entre lo accesorio y lo esencial para evitar que se desvirtúe la profesión de abogado.

La globalización de la abogacía va de la par con la internacionalización de la economía y de la política, de la cosa pública y de la vida privada. Se manifiesta en frentes diversos y distintos. La respuesta es la internacionalización del derecho. Sí. La profesión de abogado sufre desde finales del Siglo XX cambios trascendentales y éste es uno de ellos.

La evolución de la abogacía española es un caso paradigmático y por eso lo voy a tomar como hilo conductor. Además, este cambio ha tenido como consecuencia una importante exportación de valores.

Por un lado, se han internacionalizado la práctica y los conocimientos jurídicos. Por otro, se asiste a un aumento de la presencia de juristas españoles en organismos e instituciones internacionales.

En el primer plano, se observa cómo se internacionalizan los asuntos, los clientes, los conflictos, los tribunales, los conocimientos, la vida institucional y la actividad profesional. En consecuencia, el abogado debe manejar el derecho internacional, el derecho de procesos de integración como la Unión Europea, pero también ordenamientos jurídicos nacionales distintos del suyo propio.

A los conocimientos teóricos, el jurista debe añadir un período de práctica en un despacho extranjero, en una organización internacional, o en una empresa multinacional. Y ha de realizar un intenso aprendizaje de idiomas extranjeros.

En el fondo, la globalización actual  es un nuevo intento de gestionar la existencia de fronteras en nuestro planeta. Y quien dice fronteras quiere decir distintos ordenamientos jurídicos. La fronteras no van a desaparecer pasado mañana, pero al mismo tiempo nadie puede negar la existencia y la profunda influencia del proceso globalizador actual.

El objetivo no es obviar la realidad, sino gestionarla. Se trata de que las fronteras no sean un factor de incomunicación, de división y de enfrentamiento, si no un elemento integrador en la medida de lo posible.

Siendo así, el papel del abogado en este proceso es esencial porque los abogados compensan la inexistencia de una estructura institucional y de un ordenamiento jurídico globales.

Yendo a lo concreto, se observa cómo el abogado español acompaña a los clientes extranjeros que  trabajan, comercian o invierten en España y a los españoles que hacen lo propio en el extranjero. A las grandes empresas que se mueven con seguridad por el ancho mundo y al modesto emigrante cuyos derechos fundamentales deben ser protegidos.

El abogado se ha ido convirtiendo de esta manera en un representante oficioso de la

sociedad civil a la que pertenece y ocupa una plataforma valiosa para fomentar los acuerdos y evitar los conflictos. El desarrollo reciente de la mediación y el arbitraje internacionales son prueba de ello y exponente de nuestra contribución a un orden jurídico internacional más justo.

La expansión del derecho internacional público y privado va paralela al desarrollo de las instituciones y de los tribunales internacionales. Este es uno de los elementos más destacados de la historia reciente de la sociedad internacional.

La abogacía española se ha sumado a este proceso desde la transición. Los despachos y bufetes españoles, al igual que nuestras empresas, trabajan por encima de las fronteras con notable éxito.

En el segundo plano, se observa cómo la abogacía española se ha abierto también al mundo de las instituciones. Simultáneamente al cambio profesional ya señalado vemos la creciente presencia e influencia de los juristas españoles en los distintos organismos y tribunales internacionales, así como la activa participación individual y colegial de la abogacía española en las asociaciones internacionales de abogados.

Cuando Héctor Díaz-Bastien ostenta la presidencia de la Unión Internacional de Abogados (UIA), Fernando Pombo es el presidente de la International Bar Association (IBA). ¡Dos españoles dirigiendo simultáneamente las dos asociaciones de abogados de mayor prestigio y de carácter universal!

Y aquí es importante establecer el orden de los factores. Nuestro protagonismo internacional es la consecuencia de la mejor preparación, de la profundización de los conocimientos y del prestigio colectivo adquirido.

La nueva dimensión de la abogacía española en el mundo sólo es comprensible conociendo la historia de España de los últimos 40 años y el papel jugado por los juristas en la Transición. Es lógico que, acto seguido, proyectaran hacia el exterior la experiencia adquirida y los valores por los que lucharon. Ésta es la exportación de valores a la que me refería al inicio y que ha sido espectacularmente visible en Iberoamérica, en los procesos de transición a la democracia que se han vivido en ese continente desde los años 80 del pasado Siglo XX.

Como ya he señalado, todo lo anterior no es un fin en sí mismo. La relación de los abogados con su entorno histórico y geográfico es un medio para promover la justicia, el estado de derecho y el respeto a los derechos humanos. En definitiva, para defender la dignidad de la persona. Esta es la grandeza esencial de la abogacía y para defender las esencias nada mejor que adaptar lo adjetivo al tiempo y al espacio. La internacionalización de la abogacía es la adaptación de nuestra profesión al proceso de globalización.

Lo esencial, sin embargo, debe ser inmutable. Nada de lo anterior es posible sin el derecho a la defensa y sin una abogacía independiente. Sin abogados independientes asociados en Colegios independientes. En ningún caso se trata de defender privilegios corporativos sino de defender una profesión cuya independencia es necesaria, vital, para la sociedad. Esta es y debe seguir siendo la esencia de la profesión de abogado.

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