nº 990 - 24 de noviembre de 2022
El nuevo reto de la abogacía: la salud mental
Paula Fernández-Ochoa. Consultora & Speaker en entornos de alta competición. Socia de MoreThanLaw+ y VivircorRiendo. Docente. Miembro de la Junta Directiva y Responsable del área Mujer y Nieve de la Real Federación Española de Deportes de Invierno. Miembro de la Comisión de Igualdad del Comité Olímpico Español
Hemos comenzado a anteponer nuestra salud y tiempo libre al empleo, aprendiendo a incrementar la efectividad para trabajar menos, producir más y vivir mejor
La salud mental tiene relación directa con la productividad y es una inversión que impacta en la cuenta de resultados
El nuevo reto de la abogacía es velar por la salud mental de sus profesionales. esta es entendida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como «el estado de bienestar en el cual cada individuo puede afrontar las tensiones de la vida, desarrollar sus habilidades, trabajar de forma productiva y fructífera y contribuir a la mejora de la comunidad». Y es que, según la OMS, en el 2030 los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo.
Por su parte, la Confederación Salud Mental España aporta datos tan alarmantes como estos:
– Una de cada cuatro personas sufrirá un trastorno mental a lo largo de su vida.
– El 30 % de las bajas son por estrés, ansiedad o depresión.
– Los riesgos psicosociales ya son la primera causa de baja laboral, lo que representa unos costes en España de 25.000 Millones €/año.
Y en la misma dirección apuntan informes como los de GALLUP o McKinsey ya que, lamentablemente, estamos alcanzando datos históricos con esta llamada «pandemia silenciosa» de la salud mental que empeora a gran velocidad. La mayoría de los empleados están preocupados mencionan el estrés y el agotamiento como los grandes desafíos a los que se enfrentan, incrementados por la pandemia.
Cambio cultural
Debemos prevenirla y abordarla de forma natural, luchar contra la discriminación que ocasiona y el estigma poniendo foco en «salud mental» alejándonos del concepto de «enfermedad mental». Porque se necesita un cambio cultural y organizacional en la comprensión de cómo se valora y prioriza la salud integral a todos los niveles y, en particular, en el trabajo y sector legal, en el que hemos acumulado excesiva y prolongada carga y entendiendo erróneamente el estrés como algo congénito de la profesión. Pero hemos comenzado a anteponer nuestra salud y tiempo libre al empleo, aprendiendo a incrementar la efectividad para trabajar menos, producir más y vivir mejor. Ha surgido la Gran Renuncia como la fuga de talento de profesionales que ya no están dispuestos a pagar el alto peaje que conlleva el ejercicio de la abogacía como lo habíamos hecho hasta ahora: «Cobraba bien y me gustaba, pero no tenía vida».
Esta nueva prioridad en el cuidado de las personas se va consiguiendo a medida que la abogacía ofrece menos resistencia al cambio y acelera el ritmo de su transformación y humanización. Además, la salud mental tiene relación directa con la productividad y es una inversión que impacta en la cuenta de resultados (por cada 1€ que invertimos en salud emocional el retorno es de 4€), lo que nos ha llevado abordarla desde una perspectiva holística.
Autocuidado
Pero no sólo las empresas (sector privado) y las instituciones (sector público) deben velar por la salud de las personas. Ya lo están haciendo con programas de bienestar integral (social, físico, laboral, financiero y emocional), formación en habilidades (inteligencia emocional, gestión de las emociones, resolución de conflictos, etc), charlas motivacionales, medidas de conciliación laboral, proyectos sociales, etc. Aquí apelo también a la responsabilidad individual de cuidar nuestro bienestar y llevar una vida equilibrada pues, por desgracia y como reflejan los resultados del III Estudio de Salud y Estilo de Vida de Aegon, casi un 60 % de la población española no trabaja su bienestar psicológico. El ritmo acelerado de la vida moderna nos hace olvidar lo que de verdad importa.
El autocuidado es una práctica estimulada por la OMS, que refiere a una actitud activa y responsable con respecto a la calidad de vida. Este es fundamental en propio beneficio, pero también en beneficio de la sociedad a todos los niveles y, en particular, en lo laboral, pues como afirmó recientemente Javier Miralles, presidente de la Fundación Salud y Persona, «las empresas emocionalmente saludables –con personas saludables–, son las que van a permitir construir un mundo empresarial más sólido y fuerte, para hacer frente a las dificultades y que tenga una continuidad».
Y es que el bienestar psicológico influye positivamente en el entorno personal y en el rendimiento laboral. Informes como los de Gallup, Universidad de Berkeley o Forbes, revelan que un empleado con bienestar emocional aumenta el ROI en un 2 % anual, mejorando parámetros como su eficacia (19 %), productividad (20 %), energía (65 %), creatividad (86 %) o compromiso y rendimiento (80 %).
Por tanto, sí, los despachos y el Poder Ejecutivo deben implementar medidas, pero cada uno de nosotros tenemos la posibilidad y el deber de aplicar el autocuidado a nuestra vida diaria con tiempo innegociable de bienestar y realizando ciertas acciones para alcanzarlo.
Este contexto ha llevado a la abogacía a tener como objetivos (i) la determinación del estado mental de nuestro colectivo, (ii) la identificación y eliminación de los factores de riesgo propios del ejercicio de la profesión y (iii) el fomento y la implementación de políticas de bienestar en los despachos, colegios profesionales, Administración de Justicia y facultades de Derecho. Sin duda, la salud mental se ha convertido en uno de nuestros grandes retos. ■