nº 985 - 26 de mayo de 2022
Los errores del interrogatorio y las máximas de litigación
Óscar Fernández León. Abogado y experto en habilidades profesionales
Antes de tomar la decisión de interrogar, hemos de fijar nuestro objetivo y evaluar las posibilidades de lograrlo
Hemos de evitar preguntar sobre cuestiones poco relevantes que no aporten nada a la resolución del caso o ser poco concretos
Interrogar a los testigos con eficacia no es nada fácil, afirmación que todos los que nos hayamos enfrentado a un interrogatorio desde el estrado podemos confirmar abiertamente. Enfrentamientos con el testigo, olvidos de preguntas claves, preguntas declaradas impertinentes, etc. son algunas de las piedras que, en ocasiones, vamos cargando en la mochila cuando salimos de la sala de vistas. Y es aquí donde las técnicas de litigación pueden echarnos una mano, ya que aquellas nos suministran algunas máximas que, creadas por la experiencia de cientos de abogados que nos han precedido, se dirigen a evitar o minimizar los fallos que se producen durante nuestras intervenciones forenses.
Con esta idea, vamos a exponer algunos de los errores más comunes que se producen durante los interrogatorios, precisamente por el incumplimiento de algunas de dichas máximas.
Preguntar sin un objetivo importante y alcanzable: el interrogatorio, acorde con su fin estratégico, solo procede cuando se tiene un objetivo que desde el punto de vista probatorio resulta relevante y que, en la práctica, tiene visos de ser alcanzable. Por lo tanto, antes de tomar la decisión de interrogar, hemos de fijar nuestro objetivo y evaluar las posibilidades de lograrlo. Únicamente en el caso de que sea posible alcanzarlo, entraremos a interrogar; de lo contrario, es preferible mantenerse en silencio. De esta forma, evitaremos la realización de un interrogatorio deficiente y propenso a disminuir la credibilidad de nuestra línea de defensa ante el juez. A veces, la mejor pregunta es la que no se hace.
No llevar preparado el interrogatorio: para abordar con éxito un interrogatorio es necesaria una exhaustiva preparación, o lo que es lo mismo, decidir aspectos tan relevantes como conocer a fondo al testigo, definir la estrategia a seguir (naturalmente partiendo del objetivo ya determinado), determinar el orden cronológico o temático que seguiremos, la modalidad de preguntas a emplear, el ritmo y empleo de los diversos tipos de preguntas, la intensidad del tono a emplear, la determinación de las evidencias con las que contamos, etc.
Cuando no hay preparación, salta a la vista dicha circunstancia, pues se producirán errores fruto de la falta de una estrategia definida.
Leer las preguntas del interrogatorio: es práctica común del abogado preparar el interrogatorio elaborando las preguntas en una lista escrita para facilitar su organización y estudio. Ahora bien, interrogar a los testigos leyendo literalmente las preguntas, y especialmente al testigo de contrario, resulta harto incómodo, pues el interrogatorio se vuelve artificial y poco fluido, lo que redunda en su eficacia. En estos casos el testigo tiene tiempo de pensar, se siente confiado y seguro porque ve que no preguntamos espontáneamente y llega a pensar que no estamos preparados; el juez se aburre y empieza a perder la atención necesaria, etc.
Ser poco claros y precisos en las preguntas: a la hora de interrogar hemos de centrarnos en los puntos esenciales que nos interesa corroborar o desvirtuar a través de la prueba testifical, y para ello hemos de ser muy precisos, concretos y directos. Por lo tanto, hemos de evitar preguntar sobre cuestiones poco relevantes que no aporten nada a la resolución del caso o ser poco concretos. Ciertamente, habrá fases en las que debamos emplear las preguntas generales y abiertas para nuestro propósito, pero esto no tiene que significar que nos estamos alejando de nuestro objetivo, sino todo lo contrario, en estos casos lo que hacemos es dirigir el interrogatorio al lugar que estratégicamente nos interesa.
Sentirse intimidados ante una llamada de atención del juez: en ocasiones el juez nos llama la atención sobre la forma en la que estamos llevando a cabo el interrogatorio o nos avisa con el consabido «Tiene Vd. alguna otra pregunta que realizar». En estos casos, si el abogado no está atento y concentrado, puede verse afectado por la llamada del juez y dar por terminado el interrogatorio antes de tiempo, quedando numerosas cuestiones sin precisar. Esto denota una total falta de confianza en el abogado que habrá que corregir, si bien hemos de reconocer que el aviso del juez ya, de por sí, puede suponer que algo no está funcionando correctamente.
Emplear tecnicismos: utilizar tecnicismos implica vulnerar la regla de la claridad y precisión que debe prevalecer en todo interrogatorio dada la incapacidad del testigo para entender términos técnicos o jurídicos. Esto es una norma que no precisa de muchas explicaciones, pues la necesaria fluidez del interrogatorio exige evitar las interrupciones que sin duda se producirán y que perjudicarán el ritmo del mismo.
Ser reiterativos en la pregunta: A veces, durante el contrainterrogatorio, volvemos a reiterar preguntas que ya se han realizado anteriormente durante el interrogatorio directo, y que con seguridad recibirán la advertencia del juez. En otras ocasiones, la pregunta repetitiva se hace de forma involuntaria por el abogado debido a falta de atención en el desarrollo del interrogatorio, proceder este que transmite una pobre intervención de aquél y afecta notablemente a la credibilidad de su defensa.
Adaptación y flexibilidad: si nos aferramos al interrogatorio que llevamos planteado, estaremos perdidos, pues todo juicio está repleto de novedades y sorpresas en lo que se refiere a la información que suministran los testigos. Por ello, hemos de adaptarnos al universo del juicio, y cuando sea necesario realizar sobre la marcha los cambios necesarios. Como señala Colman: «por mucho esfuerzo que haya hecho el abogado en planificar la secuencia del interrogatorio, deberá abandonar dicha planificación cuando sea necesario o prudente. A veces, no basta con previsión y trabajo, sino que se requiere flexibilidad y adaptarse a las oportunidades».
No tocar todos los puntos clave del caso: en todo contrainterrogatorio siempre hay un número de temas claves que hemos de considerar a la hora de interrogar al testigo y que se incluyen en uno u otro objetivo. Por consiguiente, durante el contrainterrogatorio es fundamental, a medida que avanza el mismo, ir examinando dichos temas y que no queden sin la respuesta apropiada. De no hacerlo, no alcanzaremos el objetivo previsto. ■