nº 1.001 - 30 de noviembre de 2023
Tecnología, estrategia y servicio: un círculo virtuoso
Alberto Galán Civantos. Director de Tecnología de Deloitte Legal
Laura Paz Ramírez. Asociada Senior de Tecnología de Deloitte Legal
La tecnología es una parte diferencial e indiferenciable de los servicios que prestan nuestros clientes
La IA generativa no tardará en hacernos ver que no será ya posible la excelencia sin tecnología
A mediados de los años 70, el filántropo y multimillonario Ray Dalio creó el fondo Bridewater, del que pronto diría que era más que una empresa de inversión. Dalio siempre presumió de crear la primera compañía de software para inversiones financieras. No mucho después, Watts S. Humprhey, uno de los padres de la ingeniería de software, dejó escrita la frase que, hace no demasiado tiempo, recuperó el propio Satya Nadella, CEO de Microsoft: «Todas las empresas son empresas de software». Ni viene de ahora, ni nuestros clientes pueden ser ajenos a esto. El sector bancario acumula año tras año ingentes inversiones en tecnología. El sector farmacéutico lidera el ranking de empresas innovadoras en ámbitos como la Inteligencia Artificial o la analítica avanzada, mucho antes de que estos conceptos estuvieran de moda. Las teleco ya ni siquiera se promocionan como compañías de telecomunicaciones… y, en este contexto, donde todos nuestros clientes son cada vez más tecnológicos y dependientes del software, ¿cómo vamos a seguir prestando nuestros servicios? ¿cómo adaptarnos a este cambio continuo?
El papel clave de la tecnología
La tecnología ya no es una herramienta o un accesorio. La tecnología es una parte diferencial e indiferenciable de los servicios que prestan nuestros clientes, pero también de los que, a su vez, nosotros les prestamos a ellos. Un hito singularmente relevante en este camino de digitalización extrema ha sido la adopción de tecnología cloud por la práctica totalidad de las empresas. Sin entrar en detalles, basta decir que la flexibilidad y la escalabilidad que presentan este, ya no tan nuevo modelo, ha permitido la proliferación de plataformas low-code/no-code. Y con ellas, una suerte de democratización de la tecnología que ha permitido multiplicar la capacidad de generar aplicaciones a medida tanto para los procesos core de las compañías, como para áreas de soporte, en las que perfiles de negocio pueden, con un razonable esfuerzo en formación, desarrollar y evolucionar sus propias herramientas de trabajo. Es decir, clientes cada vez más capaces de prestarse servicios a sí mismos.
Lejos de ser esto un problema para los abogados, este nuevo paradigma de operación de los negocios nos permite abordar el asesoramiento que siempre hemos ofrecido desde nuevas ópticas, generando nuevos servicios e incrementando el valor que les aportamos. Así podemos establecer una suerte de círculo virtuoso entre tres tipologías de servicios que, cada vez más, nos reclaman nuestros clientes:
1.– Servicios de asesoramiento. La rama más tradicional de nuestro trabajo, en la que ha irrumpido con fuerza la demanda de conocimiento en Derecho Digital. Una especialidad con el tiempo gana en volumen tanto como en complejidad. Asociado a esto, y fruto de nuestra experiencia interna, cada vez es más frecuente que los clientes demanden el diseño de procesos o funcionales de alcance legal o fiscal. Nadie mejor que un abogado para entender y ayudar a entender cómo son y cómo se pueden hacer más eficientes los procesos legales y fiscales.
2.– Servicios de soporte a la implementación de herramientas, en los cuales acompañamos a nuestros clientes en el desarrollo de sus herramientas desde nuestra propia experiencia, tanto desde la óptica del desarrollo de soluciones tecnológicas, como por la precisión y exactitud del contenido técnico legal que en ellas se incluye. Sorprendería el alcance y valor que generan los proyectos internos de alcance tecnológico que los abogados llevaban adelante en sus despachos y cada vez más, se está generando una fuerte demanda de este conocimiento.
3.– Servicios de externalización u Operate. Siempre apoyados en la tecnología que usamos para hacer más eficientes nuestros servicios, son muchos ya los clientes que delegan en nosotros aquellos elementos de su día a día, no críticos a nivel estratégico, pero en los que siguen demandando un alto nivel de calidad.
A mayor nivel de complejidad en el asesoramiento, una de las respuestas más acertadas es siempre incrementar los niveles de inversión en tecnología. Y esta inversión ha de posicionarnos como los compañeros perfectos en el camino de la digitalización. Porque con ella somos capaces de prestar servicios aún más excelentes a nuestros clientes a la vez que los acompañamos en sus procesos de transformación. Es más, la IA generativa y todas sus hermanas menos populares, no tardarán en hacernos ver que no será ya posible la excelencia sin tecnología.
No basta ser el que más sabe. No basta ya el interminable informe que derrocha conocimiento jurídico. No bastan hoy los servicios tradicionales. Nuestros clientes siempre nos buscarán por ser los mejores abogados. Pero también por conocer y saber usar la tecnología de la mejor manera posible. Por saber hacer uso de su eficiencia, en tiempo y coste. Por saber añadir aún más valor al servicio que ya recibían. Tal vez estemos aún lejos de que los despachos de abogados se conviertan en empresas de software, tal y como vaticinaban Humphrey o Nadella, pero la tendencia hoy es imparable. ■