nº 982 - 24 de febrero de 2022
Reseña de la obra ‘Un dios salvaje’, de Yasmina Reza (2007)
Igor Palomo Lobato. Doble grado ADE + Derecho (Universidad de Deusto. Bilbao)
En palabras de Nietzsche, «la sencillez y la naturalidad son el supremo y último fin de la cultura». Ciertamente, Yasmina Reza en Un dios salvaje ha plasmado esa visión a la perfección, en una excelente demostración de cómo, partiendo de una situación cotidiana, se puede realizar una obra profunda y reflexiva.
Sin una amalgama de personajes desmesurada, ni un atrezzo barroco, Reza da forma a la trama de la obra: la reunión entre dos parejas. Por un lado, los Houillé. Veronique, escritora y soñadora y Michel, comercial de productos del hogar acomodado en su día a día. Y por otro, los Reille. Allain, abogado de una gran farmacéutica con una ética cuestionable, y Anette, que denuncia la falta de implicación de su marido en la vida familiar.
Veronique y Michel ejercen de anfitriones con el fin de tratar la riña entre los hijos de ambas familias, Bruno Huillé y Ferdinand Reille. En efecto, el segundo ha agredido con un palo a Bruno, causándole la pérdida de dos incisivos. No obstante, la actitud mostrada por los participantes de la velada está lejos de ser la idónea y, de hecho, es probable que desbarate el intento de limar asperezas.
En este sentido, cabe destacar que el conflicto infantil, motivo inicial de la reunión, solo es el punto de partida de la historia. Reza trata de forma indirecta dicha temática, permitiendo al lector percatarse de la forma de proceder de cada personaje y descubrir el verdadero eje principal de la trama. A medida que transcurre la conversación entre ambas familias sin alcanzar acuerdo alguno, los improperios que se propinan los unos a los otros comienzan a hacer mella. Comportamientos tan interiorizados por los personajes de la historia que, salvo que se recreen de forma exacerbada, pasan totalmente inadvertidos.
Por tanto, dichas conductas tienen un componente revelador acerca de cada protagonista. Extenuados por la presión que las convenciones sociales ejercen sobre ellos, en un acto de desinhibición sin precedentes, se abren en canal exponiendo vehementemente cada uno de sus sentimientos. De esta espiral de emociones desatada sin control alguno, salen a relucir disputas maritales y mentiras por doquier. Los personajes se agreden mutuamente y de forma indiscriminada. Probablemente, fruto de la corrección política. A fin de cuentas, pese a que las convenciones sociales han dado pie al civismo o la democracia, no menos cierto es que también han reforzado las mentiras piadosas o la doble moral. Por tanto, en la obra de Reza se está sometiendo a juicio el sistema de valores occidental que, en base a lo mostrado por cada personaje, aún está lejos de alcanzar el culmen.
Para finalizar, mención aparte merece la agresión sufrida por Ferdinand y el caso de bullying que se deja entrever. Pese a que no se profundiza en exceso en la obra, el debate sobre la justificación de la violencia en legítima defensa, y cuanto debe ser el miedo a soportar por una persona que está siendo acosada antes de agredir a su verdugo se antoja interesante. ■