nº 1.019 - 26 de junio de 2025
La ciberseguridad, el escudo invisible que protege la Agricultura 4.0
Sofía Álvarez Escobedo
Abogada. DPO y Consultora en Derecho Digital y Nuevas Tecnologías en Castroalonso
Todo esto forma parte de una silenciosa revolución: la agricultura digital o «agricultura 4.0»
El sector agrario presenta vulnerabilidades propias frente a los ciberataques
Durante mucho tiempo, el campo ha sido visto como un espacio tradicional, alejado del ruido tecnológico que domina las ciudades. Sin embargo, ha abrazado la digitalización con una rapidez que pocos habrían imaginado hace apenas una década. Hoy, drones que sobrevuelan parcelas para evaluar el estado de los cultivos, sensores que miden la humedad del suelo y plataformas digitales que ayudan a decidir cuándo sembrar, regar o cosechar forman parte del día a día de muchas explotaciones. Todo esto forma parte de una silenciosa revolución: la agricultura digital o «agricultura 4.0».
Este proceso de transformación ha traído consigo mejoras evidentes: mayor productividad, mejor uso de los recursos naturales y toma de decisiones más precisa. Pero también ha abierto una puerta a riesgos que antes eran impensables en el medio rural: los riesgos cibernéticos.
Cada sensor conectado, cada estación meteorológica automatizada, cada sistema de riego que funciona desde un teléfono móvil implica, también, una exposición a posibles ataques informáticos. Y aunque muchas explotaciones todavía no lo han percibido, la ciberseguridad se ha convertido en una necesidad básica para el campo digital.
Riesgos reales, consecuencias tangibles
El problema no es teórico: en los últimos años hemos visto ejemplos reales que demuestran la fragilidad del sector ante las amenazas digitales. En 2021, por ejemplo, el grupo alimentario JBS, uno de los mayores procesadores de carne del mundo, sufrió un ataque de ransomware que paralizó su actividad en varios países, obligando a la empresa a pagar un rescate millonario.
Esto demuestra que los ciberdelincuentes no distinguen entre sectores. Atacan donde encuentran oportunidades, y el agro —por su creciente conectividad y baja protección relativa— se está convirtiendo en un blanco atractivo.
No hablamos solo de empresas grandes: muchas cooperativas, explotaciones medianas o incluso pequeños productores utilizan ya soluciones tecnológicas que, si no están debidamente protegidas, pueden ser una puerta de entrada para el ciberdelito.
Un marco normativo aún en desarrollo
Desde el punto de vista regulatorio, la protección de datos personales en el ámbito agrario está cubierta por el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), especialmente cuando se gestionan datos de trabajadores, cooperativistas o clientes. Sin embargo, la protección de infraestructuras digitales del sector aún no cuenta con una normativa sectorial específica en España.
A nivel europeo, el Reglamento NIS 2 incluye a la industria alimentaria dentro de los sectores críticos para la seguridad y resiliencia de la Unión Europea. Las empresas que superen ciertos umbrales de tamaño son consideradas «entidades esenciales» y deben cumplir con estrictas obligaciones de ciberseguridad.
Estas obligaciones incluyen implementar medidas adecuadas para gestionar riesgos, proteger sus sistemas y garantizar la continuidad de sus servicios. Además, están obligadas a reportar incidentes de seguridad relevantes a las autoridades y someterse a supervisión para asegurar el cumplimiento de la normativa.
Un entorno expuesto por diseño
El sector agrario presenta vulnerabilidades propias frente a los ciberataques. Muchos profesionales aún no perciben el riesgo, y es frecuente encontrar dispositivos desactualizados, sensores sin cifrado, contraseñas por defecto y redes Wi-Fi sin protección. Además, en el entorno rural suele faltar personal técnico con conocimientos en ciberseguridad, lo que agrava la exposición.
Afortunadamente, mejorar la seguridad no exige grandes inversiones. Basta con aplicar algunas buenas prácticas: mantener los sistemas actualizados, usar contraseñas seguras y activar la verificación en dos pasos. También es muy recomendable realizar copias de seguridad de los datos y almacenarlas adecuadamente.
Y, sobre todo, formar al personal. Una sencilla capacitación puede marcar la diferencia: aprender a detectar correos sospechosos, proteger la información sensible y saber actuar ante un incidente debería ser parte de cualquier plan de modernización rural.
Hoy, las amenazas al campo no siempre llegan por tierra, sino que pueden entrar silenciosamente a través de un simple correo malicioso o una contraseña débil. Ignorar la ciberseguridad es dejar abiertas las puertas de la explotación al enemigo menos esperado. Y en el agro del siglo XXI, la tecnología es aliada, pero la seguridad es escudo. Solo así el campo podrá avanzar con fuerza, sin miedo y con la certeza de que lo que produce no solo es vital, sino también invulnerable. ■