Me propongo como Abogado y Consultor Psicológico despertar cierta inquietud en los profesionales del Derecho, sobre la importancia de conocer algunos principios de la psicología y manejar sus herramientas. Esto no sólo pensando en el beneficio del vínculo con el cliente (comúnmente se apunta a ello), sino por la salud mental del abogado, coadyuvando así con un espíritu de autocuidado y autorresponsabilidad sobre la salud.
Esta tarea de educación en la salud mental, se conoce con el nombre de psicoeducación o psicohigiene. Estos son términos que subrayan el acento de los aspectos psicológicos que integran la salud, sin perder de vista que el concepto de salud es integral e indisoluble (hay una total interdependencia entre el bienestar psíquico, social y físico).
En las facultades de Derecho se nos enseña a tratar con leyes, jurisprudencia, doctrina, pero poco o nada sobre la constitución psicológica de la persona. Parecería que el Derecho aprendido en los claustros universitarios, que luego aplicaremos en los casos que llegan a nuestro despacho, que esgrimiremos en los tribunales o bien lo traduciremos en dictámenes en la administración pública, se maneja en un mundo despersonalizado, que se agota en algo abstracto. Por el contrario, si hablamos de Derecho, por ser regulador de la ¨vida en común¨ del ser humano, siempre nos estaremos refiriendo a una persona. Alguien de carne y hueso, que detrás del mundo jurídico está poniendo en juego una trama de deseos, sentimientos, conductas, que además de obedecer a ¨razones jurídicas¨, se fundan es diversos aspectos de su personalidad. Muchas veces nos entendemos y simpatizamos con algún cliente, no por el caso que nos trae en si, sino porque hay como ¨una conexión natural¨, como si uno siempre hubiese tratado a esa persona. Hay razones de la constitución psicológica del cliente y mía que están funcionando respecto a la relación entablada. Otras veces la sola presencia de algún cliente me produce una aversión o rechazo. También para esta oportunidad esta jugando en el vínculo, inconcientemente, algún aspecto psicológico que viene desde nuestra temprana edad. Este entramado que se da en las relaciones interpersonales con los clientes se hacen extensivas a las demás personas que conforman los vínculos profesionales, tales como los compañeros del despacho, con los abogados de la contraparte, con los miembros de la justicia, peritos, etc.
Conocer entonces, los mecanismos y procesos psicológicos básicos que regulan la subjetividad, la personalidad y las interacciones humanas, proveerá a los abogados de herramientas y recursos teóricos y prácticos de aplicación efectiva en el ejercicio profesional, así como posibilitará una comprensión de si mismo y de los otros implicados en los vínculos laborales. Y fundamentalmente su salud se lo agradecerá.
En fin, admito que no es condición saber psicología para estar saludable, pero no hay dudas que el conocimiento de la psicología coayuda a comprender mejor los mecanismos puestos en juego en la interacción humana, como para inhibir determinados comportamientos o advertir la peligrosidad de otros.
Hasta la próxima.
