nº 1.005 - 27 de marzo de 2024
Ética ‘Made in Europe’
Paula G. de Vicuña. Polítologa, Consultora Cultura y Ética en Castroalonso
¿Goza Europa de peso suficiente en el escenario internacional para que esta legislación cumpla realmente su objetivo final?
La reciente aprobación de la AI Act, regula aspectos que son cruciales para establecer límites claros a la aplicación de la Inteligencia Artificial, de su desarrollo y de sus sistemas. Si bien sitúa como objetivo primordial la protección de los derechos fundamentales de las personas, algunos interrogantes ya se han puesto sobre la mesa.
Un gran avance supone igualmente una gran responsabilidad, y así lo es el respeto a los derechos humanos, la protección de la privacidad y la búsqueda de la equidad, la transparencia, la explicabilidad y la rendición de cuentas, forman parte del ADN de nosotros, como europeos.
Pero ¿goza Europa de peso suficiente en el escenario internacional para que esta legislación cumpla realmente su objetivo final?
La innovación debe plantearse desde una perspectiva más amplia de la que habitualmente visualizamos cuando hablamos de ella. Innovación no solo se refiere a la investigación y desarrollo o a las características técnicas, sino que también contempla otros aspectos como la creatividad en materia regulatoria. En este sentido, Europa haría bien en mostrar el peso de su Historia y de su riquísima herencia cultural, para afrontar una mayor capacidad de miras en cuanto a la creación de un enfoque más humano de la tecnología.
Cuando veas las barbas de tu vecino cortar… sé audaz.
Ahora bien, Europa tampoco puede pretender competir en el campo internacional con la ética y la legislación como únicas fichas de su tablero.
La protección de nuestros valores comunes es fundamental, pero también es crucial reconocer que, solo combinando autoría e investigación y desarrollo, tendremos opciones de forjar nuestro camino y mostrar peso y capacidad suficientes para mostrar nuestra vitalidad actoral, que es prácticamente siempre económica.
Esa es la premisa en la que entra en juego la ética digital europea: en nuestra capacidad como continente, para influir a una escala supranacional. Es en ese equilibrio entre corazones y mentes, entre capacidad humana y tecnológica, donde debemos centrar nuestros esfuerzos como ciudadanos europeos. Porque cabe preguntarse –y valorar– si el resto del mundo está observando nuestro texto con la misma expectación y aplausos con los que en la Unión Europea hemos acogido la Ley Europea de Inteligencia Artificial.
La Inteligencia Artificial está cambiando rápidamente nuestro sistema cultural y social: un nuevo espacio se ha abierto ante nosotros y difícilmente podemos ponderar la revolución que supondrá. Especialmente en el ámbito legal, nos movemos desde las incógnitas, sobre arenas movedizas y una permanente sensación de falta de certezas. Tal vez, este Acta –como primigenio– venga a poner la tirita antes de la herida, pero la alternativa es dejar que los avances en IA, puedan actuar en detrimento de nuestra dignidad.
Concluimos por tanto dándole el valor que ha de tener al primer hito en el camino de los muchos senderos que vendrán, para garantizar que los avances, sitúen siempre en el centro a las personas. ■