nº 1.017 - 24 de abril de 2025
Reseña de la obra «1984» de George Orwell (1949)
Naroa Loroño Fano. Estudiante de segundo curso del Grado en Derecho + Especialidad Económica + Skills for International Lawyers (Universidad de Deusto. Bilbao)
Guerra es Paz, Libertad es Esclavitud, Ignorancia es Fuerza. Estas son las afirmaciones mediante las que el oráculo de Orwell examina la naturaleza opresiva del poder en su profunda reflexión sobre la manipulación de los regímenes totalitarios en su obra «1984».
En esta distorsión de la lógica, el Gran Hermano establece que la facultad para seguir los propios deseos y aspiraciones solo lleva a la autodestrucción y al sufrimiento, a la esclavitud y a la miseria.
A pesar de la ilusión por alcanzar la libertad individual, los ciudadanos protagonistas de la obra se encuentran limitados por un sistema de vigilancia omnipresente que controla cada aspecto de sus vidas.
Cualquier intento de disidencia o pensamiento independiente es castigado severamente, lo que hace que la verdadera libertad sea prácticamente imposible de alcanzar.
En la obra, el lenguaje se nos presenta como una herramienta de control que permite la manipulación de la percepción de la realidad. A través de la «neolengua», el Partido constriñe el pensamiento crítico y suprime la expresión de ideas subversivas, borrando del vocabulario aquellas palabras que evocan libertad y resistencia, lo que dificulta así la búsqueda de la emancipación.
De esta forma, el lenguaje se convierte en un instrumento de opresión, economizado y destruido para limitar la capacidad de resistencia. Bajo la premisa de que lo que no se nombra no existe, los protagonistas pierden las herramientas más básicas de protección, lo que les convierte en vulnerables frente a la tiranía del Estado.
La pérdida de la memoria nos enfrenta a la efímera naturaleza de la verdad, que desaparece en segundos. En esta realidad deformada, la posteridad es inalcanzable, ya que el régimen aplasta cualquier intento de dejar un legado duradero. La incapacidad para recordar a los que se fueron y lo que fue nuestro país refleja la manipulación de la memoria colectiva por parte del gobierno que socava cualquier intento de los ciudadanos de comprender su propio pasado y cuestionar la autoridad y legitimidad del régimen. Sin un entendimiento claro de la historia, la libertad se convierte en un concepto borroso e inalcanzable.
En medio de esta simulación, nos enfrentamos a la dificultad de discernir entre lo ficticio y lo real, obnubilados por las gotas de elixir con las que el gobierno controla las mentes y altera la percepción de la verdad. En este punto de la lectura nos asalta la siguiente pregunta ¿cómo reconocer la libertad si nunca se nos ha permitido comprenderla?
En la lucha desesperada por la libertad y la identidad, Orwell nos recuerda la importancia de la resistencia, incluso cuando todo lo que conocemos parece desvanecerse ante nuestros ojos. En el régimen totalitario de «1984», la libertad es una fachada diseñada para mantener a la población en un estado de sumisión y control. Aunque se promueve como ideal, está en realidad restringida por un sistema opresivo que busca mantener al Gran Hermano en el poder a cualquier precio, dejando claro que, en un mundo así, la verdadera resistencia radica en la capacidad de cuestionar lo que nos es impuesto. ■