nº 983 - 31 de marzo de 2022
Consecuencias positivas y negativas de la pandemia para los despachos de abogados
Superando una pandemia funesta
Noemí Juaní Ramón. Directora ejecutiva de Gaona, Palacios y Rozados Abogados, despacho asociado a RocaJunyent
No debe haber nadie que no haya oído e incluso usado alguna vez la frase «No hay mal que por bien no venga», un refrán que se arraiga en nuestras raíces y no tiene su excepción en la pandemia, uno de los mayores males de los últimos tiempos.
Para empezar, dejamos de creer en que todas las reuniones se debían hacer presencialmente para poder generar un mejor clima de confianza cuando se hacían con el cliente, o detectar todos los matices del posible acuerdo cuando hablábamos con el contrario. No voy a negar que la presencialidad humaniza mucho más nuestras relaciones, pero, una vez que han desaparecido las restricciones de movilidad, también hemos constatado que es amable facilitar los encuentros, máxime cuando el tiempo es un valor muy importante. Nuestras agendas ahora son más fáciles de gestionar y no declinamos una cita ni pedimos que se retrase la posibilidad de un acuerdo porque estemos en otra ciudad. Ojalá la Administración de Justicia supiera verlo igual.
El confinamiento también supuso para muchos de nuestros compañeros la constatación de que se puede trabajar sin el papel impreso. En la mayoría de los despachos ya se disponía de un programa de gestión de expedientes y, sin duda alguna, hacía mucho tiempo que nuestras comunicaciones no se basaban en ese soporte material; pero se continuaba cayendo en el error de imprimir el correo electrónico cuando en él se estaba matizando un acuerdo, la demanda que debía contestarse o la sentencia que queríamos recurrir. Durante aquella primavera de 2020, en la mayoría de nuestras casas no teníamos impresora o, si la teníamos, percibimos que el coste en tiempo y en papel y tinta no merecían la pena.
Esto es positivo, no solo para el medio ambiente, como es obvio, sino que también se gana en eficacia y en eficiencia. Perdemos menos tiempo, hacemos de nuestros despachos oficinas más rentables y nos equivocamos menos.
Por otro lado, es obvio que las consecuencias económicas que han padecido todas las personas físicas y jurídicas no han hecho excepciones con los despachos de abogados, pero eso ha generado un movimiento interno en toda la abogacía que está suponiendo un verdadero salto cualitativo en nuestras estructuras.
En efecto, frente a los despachos individuales tradicionales se ha abierto un nuevo mundo que mediante colaboraciones, asociaciones o creación de verdaderas sociedades profesionales están construyendo firmas más potentes y que pueden facilitar a sus clientes más especialización, más competencia, más capacidad y más fortaleza.
Sí, hemos tenido que realizar ajustes, pero eso puede suponer una mejor conciencia de la necesidad de hacer de nuestros despachos estructuras eficientes porque así, el servicio que prestaremos será más adecuado a lo que nuestros clientes demandan y necesitan.
Eso también ha llevado a que se haya producido un verdadero boom en la aparición de herramientas tecnológicas específicas para el mundo legal que aportan soluciones de automatización y de mejora de nuestros procesos internos.
Nos hemos modernizado y hemos crecido junto con la sociedad en la que estamos inmersos demostrando que, cuando se nos consideró función esencial, estábamos a la altura. ■