nº 978 - 21 de octubre de 2021
Tiempos de cambio en el arbitraje doméstico
José María Alonso Puig. Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid
Para que funcione con todas las garantías y cuente con el apoyo de las partes, el arbitraje tiene que estar dotado de absoluta credibilidad y excelencia
Nuestro deseo es contribuir a hacer realidad la visión de quienes, a lo largo de estas tres décadas, hemos apostado decididamente por el arbitraje
En noviembre de 2020, todavía bajo los serios efectos de la pandemia, se cumplieron 30 años de la creación de la Corte de Arbitraje del Ilustre Colegio de abogados de Madrid, cuando su Junta de Gobierno, liderada por el decano Antonio Pedrol, aprobó sus primeros estatutos y reglamento, iniciando así un largo camino, presidido por su vocación de servicio público, para hacer de este mecanismo de resolución de controversias una verdadera alternativa a la jurisdicción.
Aunque diversos factores han dificultado en este tiempo el despegue definitivo del arbitraje doméstico en nuestro país, una serie de circunstancias que se han venido alineando recientemente dibujan un panorama ciertamente optimista para la institución de arbitraje. Por un lado, la reciente doctrina del Tribunal Constitucional, construida a partir de una serie de sentencias que refuerzan este modelo de resolución extrajudicial de conflictos y, por otro, el aumento de la litigiosidad que amenaza con colapsar definitivamente un sistema de justicia históricamente saturado, abren una magnífica ventana de oportunidad.
Además de aliviar la carga de trabajo de la Administración de Justicia, gracias a su agilidad el arbitraje puede contribuir a proteger la actividad económica y el empleo en un momento de máxima importancia para apuntalar la recuperación tras la pandemia.
No obstante, para capitalizar un contexto más favorable, atrayendo esos pleitos de cuantías medianas en materias como transportes, seguros o responsabilidad civil que inundan particularmente los juzgados de lo Mercantil, el arbitraje debe hacer frente a uno de sus mayores desafíos: incrementar la confianza tanto entre clientes e instituciones empresariales, como entre los propios juzgados y tribunales españoles. Porque, no debemos olvidarlo, para que funcione con todas las garantías y cuente con el apoyo de las partes, el arbitraje tiene que estar dotado de absoluta credibilidad y excelencia.
Iniciativas del ICAM
Con ese ánimo, desde el Colegio de Madrid hemos impulsado distintas iniciativas para reinventar nuestra Corte en su 30 aniversario, actuaciones que incluyen la creación de un procedimiento de urgencia que se sirve de las nuevas tecnologías para resolver en tiempo récord los conflictos surgidos tras el estallido de la pandemia, o la puesta en marcha de una novedosa Escuela de Arbitraje para formar a los profesionales que deberán abanderar el salto adelante del arbitraje interno en los próximos años.
Unido a una serie reformas estatutarias impulsadas en los últimos años, y a la presencia de la Corte del ICAM como socio estratégico en el nuevo Centro Internacional de Arbitraje de Madrid, que aspira a ser el referente de los procedimientos arbitrales en lengua española y portuguesa, nuestro deseo es contribuir a hacer realidad la visión de quienes, a lo largo de estas tres décadas, hemos apostado decididamente por el arbitraje como una manera tan válida como la jurisdicción para encontrar una salida justa y equilibrada a las desavenencias que no pueden, o no quieren, dilatar en el tiempo su resolución.
Se respiran, pues, tiempos de cambio en el arbitraje y quienes, desde los colegios profesionales, tenemos la posibilidad –y la responsabilidad– de promover sus bondades entre los distintos estamentos jurídicos, debemos dar un paso al frente y abanderar esta nueva etapa. Desde Colegio de Abogados de Madrid, con una nueva Corte pensada para un nuevo tiempo, confiamos en estar a la altura del desafío. El esfuerzo, no me cabe duda, valdrá la pena. ■