nº 977 - 23 de septiembre de 2021
Reseña de la obra ‘Anatomía de un asesinato’, de Robert Traver (1958)
Arnau Gómez Etxeberria. Estudiante de 4º curso del Grado en Derecho + especialidad TICs (Universidad de Deusto. Bilbao)
1959. Con el telón de acero dividiendo el planeta entero en dos grandes bloques ideológicos, Anatomía de un asesinato nos hace olvidar, al menos en sus 459 páginas, la delicada situación geopolítica que el mundo vivía a finales de los años 50 y principios de los 60.
En su novela, Robert Traver, quien fuera miembro del Tribunal Supremo de Michigan, nos lleva a Iron Bay. En este minúsculo pueblo que pertenece al condado de la Upper Peninsula, en el estado de Michigan, la paz y la tranquilidad están a la orden del día, pero una noche de verano un excombatiente de la Segunda Guerra Mundial asesina, a sangre fría, al camarero del hotel del pueblo. A partir de este momento se desata la locura en Iron Bay, y el juicio por asesinato contra el teniente Manion adquiere tal repercusión que incluso llegan periodistas desde Washington para cubrir el proceso.
La novela explica el duelo entre Paul Biegler, un humilde abogado provincial que tratará de defender al teniente Manion, y Mitch Lodwick, el fiscal del condado, que junto a Claude Dancer, de la fiscalía general del Estado, tratará de encarcelar al autor del asesinato. La historia, a partir de su segunda parte, es la máxima expresión del principio contradictorio clásico de los procesos judiciales: Interrogatorios, discusiones, trucos procesales, y mucha tensión en la sala. Además, al margen de lo que ocurrirá ante el tribunal, ambas partes se verán inmersas en un mar de jurisprudencia, ya que, el derecho norteamericano es un derecho muy casuístico, donde los códigos, o lo que es lo mismo, la sistematización o recopilación del derecho en un único texto, no es común.
Además, deberán lidiar con testigos complicados, respuestas inesperadas y, sobre todo, con un juez muy exigente y perfeccionista. Además de explicar el devenir del proceso judicial, el autor hace constantes referencias a los razonamientos jurídico-fácticos que llevan a una y otra parte a proponer un determinado testigo, proponer una determinada prueba pericial o documental, dirigirse a un miembro del jurado en especial, o hacer una pregunta antes que otra. Puede que a simple vista parezcan cuestiones irrelevantes o detalles sin importancia, pero Robert Traver nos enseña que la puesta en escena de la defensa no es más que un show en el que cada detalle importa, un show en el que el orden de los factores puede alterar, y mucho, el producto final, entendiendo por producto final un veredicto, culpable o inocente, que está en manos de 12 extraños.
El Derecho penal tiene un papel central a lo largo de toda la obra. Como estudiante de Derecho, este libro me ha servido para reflexionar sobre los fines de la pena, sobre la evolución de las circunstancias atenuantes y agravantes del delito o sobre los móviles que empujan a alguien a delinquir. Lectura obligada para penalistas. ■