nº 1.017 - 24 de abril de 2025
Del dato a la decisión: claves para una IA generativa útil, ética y transformadora en el sector legal
Sara Molina. Socia responsable de Innovación, Legaltech y Transformación Digital. Pérez Llorca
La IA generativa, como toda herramienta que aprende de grandes volúmenes de datos, es tan buena como los datos que la alimentan
Apostar por la calidad del dato es apostar por una IA que no solo funcione, sino que respete los principios del Derecho y refuerce la función social de la justicia
En el camino hacia la transformación digital del sector legal, la irrupción de la inteligencia artificial generativa está marcando un antes y un después. Ya no se trata de si implementarla, sino de cómo hacerlo de forma eficaz, ética y con propósito. Y en este «cómo», el dato y su calidad se han convertido en elementos esenciales. Son el combustible de esta nueva etapa. Sin datos adecuados, limpios y bien gobernados, ninguna tecnología –por avanzada que sea– puede generar resultados útiles, confiables ni sostenibles.
Las organizaciones que apuestan por la innovación deben ser conscientes de que el reto no es simplemente adoptar tecnología, sino integrarla desde una cultura que valore la reflexión crítica, el aprendizaje continuo y la diversidad de perspectivas. La tecnología no transforma por sí sola. Lo hacen las personas. Personas que entienden su contexto, que se preguntan por qué y para qué utilizar una herramienta, que cuestionan sus efectos, y que la aplican con conciencia, visión y responsabilidad.
En este contexto, el dato cobra un protagonismo que va más allá de lo técnico. La calidad del dato no es solo una cuestión de limpieza o formato. Es una cuestión de significado, de coherencia con los objetivos, de integridad y de respeto a los valores que guían nuestras decisiones. En el ámbito jurídico, donde cada palabra importa y cada matiz puede cambiar el sentido de una norma o una interpretación, los datos deben ser especialmente cuidados. Trabajar con información incompleta, mal clasificada o desactualizada no solo disminuye la eficacia de los modelos de IA, sino que pone en riesgo la propia confianza en el sistema legal.
Un enfoque multidisciplinar y humano
La IA Generativa, como toda herramienta que aprende de grandes volúmenes de datos, es tan buena como los datos que la alimentan. No es magia, es estadística sofisticada. Si los datos están sesgados, si provienen de fuentes no verificadas, si carecen de contexto, la IA replicará esos errores y los amplificará. En el sector legal, donde la precisión, la trazabilidad y la transparencia son irrenunciables, esto puede tener consecuencias graves: decisiones injustas, argumentos defectuosos o recomendaciones inadecuadas.
Por eso, la transformación basada en IA requiere un enfoque multidisciplinar y humano. Necesitamos profesionales capaces de moverse con soltura entre lo técnico y lo ético, entre el dato y el juicio profesional. Perfiles híbridos que sepan interpretar modelos, pero también cuestionar sus salidas. Que comprendan que no basta con automatizar tareas, sino que hay que rediseñar procesos desde el valor que aportan. Que no solo piensen en eficiencia, sino en legitimidad, equidad e impacto a largo plazo.
Además, la cultura del dato no se construye de la noche a la mañana. Requiere una estrategia clara de gobernanza: saber qué datos tenemos, dónde están, quién los controla, cómo se actualizan, cómo se protegen. Requiere también invertir en estructuras y procesos que permitan capturar el conocimiento de manera sistemática y reutilizable. Y, sobre todo, requiere una implicación activa de todos los actores –juristas, tecnólogos, responsables de negocio, equipos de compliance– para que el dato deje de ser un recurso infrautilizado y se convierta en una palanca de transformación.
Apostar por la calidad del dato es apostar por una IA que no solo funcione, sino que respete los principios del Derecho y refuerce la función social de la justicia. Es poner la tecnología al servicio del conocimiento experto, no en lugar de él. Es entender que el valor no está en automatizar por automatizar, sino en generar nuevas capacidades: anticipar riesgos, personalizar el servicio jurídico, mejorar la experiencia del cliente, detectar patrones invisibles a simple vista o liberar tiempo para tareas de mayor valor añadido.
Este cambio de enfoque exige también nuevas competencias. La alfabetización digital ya no es una opción, sino una necesidad. Los juristas del presente –y aún más los del futuro– deben familiarizarse con conceptos como datasets, tokens, métricas de rendimiento, explicabilidad, fine-tuning o alucinaciones de modelos. No para convertirse en ingenieros, sino para dialogar con ellos desde el conocimiento. Para poder tomar decisiones informadas y responsables en entornos complejos y cambiantes.
Y, por último, no podemos olvidar que el dato es también una cuestión de confianza. La ciudadanía espera que el uso de la IA en el ámbito legal se haga con garantías, respeto a la privacidad, y criterios de justicia. Si no somos capaces de demostrar que nuestras soluciones tecnológicas están construidas sobre datos fiables, auditables y libres de sesgos, corremos el riesgo de perder esa confianza. Y sin confianza, no hay transformación que valga.
La verdadera innovación legal no empieza en la tecnología, sino en el conocimiento. Y el conocimiento, hoy más que nunca, depende de cómo gestionamos, cuidamos y compartimos nuestros datos. Apostar por una cultura del dato es apostar por una IA Generativa alineada con nuestros principios, preparada para los retos jurídicos del presente y del futuro, y capaz de contribuir a un sistema legal más eficiente, accesible y justo para todos. ■