nº 984 - 28 de abril de 2022
Semejanzas y diferencias entre ESG y RSC
Manuel Camas. Presidente y socio director de Gaona, Palacios y Rozados Abogados
Conocí en una cena en Marbella a Kofi Anam, era una persona con un halo de respetabilidad y de trascendencia fácilmente perceptible. De lo que hablamos en estas líneas es un ejemplo de su visión y decisiva influencia en el futuro.
Ya en el siglo XIX algunos empresarios se preocupaban por el bienestar de sus trabajadores, era una actitud que más tenía que ver con la caridad que con preceptos morales o éticos, desde luego estaba muy lejos de constituir una obligación, ni tan siquiera una exigencia de crédito social.
Hacia 1950 surge en los Estados Unidos el concepto moderno de responsabilidad social corporativa, en medio del debate sobre la responsabilidad empresarial, se establecía como una consecuencia de la propia responsabilidad individual del empresario para con la sociedad.
Es en los años setenta cuando el concepto se extiende, las grandes corporaciones lo hacen suyo y comienzan efectivamente a desarrollarlo y dotarlo de contenido, más próximo al altruismo y con la crítica, posiblemente injusta, de buscar un mayor crédito social para la empresa, por encima de objetivos relevantes.
El impulso más importante que ha podido dársele procede del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, los denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), también conocidos como Objetivos Globales, adoptados por las Naciones Unidas en 2015, partiendo de un debate abierto bajo los auspicios de Kofi Anam a principios del milenio, han supuesto un llamamiento universal para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que para el 2030 todas las personas disfruten de paz y prosperidad.
Los 17 ODS están integrados: reconocen que la acción en un área afectará los resultados en otras áreas y que el desarrollo debe equilibrar la sostenibilidad social, económica y ambiental.
Son los Objetivos de Desarrollo Sostenible los que generan un avance indiscutible en el concepto de responsabilidad social de las empresas, han supuesto una planificación de las metas a alcanzar y alineado en una misma dirección a todos los sectores económicos, públicos y privados.
La herramienta que busca medir en las empresas el grado de cumplimiento de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) es precisamente ESG (Environmental, Social and Governance). Lo hace seleccionando variables medioambientales, sociales y de gobierno como indicadores del progreso en el logro de esas metas.
El fin de la pobreza, acabar con el hambre, la salud y el bienestar, la educación de calidad, la igualdad de género, la energía asequible y no contaminante, un trabajo decente y el crecimiento económico, industria, innovación e infraestructuras, reducción de las desigualdades, ciudades y comunidades sostenibles, producción y consumo responsables, acción pro el clima, cuidar la vida submarina, proteger la vida de los ecosistemas terrestres, la paz, la justicia e instituciones sólidas y un sistema de alianzas para lograr estos objetivos son los diecisiete ODS.
La alianza de la Unión Europea con esos objetivos de mejora de la sostenibilidad y aumento de la confianza en las empresas tanto de inversores, como de consumidores y de la sociedad en general, llevada a las Directivas del Parlamento Europeo y el Consejo, y transpuestas a nuestro ordenamiento, ha obligado a la modificación de muy diversa normativa mercantil, de auditoría de procedimientos administrativo, contable, etc. Pero sobre todo ha hecho que la obligación de transmitir información empresarial no financiera se constituya en una necesidad de reflexión, medición, modificación de procedimientos al que nunca se había llegado con el concepto tradicional de Responsabilidad Social Corporativa.
El legislador no oculta el objetivo de medir, supervisar y gestionar el rendimiento de las empresas y su impacto en la sociedad, lo califica de esencial para la gestión de la transición hacia una economía mundial sostenible que combine la rentabilidad a largo plazo con la justicia social y la protección del medio ambiente.
La sociedad se torna cada vez más compleja, de la sencillez de la RSC, voluntaria y voluntarista, pasamos a la complejidad de las herramientas de ESG, necesitadas de asesoramiento para su implementación y de mayor implicación de todos los componentes de la empresa, con el impulso de la convicción, pero también con el de unos poderes públicos absolutamente decididos en exigirlos como instrumento de mejora de la sociedad en su conjunto. ■