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19/04/2024. 12:33:34

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La falsa seguridad de nuestras fronteras y su efecto en el sector turístico

Socia Directora en Legal Travel

‘Los visados son un mecanismo esencial de los gobiernos para controlar sus fronteras, ya sea para regular el flujo de inmigrantes o para frenar las amenazas a la seguridad del país’. Con tal creencia, obviamos que el papeleo y los costes que a menudo conlleva la solicitud del visado, aleja también a los turistas y viajeros que desean moverse por negocios, sobre todo, a aquellos procedentes de países en desarrollo.

Pasaporte

El Índice de Restricciones de Visa demuestra cómo los países desarrollados confían más entre ellos. Así, países europeos y Estados Unidos encabezan la lista por ser las nacionalidades que más accesos tienen en el resto del mundo. Afganistán, Paquistán, Irak, Somalía y Siria, se sitúan en los últimos lugares del ranking.

Los ciudadanos procedentes de Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países desarrollados viajan a la mayoría de los lugares sin un visado. Sin embargo, los viajeros de China e India, economías emergentes en auge tienen que rellenar abultadas solicitudes con información personal y económica.

El Espacio Schengen, formado por 26 países europeos con una política de visados común, exige a los viajeros procedentes de la India y a otros países en vías de desarrollo que presenten nóminas y extractos bancarios de varios meses. En la actualidad, cinco países miembros de este Espacio -Alemania, Austria, Dinamarca, Noruega y Suecia- han cerrado temporalmente sus fronteras.

Gran Bretaña no pertenece a este grupo y mantiene su política de visados propia. Su formulario de solicitud contiene 10 páginas y, entre sus exigencias, incluye que el viajero comparta los detalles de cada uno de sus viajes en los últimos diez años (India pide dos referencias).

El pasado año, México eliminó una norma que obligaba a los solicitantes de visado a presentar una descripción de sus bigotes (norma aplicable también a las mujeres).

A principios de este año, Estados Unidos ha comenzado a exigir visados para algunos viajeros que antes no los necesitaban, en los casos en los que hayan visitado Irán, Irak, Siria o Sudán en los cinco años anteriores. Y todavía hoy, siguen exigiendo visado a Polonia, Rumania, Bulgaria, Croacia y Chipre, todos ellos países comunitarios.

A los ciudadanos de lugares como Irak y Afganistán, se les impone una burocracia y unos costes de solicitud aún mayores, además de la frecuente humillación de separarlos de la cola de migraciones tan solo por ser portadores de esas nacionalidades.

A la luz de estos datos, llama la atención cómo en un mundo globalizado y digitalmente interconectado seguimos excluyendo al turismo procedente de países en vías de desarrollo.  La realidad es que los gobiernos -seguramente pensando en proteger sus fronteras-, cambian su legislación en materia de visados sin considerar responsablemente los daños al sector turístico ni el impacto que estas modificaciones pueden ocasionar en la economía de sus respectivos países.

Europa está en alerta. Más ahora que nunca tras la constante amenaza terrorista. Pero, ¿estamos más seguros por endurecer los requisitos de los visados o suspender temporalmente el espacio Schengen? La inmigración ilegal masiva rara vez entra por aduanas; restringimos los visados a Rusia pero la mafia rusa pasea por nuestras playas; gran parte de los terroristas han sido alimentados y educados en fronteras occidentales; los criminales que quieren entrar, vencen los controles con una escrupulosa documentación falsa y, un dato aún más revelador es que la mayoría de las embajadas subcontratan la gestión de solicitudes de visados a empresas privadas que, generalmente, no llegan si quiera a ver en persona al solicitante.

La propia Comisión Europea en su informe "Una política inteligente de visados para el crecimiento económico" (2014), estima que las normativas sobre visados demasiado estrictas probablemente le cuestan a la economía de la Unión Europea 250.000 puestos de trabajo y 12,6 mil millones de euros al año en pérdidas de producción. En el mismo texto se propone un ahorro de costes y menos burocracia, reduciendo el número de documentos exigidos a los solicitantes, entregando permisos más largos y simplificando todo el proceso, sin disminuir por ello la seguridad.

La conclusión es que seguimos castigando al sector turístico con normas dispersas y una burocracia administrativa engorrosa. Los propios turoperadores emisores vuelan allí donde más facilidades les dan para operar. Las barreras jurídico-administrativas determinan la rentabilidad de volar o no a algunos países, lo que demuestra cómo la ley modificada, en una dirección o en otra, puede impactar tanto en las decisiones empresariales.

El visado ya no no es un mecanismo de seguridad. Las exigencias burocráticas forman en pila un muro de otra época, una barrera a la libertad que ya no se sostiene, que ya no aporta la utilidad ni la seguridad de antaño. Sí, en cambio, en plena crisis humanitaria por la llegada masiva de refugiados y la preocupación generalizada por los atentados en Francia y Bélgica, estos 'papeleos' suponen un considerable freno más al viajero que aún quiere venir a gastar e invertir en Europa.

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