nº 1.016 - 27 de marzo de 2025
Rankings profesionales: ¿Están ahí «los mejores»?
Paula Fernández-Ochoa. Consultora & Speaker en entornos de alta competición. Socia de MoreThanLaw+ y VivircorRiendo. Docente y escritora. Miembro de la Junta Directiva y Responsable del área Mujer y Nieve de la Real Federación Española de Deportes de Invierno. Miembro de la Comisión de Igualdad del Comité Olímpico Español
Aparecer en estos rankings no es ni casual ni gratuito; existen factores invisibles que determinan quién entra en el radar de los creadores de listas
No olvidemos que los rankings también son un modelo de negocio en sí mismos
Los rankings en el sector legal se han convertido en una obsesión para muchos despachos y abogados. Aparecer en Chambers, The Legal 500 o Best Lawyers es casi un distintivo de calidad, una prueba de excelencia que se exhibe en webs corporativas, firmas de correo y materiales de presentación.
Pero, seamos claros, ¿reflejan realmente la excelencia profesional o premian la capacidad de jugar bien en el tablero del networking y la autopromoción? ¿Son un negocio?
Rankings: Entre la reputación y la ‘trampa del ego’
Estas listas aseguran mostrar a «los mejores», y es cierto que pueden ser útiles para quienes buscan tomar decisiones informadas sobre qué abogados contratar o qué despachos seguir. En mercados saturados, aportan claridad y ayudan a destacar talento. Pero, ¿son realmente una herramienta de meritocracia?
Aparecer en estos rankings no es ni casual ni gratuito. Existen factores invisibles que determinan quién entra en el radar de los creadores de listas: notoriedad mediática, relaciones públicas efectivas, presencia en redes sociales y hasta la alineación con tendencias sociales del momento, como la inclusión o la diversidad. ¿Hasta qué punto la excelencia técnica o la ética profesional quedan en segundo plano frente a la capacidad para «venderse» bien?
También está el factor ego. Para muchos profesionales y firmas, aparecer en un ranking se convierte en un objetivo en sí mismo, más allá del impacto real en su desarrollo de negocio. Se invierten recursos en preparar candidaturas, generar visibilidad y cultivar relaciones con los evaluadores, pero ¿hasta qué punto ese esfuerzo se traduce en valor real para los clientes?
El ‘backstage’ de los rankings: objetividad cuestionada
A medida que se popularizan, es esencial cuestionar quién está detrás de estas listas, qué objetivos tienen y si realmente están sirviendo a un propósito social genuino o simplemente están reforzando un sistema de negocio que favorece a aquellos con los recursos para destacar. ¿Son completamente objetivos o entran en juego otros factores? Y si se usa inteligencia artificial para generar estas listas, ¿realmente estamos logrando más objetividad o estamos replicando sesgos que ya existen?
La transparencia en la metodología de estos rankings es clave para su credibilidad. Sin embargo, no siempre es clara. De hecho, no creo en su neutralidad. En el caso de directorios internacionales, aunque las evaluaciones se basan en investigaciones y referencias de clientes y/o compañeros, los despachos deben invertir considerable esfuerzo y recursos en preparar candidaturas detalladas y estratégicas. A esto se suma frecuentemente un coste económico derivado de publicidad, eventos patrocinados o servicios de consultoría para mejorar posiciones. En otras listas, como Los 100 abogados más influyentes o Las mejores firmas en derecho corporativo, la metodología es todavía menos transparente. Aquí entran en juego encuestas abiertas, votaciones entre colegas o decisiones subjetivas de jurados, donde la influencia de conexiones personales o comerciales puede ser determinante. ¿Se mide así la excelencia o se valida la notoriedad?
Los rankings como negocio
No olvidemos que los rankings también son un modelo de negocio en sí mismos. Las plataformas y consultoras que elaboran estos listados generan importantes ingresos a través de publicidad, patrocinios, suscripciones premium y servicios relacionados. Esto convierte la visibilidad en un recurso con valor económico propio, creando una dinámica donde no siempre gana el mejor, sino quien tiene mayor capacidad financiera o estratégica para posicionarse. También, en ciertos listados, el peso de las conexiones es innegable y la selección de candidatos muchas veces responde a referencias cruzadas entre colegas o al respaldo de clientes estratégicos, más que a un criterio puramente técnico.
Esta realidad obliga a plantear la siguiente pregunta: ¿Qué interesa realmente más a los responsables de estos rankings, evaluar imparcialmente a los mejores profesionales o mantener un modelo lucrativo que depende precisamente de la visibilidad y del ego de los participantes?
¿Herramienta para el cambio social o puro branding?
Una tendencia reciente es incluir criterios de diversidad e inclusión en los rankings. Esto es positivo para visibilizar grupos históricamente marginados y fomentar un cambio hacia entornos profesionales más equitativos. Sin embargo, ¿cuánto de esta iniciativa responde a un compromiso real y cuánto a una estrategia de branding para alinearse con tendencias sociales actuales?
Arma de doble filo
En definitiva, los rankings pueden potenciar la imagen de despachos y profesionales, abrir puertas a clientes internacionales y generar oportunidades de negocio. Pero también pueden convertirse en una trampa de vanidad si no se gestionan con inteligencia. Algunos abogados y firmas acaban más preocupados por figurar en listas que por la calidad real del servicio prestado o la confianza generada en sus clientes.
Conclusión: ¿Ranking sí o ranking no?
Los rankings en sí no son el problema; el verdadero riesgo está en cómo los interpretamos y usamos. La pregunta clave para cualquier despacho debería ser: ¿Me interesa el ranking como reconocimiento genuino de mi trabajo o simplemente como herramienta de marketing? Si la respuesta es la segunda, ¿cuál es la estrategia para que ese reconocimiento realmente genere valor, más allá de ser un mero trofeo de ego?
Porque, más allá de figurar en una lista, la verdadera excelencia profesional no se mide solo por posiciones en rankings, sino por la capacidad real de innovar, colaborar y generar impacto positivo en clientes y en la sociedad. Los rankings pueden abrir puertas, pero únicamente un trabajo excelente mantiene esas puertas abiertas. ■