nº 992 - 26 de enero de 2023
Reseña de la obra ‘El jardín de los cerezos’, de Antón P. Chéjov (1904)
Aida Mazas Velasco. Estudiante de 4º curso del doble grado ADE + Derecho (Universidad de Deusto. Bilbao)
La obra El jardín de los cerezos, de Antón P. Chéjov, retrata cómo vive una familia la subasta de su finca familiar tras la acumulación de numerosas deudas. Si bien, a primera vista se trata de un simple negocio jurídico sin aparente complejidad procedimental, en paralelo los personajes viven sus correspondientes dramas y éxitos.
Lubov Andréievna, aristócrata propietaria de la finca, espera en todo momento que la condesa les preste el dinero que necesitan para poder conservar su finca, mientras que sus hijas Ania y Varia le echan en cara su propensión a malgastar cada moneda que llega a sus manos. Lubov no concibe abandonar la finca que recibió de sus padres y en la que, además, falleció su hijo Grisha. Ante esta situación, Lopajin, comerciante, se presta a comprar la finca para transformarla en un complejo veraniego, idea que los habitantes de la finca rechazan con rotundidad, pues implicaría la tala del huerto de guindos que había dado de comer a la familia por generaciones. El comprador hace gran énfasis en la paradoja que significa que él, descendiente de campesinos que sirvieron en la finca, fuese capaz de adquirir la finca, alterando así los roles que corresponderían a su clase social. Firs, el viejo lacayo, no deja de rememorar tiempos anteriores que, a su modo de ver, eran mejores. Conforme la fecha de la subasta se aproxima, los habitantes de la casa van haciendo planes de futuro; Lubov Andréievna marcha a París junto con Yasha, el joven lacayo, mientras que su hija Varia va a trabajar como ama de llaves en otra casa y Ania prepara sus exámenes antes de reencontrarse con su madre en París. Gáiev, hermano de Lubov, quien desde un principio se mostraba muy crítico con la forma de gestionar la finca de su hermana, obtiene un trabajo en la banca, y Trofímov, el «eterno estudiante», quien estuviera enamorado de Ania, en lugar de casarse con ella, marcha a Moscú. Pese a todos los esfuerzos de la familia, Lopajín gana la subasta tras realizar la puja más alta, haciendo cumplir así los temores de Lubov Andréievna y sus hijos. Quienes fueran aristócratas, se ven obligados a adoptar los roles de los lacayos y, quienes fueran lacayos, comienzan a adoptar los roles propios de la aristocracia. Firs, el viejo sirviente, se queda solo en la casa, vacía, representando así la muerte del pasado.
Ambientada en tiempos previos a la Revolución Rusa, la obra representa la pérdida de poder que va experimentando la clase aristócrata y la importancia que va ganando la clase burguesa, proveniente de la clase campesina que, a través del comercio, va aumentando su riqueza. París se transforma en el símbolo del progreso y, lo rural, en el reflejo del pasado. Sin embargo, también deja entrever cómo un negocio jurídico que, en el papel, no tiene complejidad alguna, en la realidad provoca un cambio brutal en la vida de quienes disfrutaban el bien subastado. ■