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28/03/2024. 20:05:57

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Tenemos reloj, pero no tenemos tiempo

Son hábiles todas las horas del día que formen parte de un día hábil Lo urgente no deja tiempo para lo importante

Andrés Pascual Carrillo

Si introducimos las palabras “plazos judiciales” en el buscador, la pantalla nos arroja 1,140.000 resultados: cómputo de los plazos en el Código Civil, términos de las actuaciones penales… Si añadimos la palabra “novedades”, sale otro montón. El Consejo General de la Abogacía Española (CGAE), en su último análisis sobre las novedades que incorpora la Ley de Procedimiento Administrativo Común (LPAC), comienza diciendo que no puede estimarse una innovación de calado, la incorporación que hace de doctrina jurisprudencial en materias como el cómputo de plazos por meses o años, la inexistencia de un plazo para impugnar los actos presuntos o la modulación de los efectos del doble silencio en el caso de los recursos administrativos. Pero a continuación, reclama nuestra atención sobre dos cuestiones. Tictac, tictac…

Acceder regularmente al buzón de la sede electrónica

En primer lugar nos recuerda que será indispensable acceder con regularidad al buzón de la sede electrónica para evitar que se produzca el rechazo de notificaciones, con las nocivas consecuencias que ello puede suponer en orden al transcurso de los plazos, ya que cuando se haya optado por la notificación a través de medios electrónicos (o se esté obligado a ella), se entenderá rechazada y efectuado el trámite tras diez días naturales desde su puesta a disposición sin que se haya accedido a su contenido.

Un poco más adelante, vuelve a encender la sirena roja y dedica unos párrafos al espeluznante asunto de los plazos señalados por horas. Salvo que por ley o que en el derecho de la Unión Europea se disponga otro cómputo, cuando los plazos se señalen por horas, se entiende que éstas son hábiles. Esto es, son hábiles todas las horas del día que formen parte de un día hábil. Las 24. Dos veces la vuelta al reloj, a diferencia de lo prescrito en la LEC, que restringe las hábiles a una discreta y ordinaria jornada laboral de 8.00 a 20.00 h. Es más, concreta el texto, los plazos expresados por horas se contarán de hora en hora y de minuto en minuto desde la hora y minuto en que tenga lugar la notificación o publicación del acto.

No hablamos ya de meses, ni de semanas, ni de días. Hablamos de horas y de minutos. ¿Cómo vamos a desprendernos del estrés? ¿Cómo vamos a dejar los problemas profesionales en el despacho? Como dice Mafalda, lo urgente no deja tiempo para lo importante. Nos metemos en la cama y ni siquiera podemos contar ovejas, ya que las manecillas del despertador se nos clavan en el cerebro. Tictac, tictac…

A diferencia de la consideración del tiempo circular que tienen otras civilizaciones, en occidente lo vemos como una línea recta que no se detiene nunca. Nacemos (a la vida, a cualquier aventura familiar o profesional) y desde el primer momento, el calendario nos recuerda que estamos muriendo. Damos por hecho que el tiempo tiene existencia en sí mismo y que los seres humanos estamos condenados a vivir al compás que nos marca. Nos empeñamos en acotarlo en segmentos cada vez más pequeños: siglos, años, días, horas, minutos… y nos obligamos a llenarlos y a seguir su ritmo. Por eso, cuando nos lanzamos a perseguir nuestras metas sufrimos una constante sensación de derrota. No puede ser de otro modo. Toda carrera contra el reloj está perdida de antemano.

Compartimentar la vida

Es obvio que el calendario nos ayuda a organizarnos. Sin él, no podríamos fijar los protocolos de una sociedad moderna y mucho menos los requerimientos de nuestro sistema judicial y administrativo. El objetivo es que, cuando cerremos la puerta del despacho, no siga siendo un yugo, como desgraciadamente suele ocurrir por pura inercia. No se puede compartimentar la vida. Tras archivar el último expediente del día sometido al rigor de la LEC o de la LPAC, hemos de volver a abrazarla y dejarla fluir, dejar que se exprese.

Para los nativos del río Omo, una zona limítrofe entre Etiopía y Sudán del Sur, la vida se divide en momentos marcados por las cosas que realmente ocurren. Ellos no dicen "hace dos años", sino "el día que construimos el pozo". El tiempo sólo existe cuando ellos lo hacen existir. No lo miden en horas, sino en acciones. Eres tú mismo quien marca el ritmo a base de actuar más, de vivir más. Recuerdo una tarde en la que el jefe etíope de una tribu hamer me invitó a quedarme a una fiesta tradicional que iba a celebrarse al día siguiente. Yo saqué un folio con mi plan de viaje apuntado a bolígrafo y con gratitud y pena, le expliqué que tenía que seguir adelante. Me dejaba arrastrar por esa inercia. Después de trabajar durante once meses con plazos de minutos, había metido la ansiedad en la mochila de las vacaciones judiciales. El anciano me miró fijamente y sentenció:

  • Todos los blancos tenéis un reloj, pero ninguno tenéis tiempo.

Me fijé en el adorno que caía por su frente, colgando de una cinta. Era media correa metálica de reloj. Alguien se lo habría regalado y él había arrancado la esfera y se había colocado los eslabones de acero inoxidable de adorno.

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