Lo que realmente piensa un juez de nuestros informes orales y nunca nos habían dicho
Óscar Fernández León
Abogado y decano del Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla
Lo primero que me dijo fue simple, pero revelador: «Lo que más agradecemos es que el abogado se dirija al juez; somos nosotros quienes decidimos, no el compañero contrario»
Lo que más les incomoda es la falta de estructura; informes que mezclan hechos, valoraciones jurídicas y críticas a la parte contraria, todo en un «totum revolutum»
Si bien conforme a la actual tendencia a la oralidad en los procesos el informe oral está concebido por el legislador como un trámite esencial en la mayoría de los órdenes jurisdiccionales, lo cierto es que, si acudimos a la práctica diaria forense, nos encontramos ante su cuestionamiento por abogados y jueces.
En este complejo escenario, la presente colaboración ofrece una propuesta a los abogados para mejorar la calidad de sus informes orales, partiendo de lo que piensan los jueces sobre su exposición por los abogados. Y en este sentido, los abogados hemos de ser humildes, y escuchar lo que dicen los jueces sobre los errores que cometen los abogados a la hora de informar, ya que hay que plantearse que, como principales destinatarios del mismo, su información puede ser valiosísima para la evolución y mejora de nuestra praxis durante nuestra intervención procesal.
Pues bien, como he anticipado, hace unas semanas mantuve una conversación con un juez de Primera Instancia sobre este trámite, que todos conocemos, pero al que pocas veces prestamos la atención que merece, cual es el informe oral o trámite de conclusiones. Le pregunté, sin rodeos, qué espera un juez de nosotros cuando nos comenzamos a informar, qué le gusta, qué le irrita y qué mejoraríamos si estuviera en nuestra posición.
Comparto aquí sus ideas, porque creo que si las interiorizamos, podríamos mejorar mucho nuestra manera de ejercer.
Lo que los jueces valoran cuando informamos
Lo primero que me dijo fue simple, pero revelador: «Lo que más agradecemos es que el abogado se dirija al juez; somos nosotros quienes decidimos, no el compañero contrario.» Parece obvio, pero no siempre ocurre. Muchos informes se convierten en duelos personales entre letrados, olvidando que el centro del discurso debe ser el tribunal.
A los jueces les gusta un informe con orden, no una exposición caótica. Valoran que arranquemos delimitando los hechos controvertidos, que analicemos la prueba en relación con esos hechos, y que después expongamos los argumentos jurídicos con claridad. Sin rodeos, sin florituras, sin perdernos en historias que nada aportan.
También agradecen la concisión. Un informe no es una conferencia ni una nueva demanda: no se trata de decir mucho, sino de decir lo necesario (no decir lo que se sabe, sino lo que vale). Y todo ello sin faltar al respeto al compañero ni utilizar el turno para ajustar cuentas.
Los errores que más les molestan
Aquí el juez fue muy claro. Lo que más les incomoda es la falta de estructura como aquellos informes que mezclan hechos, valoraciones jurídicas y críticas a la parte contraria, todo en un «totum revolutum». También les disgusta que el informe se convierta en una réplica al otro abogado, como si el objetivo fuera ganar un debate y no convencer a quien tiene que dictar sentencia.
Otra crítica frecuente es la repetición. Volver a leer o recitar la demanda y la contestación no aporta nada. «Lo que está escrito ya lo hemos leído», me dijo. Tampoco gusta que el informe se alargue por puro relleno, ni que se introduzcan hechos nuevos o argumentos no expuestos en los escritos. Eso, además de improcedente, genera desconfianza.
Y, sorprendentemente, como ya hemos anticipado, algo que los jueces notan mucho: hay abogados que informan mirando al compañero, no al juez.
¿Cómo es para un juez un informe oral ideal?
La respuesta fue clara: el informe perfecto es aquel que ayuda al juez a dictar sentencia. Nada más, pero nada menos.
El informe debe estar bien estructurado, centrado en los hechos controvertidos y en la prueba practicada. Que analice uno a uno los hechos relevantes, vinculándolos con lo que declararon los testigos, expusieron los peritos o aportaron los documentos. Que después exponga de forma breve los fundamentos jurídicos y la jurisprudencia necesaria, sin leer sentencias completas.
Lo ideal es un informe honesto, que no manipule la prueba ni atribuya al juicio frases o hechos que no existieron. Expresado con claridad, sin grandilocuencias, y con una duración razonable. En definitiva: que ilumine, no que confunda.
Cómo podríamos mejorar
Su recomendación fue directa: «Ponte en el lugar del juez. Si fueras tú quien tiene que dictar sentencia, ¿qué necesitarías escuchar?» Esa sola pregunta cambia la perspectiva. El informe no es para lucirse ni para demostrar que sabemos mucho, sino para guiar al juzgador sobre lo verdaderamente relevante.
Asimismo, insistió en no tergiversar la prueba. El juez estuvo allí, escuchó lo mismo que nosotros; intentar confundirlo solo genera desconfianza.
Una reflexión personal
Esta conversación con el juez me influyó más de lo que esperaba, y lo hizo, sencillamente porque me recordó algo que a veces olvidamos entre escritos, plazos y egos: el informe oral no es un trámite a cumplir, sino una oportunidad para ayudar a decidir. Y para ello, me quedo con una frase que me dijo este juez: «El mejor informe es el que me permite dictar sentencia con tranquilidad.» Nada más exacto. No se trata de impresionar, sino de ser útiles. Puede parecer poco, pero en realidad es muchísimo.
Escuchar lo que piensan los jueces no es rendirnos a su criterio, sino mejorar el nuestro. Y quizá, si ellos también nos escuchan, todos ganamos: la profesión, los ciudadanos y, sobre todo, el propio sistema al que servimos. ■