nº 974 - 27 de mayo de 2021
¿Ha alcanzado la igualdad de género un nivel aceptable en la abogacía?
Claudia Geist. Socia de Gaona, Palacios y Rozados Abogados firma asociada a Roca Junyent Abogados.
Mientras me planteo cómo y en qué orden plasmar mis impresiones sobre el papel de la mujer en la abogacía, para atender la pregunta que me ha sido formulada, he de reconocer que me acomete cierta intranquilidad pues la decisión sobre si algo es aceptable o no tiene ciertas notas de subjetividad que no puedo obviar.
Esta subjetividad no sólo depende de mi persona y características, sino que también son deudoras de unos tiempos y una sociedad.
Lo que es aceptable para la mayoría de los madrileños en pleno 2021 de la era post-covid, quizá nada tenga que ver con lo que sería para alguna de mis compañeras abogadas veinte años más jóvenes y que viven en Málaga. Y por eso, erigirme en portadora de una opinión con pretensiones de generalidad, genera este desasosiego.
Por eso, recurro a los datos objetivos y, en un buceo rápido por internet, he encontrado suficientes pruebas que me inducen a pensar que, si bien no es aceptable, sí ofrece signos de mejora.
¿Por qué? Por una cuestión muy básica.
El principal síntoma de desigualdad que se observa en la abogacía española según los datos que recoge el informe realizado por el Consejo General de la Abogacía Española en 2017, tiene que ver con la diferente retribución y también con el hecho de que las mujeres apenas ocupan posiciones en los consejos de administración.
Sin perjuicio de recordar que, muy posiblemente, ambos elementos pueden estar relacionados, ya que perciben más y mejores honorarios aquellos abogados que no solo son socios del despacho, sino que ocupan cargos de responsabilidad, esta realidad no es tan diferente de la que se da en cualquier empresa.
En julio de 2020 el diario El economista informaba de que se retrasaba a 2022 el objetivo de alcanzar el 40% de las mujeres en los Consejos de Administración de las grandes empresas cotizadas y que no llegaba al 16% las mujeres que, en dichas entidades, ocupaban cargos de alta dirección.
Así que la abogacía en general y, sobre todo en las grandes firmas, no es ajena a esa realidad. La encuesta publicada por el CGAE antes citada, manifestaba claramente que el gran bufete de abogados era el espacio en el que parecía existir de forma más clara este techo de cristal: para el 68%, los hombres encuentran menos dificultades para acceder a puestos de responsabilidad en estos grandes despachos. Sin embargo, cabe tener en cuenta que se trata de los resultados de una encuesta, por tanto, de una percepción ampliamente mayoritaria entre las abogadas (85%) pero sólo compartida por algo más de la mitad de los abogados (54%).
En cualquier caso, muy probablemente una de las cuestiones que explican esta situación tenga que ver con la diferente estructura de género que tiene nuestra profesión por edades.
Así, pese a que en su conjunto ya podríamos hablar de cierta paridad en el número de hombres y mujeres colegiados en los distintos Colegios de Abogados de España, lo cierto es que, en la franja de edad de los mayores de 50 años, los hombres superan en casi al doble a las mujeres y esta diferencia se va moderando hasta invertirse casi al completo cuando observamos a los menores de 40 años.
Por tanto, se trata de una realidad que el propio relevo generacional podría ayudar a cambiar. Quizá es sólo cuestión de tiempo, pero también de constancia y de no rendirse ante los retos. Eso no significa tener que adoptar decisiones normativas sobre las llamadas cuotas de participación.
Desde mi punto de vista, forzar normativamente ese posicionamiento de la mujer, podría conducir a incrementar la necesidad que a veces tenemos, de demostrar más que un hombre nuestra valía. Porque sí, eso no ha cambiado. El aura de mayor capacitación que acompaña al género masculino en casi todo tipo de ámbitos y que se encuentra ubicado en nuestro inconsciente enterrado en lo más hondo debido a siglos de machismo; no desaparecerá en estos pocos años de mejoras en la igualdad. Por eso, es importante que las acciones que hagamos para superar esta situación no ahonden aún más en esa injusta predisposición y obligar a posicionar a la mujer, que por el mero hecho de cubrir una cuota puede generar que se olvide o se diluyan las competencias y habilidades que de por sí la caracterizan.
Sigamos pues trabajando en todo ello. ■