nº 977 - 23 de septiembre de 2021
La difícil e imprescindible desconexión
Andrés Pascual. Abogado y escritor
La incapacidad de tomar descansos impacta negativamente en nuestra salud mental
Uno de cada diez profesionales legales menores de 30 años tiene pensamientos suicidas por el trabajo
Despiertas una mañana y ves la fecha en el calendario: 1 de septiembre. Se acabó lo bueno. Te levantas, desayunas algo rápido (no olvides que ha empezado la temporada de no tener tiempo para nada) y subes al coche para ir al despacho. Que sí, que habías prometido que este año irías andando para bajar el colesterol, pero ya empezarás la semana que viene. Al final, la única forma realmente efectiva de bajarlo es a base de sentencias favorables, así que, cuanto antes empieces a trabajar, mejor. Una vez allí, nada parece haber cambiado. Los papeles están en el mismo sitio, incluso ese informe de perito tasador que dejaste bajo el ratón la noche que echaste el cierre. Te sientas en tu sillón ergonómico de oficina. Debería apetecerte volver a él tras el refresco estival, dejar que te abrazara su doble acolchado en piel negra, pero lo que sientes está muy lejos de la palabra apetecer. Observas la pantalla del ordenador, todavía desconectada. Como te gustaría estar a ti en este momento: desconectado. Como deberías haber estado durante los treinta y un días de agosto. Como no has logrado estar ni un solo día.
El pasado año, por la situación excepcional y –según decía el preámbulo del correspondiente Decreto Ley– para poder recuperar, al menos parcialmente, la actividad procesal que no se pudo llevar a cabo durante los momentos más críticos del estado de alarma, el BOE declaró hábil los benditos días de agosto y certificó el nacimiento de los «esclavos de Lexnet». Ok. Era preceptivo. Para qué quejarse, si no se podía hacer nada. La queja nos destruye y, además, salpica nuestro entorno de negatividad, generando lo peor que se puede generar en los negocios: rechazo. Pero, ¿qué tal fue este último agosto? ¿Te liberaste de las cadenas y de la bola de hierro?
Hagamos una brevísima labor de introspección, yo el primero. ¿Cuántos minutos –horas– de las pasadas vacaciones hemos pensado en los asuntos? ¿Cuántos de estos asuntos han experimentado imprevistos tan urgentes que nos han pedido revisar inexorablemente el correo en el móvil? ¿Cuántas veces lo hemos hecho para mostrarnos disponibles ante los clientes, no vaya a ser que piensen que no estamos a la altura, que no somos suficientes para ellos?
Recientemente, Acritas, la consultora de Thomson Reuters, de la mano de la International Bar Association (o, por así llamarlo, el Colegio Internacional de Abogados del que ya hablé en un artículo anterior), publicó una pionera y ambiciosa encuesta sobre la salud mental y el bienestar de los profesionales legales de todo el mundo. Como confía su presidente, los resultados conducirán a establecer prácticas más saludables, así como a iniciar conversaciones en sectores donde no se habla abiertamente del bienestar mental, haciendo que los abogados sufran en silencio.
Y ¿sabes cuáles son los factores que mayor impacto negativo tienen en el bienestar, por destruir nuestra salud mental? En los primeros puestos, junto al acoso y la intimidación, las presiones de tiempo poco realistas y la demanda de alcanzar los objetivos, encontramos este: la incapacidad de tomar descansos reales.
Los jóvenes, los más afectados
Según rezan las conclusiones de la encuesta, estos problemas afectan de manera desproporcionada a los jóvenes, aunque gran parte de todos los grupos de edad experimenta fatiga, trastornos del sueño y ansiedad. En particular –y cito textualmente el informe–, uno de cada diez menores de 30 años que trabajan en la profesión ha experimentado pensamientos suicidas como resultado del trabajo.
La encuesta de Acritas y la IBA utiliza una puntuación del índice de bienestar creada con la misma metodología que la OMS, solicitando a los encuestados que comenten con qué frecuencia se han sentido durante las dos semanas anteriores «calmados y relajados, alegres y de buen humor, activos y vigorosos, refrescados y descansados, y sintiendo que su vida diaria tenía interés». Y si bien el puntaje promedio del índice de bienestar de la OMS para la población general es 75, para los encuestados de la IBA fue de un bajísimo 51.
¿Te lo has preguntado alguna vez? ¿Cuántas veces te sientes así? Porque, con independencia de que tengas que bregar con los siempre complejos asuntos y con la rueda profesional en la que cada uno gira, y a pesar de que la vida es una constante montaña rusa, la respuesta debería ser que experimentamos esos sentimientos positivos de forma habitual. Si no, ¿qué sentido tiene tanto sacrificio?, ¿qué sentido tiene levantarse cada mañana?
Hayamos participado o no en esta encuesta, creo que merece la pena perder un minuto (de esos minutos que no podemos perder bajo ningún concepto porque ya ha pasado el verano y volvemos a no tener tiempo para nada) en planteárnoslo. En los momentos críticos, la cita más importante es con nosotros mismos, y paradójicamente suele ser la cita que más desatendemos.
Sería maravilloso disponer de las soluciones, pero eso nos pedirá otra labor de introspección un poco menos breve pero igualmente necesaria. Cuando menos, ahora disponemos de una radiografía clara que nos permite empezar a poner remedio. Si puedes formular las preguntas, puedes encontrar las respuestas. ■