nº 986 - 30 de junio de 2022
Reseña de la obra ‘La hoguera de las vanidades’, de Tom Wolfe (1987)
Olaia Mujika Andueza. Estudiante de 2º curso del doble grado RRII + Derecho (Universidad de Deusto. Bilbao)
La hoguera de las vanidades tiene como protagonista a un asesor financiero, que se ve inmerso en todo tipo de desventuras desde que se pierde por las calles de Nueva York con su amante. Tom Wolfe, como buen maestro de la trama, hila una compleja historia que abarca todo un abanico de temas de distinta índole que no solo sorprenden al lector o lectora en la medida en que aparecen, sino que invitan a seguir leyendo a la espera de qué vendrá después.
Todo empieza cuando un hombre pudiente de Park Avenue atropella, y no socorre a un chico negro residente en Bronx. Henry Lamb, el chico atropellado, es un buen estudiante que lejos de conformarse con su vida actual, marcada por los sinsabores de la pobreza, trabaja duro para labrarse un futuro mejor. No obstante, tiene la suerte o infortunio, según a quien se le pregunte, de que lo sucedido sea de interés para gente que únicamente desea ver realizados sus propios intereses.
Esta trama aparentemente sencilla, se desarrolla y se va entrelazando con otros sucesos que nos muestran la verdadera cara de la avaricia representada sobre todo por la alta sociedad. Sin embargo, si algo nos deja claro esta novela es que tanto ricos como pobres, todos tienen algo en común: todo el mundo miente. Nueva York nos es revelada, por tanto, como el escenario perfecto donde caben todo tipo de vivencias.
El protagonista, que en la vida real se ganaría la antipatía de muchos, consigue que el lector o lectora termine empatizando con él, y es que, a pesar de todo, el más castigado es el más sincero. La hoguera de las vanidades nos muestra, en resumen, cómo cada personaje se quema en su propia avaricia, pues parece que los humanos no estamos preparados ni para el éxito, ni para el fracaso.
Por otro lado, la obra está fuertemente relacionada con el Derecho. Quisiera destacar la especial relevancia de los valores de igualdad y justicia en ella, aunque quizá es más acertado decir que lo que predomina es, precisamente, la falta de las mismas. A medida en la que avanza la obra, observamos lo que a priori es un acto de justicia como perseguir, y juzgar al autor de un delito, convertirse en poco más que un espectáculo en el que la justicia y la igualdad valen de poco frente al dinero y a los intereses personales. Y es que, esta es una realidad que todo jurista debe aprender: que no siempre se hace justicia.
Si algo tengo que reprochar a esta novela es, sin duda, la simplicidad de sus personajes femeninos en contraposición con la riqueza de carácter y personalidad de los masculinos. Por lo contrario, lo que más me ha gustado es el cóctel de críticas que nos prepara Tom Wolfe en cada capítulo de la novela, pues ningún personaje ni suceso se salva de la agudeza de su ironía. Es una obra altamente recomendable, amena y entretenida, que sin duda volveré a leer en un futuro. ■