nº 987 - 28 de julio de 2022
Cómo multiplicar tu carisma
Andrés Pascual. Abogado y escritor
Hay abogados que no necesitan esforzarse para hacerse oír, que hacen que todo el mundo se gire hacia ellos cuando entran en sala
Todo pasa por eliminar las barreras interiores y potenciar las cinco cualidades comunes a las personas carismáticas
Cada día más, los despachos me piden talleres de soft skills, esas habilidades blandas (sobre liderazgo, empatía, adaptabilidad, gestión emocional…) que de blandas tienen poco porque son las que marcan la diferencia en el nuevo paradigma tecnológico. Dado que todos tenemos a golpe de clic los mismos conocimientos técnicos, estas competencias aportan el componente humano que impulsa a las empresas al éxito. Puede que seas un licenciado en Derecho de matrícula de honor, pero si no sabes trabajar en equipo, escuchar, comunicar o administrar tu tiempo –por poner unos ejemplos–, es probable que la profesión se te ponga muy cuesta arriba.
En estos encuentros, dando un paso más allá, muchos compañeros me preguntan cómo pueden potenciar su carisma. Y la primera buena noticia es que el carisma no nace, se hace. Hay abogados que no necesitan esforzarse para hacerse oír, que hacen que todo el mundo se gire hacia ellos cuando entran en sala. Su conversación atrae, sus ojos atraen, su voz atrae, su confianza atrae. Y si bien durante mucho tiempo se había pensado que este magnetismo era algo que nos tocaba en suerte o no tener de nacimiento, las investigaciones de psicólogos, sociólogos y neurocientíficos han demostrado que esto no funciona así.
Eliminar las barreras interiores
Si conoces las claves y te preparas como es debido, tu carisma se multiplica exponencialmente. Todo pasa por eliminar las barreras interiores (entre otras, esas creencias limitantes sobre nosotros mismos, muchas veces fruto de pasar el día comparándonos con el resto) y potenciar las cinco cualidades comunes a las personas carismáticas: presencia, convicción, entusiasmo, generosidad y calidez. Hoy quiero compartir algunos secretos de la primera.
¿Te has dado cuenta de que, cuando hablamos de personas carismáticas, solemos utilizar la expresión: «Tiene una gran presencia»? De primeras podría pensarse que con eso nos estamos refiriendo al aspecto físico, pero no es así. Consiste en estar presente aquí y ahora, en este momento concreto y en este lugar concreto, dedicando toda tu atención a la persona o personas que tienes enfrente. No permitir que la mente se te vaya a otro lado.
Imagina que tienes que hacer una presentación ante tus socios o un cliente, o informar en el estrado. Abres la carpeta, te dispones a empezar y en ese momento se te echa encima todo el estrés que venías acumulando mientras la repasabas en el despacho, o te devora la ansiedad porque piensas que no vas a estar a la altura, o te distraes con cada gesto o mirada o susurro que escuchas. Resumen, estás en todas partes menos donde tienes que estar. Te preocupa lo que estarán pensando, lo que ocurrirá mañana, cuando llegue la sentencia. Comienzas a hablar y, en lugar de prestar atención plena a la otra persona, te dedicas a repetir mentalmente lo que has dicho para revisar cómo te ha quedado, te preguntas si habrás estado acertado, si habrás dado la imagen adecuada. ¿Qué consigues con este repaso mental? Perder tu atención en el otro y parecer ausente. Tus ojos y tus gestos delatarán de inmediato que tienes la mente en otra parte, y no hay nada menos carismático.
Dedica dos minutos a observar un objeto
Hay un ejercicio de atención plena que a mí siempre me funciona cuando quiero prepararme antes de hablar en público, y que puede parecer naif, pero arroja unos resultados espectaculares. Consiste en dedicar dos minutos a observar un objeto. Escoge uno de los objetos que tengas sobre la mesa y obsérvalo durante ese breve tiempo. Puede ser una grapadora, la insignia del Colegio por los 25 años o el ratón del portátil, cualquier cosa. Lo importante es que, sea lo que sea, lo mires como si lo vieras por primera vez. Analiza su forma, los materiales y piezas que lo componen, su color y su textura, cómo está colocado. No pienses en su utilidad o en si te gusta o no, juicios fuera. Solo piensa en cómo es en este preciso instante. De esta forma, conseguirás vaciarte de todo ruido mental y cuando salgas a escena no habrá ningún runrún interno que pueda confundirte. Habrás multiplicado tu presencia y estarás al cien por cien de atención para reaccionar con agilidad.
Deja que también comparta contigo otras dos claves sencillísimas que, más allá del trabajo de educar tu mente, te ayudarán de forma muy sencilla a estar más presente en el aquí y en el ahora:
Primero, asegúrate de estar cómodo físicamente. Del mismo modo que has de evitar que tu mente te robe la atención que has de mostrar al aquí y al ahora, evita que te la robe tu cuerpo. Asegúrate de haber dormido bien, de haber comido sano para que tu estómago no te pegue patadas; y, yendo a un plano aún más superficial pero no menos importante, asegúrate también de escoger la ropa adecuada. Si tienes calor o frío o te pica la etiqueta de la camisa o el vestido, la cabeza se te irá ahí todo el rato.
Y, segundo, apaga las notificaciones de tus dispositivos. O mejor, déjalos en el abrigo o en el maletín. Esto es fundamental por una sola razón: o eres el amo de tu móvil y lo miras solo cuando tú quieres y conviene a tu agenda, o eres su esclavo. Tú eliges. Y te aseguro que dar la sensación de que estás sometido por un aparato no resulta nada magnético.
Ante todo, presencia. Sobre todo, de la que proyectamos desde dentro. ■
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