nº 979 - 25 de noviembre de 2021
Rompamos una lanza en favor de la oratoria forense
Óscar Fernández León. Abogado y experto en habilidades profesionales
Podemos afirmar sin ningún género de dudas que el cultivo de la disciplina de la oratoria forense es imprescindible para el abogado del siglo XXI
Una buena preparación oratoria favorecerá la seguridad y confianza del abogado en sí mismo, incrementando con ello su autoestima profesional
Proveniente del latín «orare», cuyo significado es «hablar o exponer en público», el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define a la oratoria como el «arte de hablar con elocuencia; de deleitar, persuadir y conmover por medio de la palabra».
Tradicionalmente considerada como el género judicial oratorio, centrado en la comunicación oral que se produce frente a los jueces con la intención de defender o acusar a alguna persona en relación a asuntos pasados, de justicia e injusticia, la oratoria forense puede definirse como un género de la oratoria practicada en los actos procesales (audiencias y vistas) ante los juzgados y tribunales de Justicia, a través de la cual las partes, o con mayor frecuencia sus letrados, resumen ante el juez o los magistrados los hechos, las pruebas y los fundamentos de derecho que apoyan su tesis y su petición de un pronunciamiento favorable a los intereses de parte.
Pero, ¿es importante la oratoria para el abogado?
Podemos afirmar sin ningún género de dudas que el cultivo de la disciplina de la oratoria forense es imprescindible para el abogado del siglo XXI.
Como afirma Concha Calonje, los abogados, como artífices de la argumentación, nos diferenciamos profesionalmente cuando analizamos, dictaminamos y presentamos los casos de nuestros clientes ante el juez, valorando los hechos y defendiéndolos ante las valoraciones del contrario y razonando con referencia al precedente o conforme a la norma aplicable. En este proceso contradictorio, en el que el objetivo es persuadir y convencer al juez de que adopte una decisión conforme a nuestros postulados y rechazando los del contrario, los abogados nos servimos de la comunicación para realizar una argumentación metódica y eficaz que no podrá prescindir del buen uso de las normas de la comunicación y de la estrategia comunicativa y de sus reglas.
Efectivamente, las normas y reglas oratorias se antojan necesarias puesto que en un foro en el que prevalezca el principio de oralidad, no solo bastará al abogado conocer a fondo la materia jurídica y su aplicación a los hechos controvertidos, sino que tendrá que exponer en las audiencias sus conclusiones hablando de una forma especial, de cierta manera, en un contexto de debate con otro orador en el que la discusión profunda sobre la materia va a ser resuelta por una tercera persona o personas con conocimientos cualificados sobre la materia, personas que deberán ser persuadidas y convencidas a través de una forma de expresión bien definida.
En definitiva, el abogado debe esforzarse por conocer las reglas de la oratoria y de su estrategia, procurando con ello formarse de manera continua y permanente, lo que sin duda alguna llevará a que no solo será más eficaz en la defensa de sus clientes, sino que contribuirá con la obtención de una Justicia más recta y acertada.
Principales cualidades requeridas
De este modo, el abogado que dispone de la habilidad oratoria debe estar revestido de las siguientes cualidades:
– Elocuencia: desde una perspectiva general, la oratoria, a través de sus normas y reglas, será para el abogado un auxiliar poderoso para que el Tribunal acepte sus ideas y resuelva la controversia.
– Argumentativo: Igualmente, continuando en la perspectiva general, a través de la oratoria, el abogado logrará disminuir o reducir el valor de los argumentos contrarios.
– Pensamiento estratégico: el abogado, a la hora de preparar sus argumentos y la defensa frente a la refutación de los mismos, desarrollará el pensamiento estratégico, el cual le será muy útil en su ejercicio profesional, incluso cuando no intervenga ante los tribunales.
– Agilidad mental: al estar continuamente alerta y preparado para rebatir argumentos, impugnaciones o cualquier otra cuestión, la oratoria favorecerá su agilidad mental e intelectual, la cual se mostrará no solo en sala, sino durante la preparación del juicio. La atención centrada es por tanto consustancial al orador.
– Gran comunicador: la oratoria permite al abogado ser un gran comunicador, y ello a través una exposición más clara, directa y natural que facilita y potencia la comunicación necesaria entre el abogado y el juez. Pero esta facilidad de comunicación no se limita al ámbito forense, sino que lo excede y se desarrolla en otros ámbitos profesionales y personales.
– Capacidad de improvisación: la seguridad que proporciona el dominio de las reglas oratorias, consustancial al dominio de la materia tratada, fomenta la capacidad de improvisación y los reflejos del abogado, lo que le ayudará a reaccionar en situaciones imprevistas que suelen producirse en los actos judiciales con ingenio.
– Seguridad: el dominio de las técnicas oratorias proporciona la seguridad al abogado que le ayudará a superar el miedo y el temor escénico habitual antes y durante sus intervenciones en sala y poder así actuar con el aplomo propio de alguien preparado para convencer a través del uso de la palabra.
– Organización: la oratoria hace al abogado más organizado, pues aquella requiere de orden, estructura y mucha disciplina a la hora de preparar nuestras intervenciones (informe oral, interrogatorios, etc.) y, cómo no, durante las mismas.
– Conocimiento de otras disciplinas: la oratoria nos permitirá acceder a conocimientos de otras disciplinas, ya que los abogados tratamos con asuntos que no se limitan al conocimiento de la ciencia jurídica, sino que esta debe aplicarse a situaciones de la vida real que afectan a todos los órdenes de la existencia humana: psicología, técnicas de comunicación, lenguaje verbal, no verbal, gramática, cultura general, etc.
En definitiva, una buena preparación oratoria favorecerá la seguridad y confianza del abogado en sí mismo, incrementando con ello su autoestima profesional, muy positiva para disfrutar de los éxitos y afrontar los fracasos que, sin duda, nos acompañarán durante nuestra práctica profesional. ■