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28/03/2024. 15:37:22

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Mi capricho es ley

abogado y consultor psicológico

En una lluviosa tarde de Buenos Aires caminaba por el tradicional barrio de Palermo. Zona de negocios de todo tipo, muchos de ellos dedicados a la gastronomía. Zona rica en actividad comercial pero con las contradicciones de este particular país: hay muchos “guardianes de la intemperie”, frase esta que extraigo del reciente libro que nos da para su lectura el novelista español Juan Iribas.

Y es justamente uno de estos custodios del afuera, que entre los bártulos que lo rodeaban en la vereda, donde había sentado lugar de vida provisorio,  tenía un cartel manuscrito que decía: "Mi capricho es ley". No sé si éste "guardián de la intemperie" había escrito la frase o la había adoptado. Pero todo indicaba por su actitud, que la sentía como propia. Es decir que esta persona nos estaba diciendo, que su antojo es su ley en el sentido de fuente de sus derechos, que su decisión en algún tema se verá regido por su poder de "legislador de la intemperie", y no por la ley de la sociedad que por alguna razón – justa o injusta- no lo incluye como un pleno sujeto de derecho o puede ser también, que él se auto margine de la vida comunitaria por motivos que desde el Otro, la mayoría de las veces se hacen inentendibles.

Ahora bien, el tema del capricho o acto antojadizo como fuente del derecho individual, no es algo que queda reservado para hombre o mujer de la calle, que ante la falta de ley que según su parecer no lo contempla,  reemplaza la voluntad del legislador con su decisión de hacer imperar su derecho, en el territorio que ocupa, que es cosa pública o de la comunidad toda. Todos nosotros pretendemos que el deseo nuestro deseo – hasta ahora lo hemos llamado capricho o antojo-  sea la ley para que nuestras necesidades se cubran según el parecer individual. La diferencia entre el "guardián de la intemperie" – que reitero es una original expresión acuñada por el escritor Juan Iribas – y por ejemplo, uno de los clientes que trae su caso a nuestro despacho de abogados, en cuanto a que su capricho de haga ley no es muy diferente. Lo que sucede es que aquel muestra su "desnudez mental y física" y tiene como su espacio de desarrollo,  la calle. Se ha sacado el ropaje de los rodeos que la ley de la sociedad nos impone para que se pueda satisfacer mi deseo o el deseo del Otro. La ley que regula la convivencia social es el límite a nuestros caprichos o deseos. De no existir esta suerte de cauce legal la fricción de la vida en común alcanzaría niveles destructivos de la con-vivencia. Pero el encausamiento de nuestras deseantes vidas no es pacífico. La necesidad satisfacción de los deseos se rige por el principio de la repetición y nunca logra ser calmada y colmada. Por ello muchos no aguantan los mandatos sociales – que son leyes de urbanidad, del buen vivir, morales, positivas, etc. – y prefieren salirse de estos límites que generan lugares o espacios físicos o simbólicos que son en definitivas fronteras legales para darle cauce a los deseos, pero que a la vez le ocasionan un malestar psicológico. Es el malestar de la cultura según expresión  de Freud. Es ese algo que me hace insoportable la vida y llevan a muchos a ser "guardianes de la intemperie".

En cambio el cliente que viene al despacho, plateando un litigio que en si es la concreción de su  capricho a antojo, pero bajo la cobertura de un derecho subjetivo que le deviene de la ley objetiva dada por la sociedad, también sufrirá los límites de la cultura a los deseos humanos  y también le quedará en la mayoría de los casos una suerte de sabor a perdida por no haber podido satisfacer sus deseos con la plenitud que el necesitaba. Pero en este caso hay algún tipo de fortaleza constitutiva y psicológica que los lleva a aceptar el sacrificio de no ver realizado su capricho como el pretendía en bien de la vida en común. Ahora no crea el usted que este someterse a la ley de todos y aceptar los límites en la satisfacción de los deseos por parte del cliente a veces no tiene costos. La represión de los deseos muchas veces lleva al cliente a llenarse de bronca contra el abogado, a rumiar en donde pueda que no lo supo defender bien. O sino de golpe uno se encuentra que pese a haber obtenido una solución ventajosa en un juicio, el cliente después termina llevando sus casos a otro profesional. Es que este sujeto deseante que acepto el rodeo de un juicio o proceso judicial  para poder satisfacer sus deseos, en el fondo esta sintiendo que su capricho es la ley y que los limites culturales, a él,  no le son aplicables. Quiere ser  como "el guardián de la intemperie",  pero sin renunciar al techo de la ley de la sociedad.

Hasta la próxima.

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