nº 974 - 27 de mayo de 2021
Reseña de la obra ‘Leer Lolita en Teherán’, de Azar Nafisi (2003)
Marta Vélez Rodríguez. Estudiante de 1º curso del doble grado Relaciones Internaciones + Derecho (Universidad de Deusto. Bilbao)
«La curiosidad es la insubordinación en su forma más pura». Estas palabras de Nabokov recogen la esencia de la cruda realidad retratada en la novela de Nafisi. Leer Lolita en Teherán es ciertamente una obra que logra atrapar al lector a través de las rudas descripciones de la situación iraní a finales del siglo XX. La perspectiva femenina de la autora resulta excepcionalmente enriquecedora del relato, siendo las numerosas experiencias personales de la propia escritora las que consiguen hilar exitosamente la historia que se esconde en las páginas de la novela.
El argumento es aparentemente sencillo: durante dos años, una sobresaliente profesora iraní reúne semanalmente a siete alumnas de manera clandestina en el salón de su casa con objeto de analizar libros occidentales prohibidos. Autores como Nabokov, Austen, James y Fitzgerald proporcionan un punto de partida que se convertirá en el germen de sorprendentes reflexiones y, en ocasiones, conducirá tanto a las alumnas como a su profesora a cuestionarse su papel como mujeres en el autoritario régimen de la Republica de Irán. Obligadas a ser víctimas de la tiranía ideológica del régimen de los ayatolás, estas mujeres luchan por encontrar su propia voz y abandonar la jaula patriarcal en la que se encuentran encerradas. En palabras propias de la autora, «el peor crimen que cometen las ideologías totalitarias es que obligan a los ciudadanos, incluidas sus víctimas, a ser cómplices de sus crímenes».
Llevada la novela de Nafisi al ámbito jurídico, se observan referencias constantes a valores fundamentales del Derecho. Quizás los más resonados sean la justicia, la libertad y la igualdad. Si bien es cierto que estos principios fundamentales, junto con la seguridad jurídica, cobran especial importancia, dada su ausencia en el escenario descrito en la novela, resulta interesante mencionar un derecho aparentemente insignificante, pero claramente enfatizado por la autora: el derecho a la imaginación. «He llegado a la conclusión de que, sin la libertad de imaginar, sin el derecho a utilizar las obras de la imaginación sin restricción alguna, la auténtica democracia no puede existir». Nafisi nos recuerda una vez más cómo mueren las democracias, ofreciendo una perspectiva innovadora que trata de alejarse de un mero análisis político de la realidad iraní. Para ello se sumerge en las profundas implicaciones ideológicas que conlleva vivir en tales circunstancias, bajo la coerción de un Estado que impide conservar la individualidad e invade la intimidad ciudadana; un régimen que se inmiscuye en todos los aspectos de la vida de su pueblo. Un pueblo ansioso de libertad, pero temeroso de luchar por ella.
En definitiva, Leer Lolita en Teherán contribuye a la formación personal del lector jurista gracias a las detalladas y minuciosas descripciones del alcance de la represión estatal. Se trata indudablemente de una obra sobre la que reflexionar, pues –a diferencia de los relatos ficticios analizados por la profesora y sus alumnas– la realidad descrita por Nafisi es, tristemente, verdadera y lejana a la ficción. ■