nº 993 - 23 de febrero de 2023
¿Y si la ficción ya fuera realidad?
Marta Seminario. Consultora legal de Servicios de Protección de Datos y Propiedad Industrial/Intelectual en Castroalonso
Las películas futuristas han dejado de serlo. Hemos empezado a convivir en una sociedad que creíamos imposible tan sólo hace unos pocos años. ¡El futuro ya es presente!
¿Qué ocurre con los datos que se puedan captar del cerebro, pensamientos, ondas cerebrales o datos biológicos?
Sin entrar a valorar la calidad cinematográfica, ya que eso daría para otro artículo, se estrenó hace unos años, con no demasiado éxito, una película protagonizada por Bruce Willis titulada «Los Sustitutos».
Si no la recuerdan, les haré un brevísimo resumen: se desarrolla en una sociedad futurista, donde las personas han dejado de interactuar, tan solo viven a través de sus sustitutos, esto es, unos robots manejados con dispositivos conectados a sus mentes. Esta neurotecnología que se creó con la intención de ayudar a quienes, por ejemplo, no pudieran caminar, permitiría al individuo, a través de su mente, realizar una infinidad de funciones con su Avatar. Increíble, ¿verdad?, y si les dijera que … ¡ya no!
La Cuarta Revolución Industrial ha traído a nuestra sociedad una infinidad de tecnologías, entre las cuales, encontramos: la Inteligencia Artificial (IA), Big Data, Realidad Aumentada, la Realidad Virtual, el Internet de las Cosas (IoT), y más recientemente hemos empezado a oír hablar sobre el Internet de los Cuerpos (IoB, internet of Bodies).
Y muchos nos preguntamos ¿qué es el IoB– o Internet de los Cuerpos?
Se refiere a todos aquellos dispositivos que permiten la interacción entre nuestro cerebro o actividad cerebral y un ordenador, esto supone que podemos utilizar nuestra mente para interrelacionarnos en diferentes planos, tanto virtuales como físicos. Para que esto sea posible se debe recoger, medir y tratar la actividad cerebral del individuo, y a través de diferentes softwares especializados para ello, se podrán ejecutar acciones.
Explicado así, parece que estamos hablando del comienzo de cualquier película de ficción, y más si consideramos que es una tecnología que ya está disponible en el mercado y que las primeras aplicaciones que se crearon lo hicieron con claros objetivos de mejorar la vida y el día a día de los usuarios, como puede ser, en los casos de individuos con problemas de movilidad. Hasta aquí, cualquier parecido con la ficción, es pura coincidencia.
Lo que ocurre con todas estas nuevas tecnologías es que nos dejan absolutamente embelesados, y olvidamos plantearnos cuestiones, como por ejemplo ¿qué ocurre con los datos que se puedan captar del cerebro, pensamientos, ondas cerebrales o datos biológicos? o ¿Cómo puede afectar a la privacidad del usuario?
La propia Agencia Española de Protección de Datos, se ha hecho eco de esta situación, dando importancia a la incorporación de esta y otras tecnologías en nuestra sociedad. ¡Y no es para menos!, ya que recientes investigaciones, en concreto, una realizada por la Universidad de Zúrich y publicada en Scientific Reports, ha descubierto que la anotomía de cada cerebro es única, como lo son las huellas dactilares. En esta misma investigación se ha descubierto, además, que esta característica que hace única la anatomía del cerebro, es el resultado de las características genéticas de cada individuo junto con su experiencia de vida, es decir, la actividad, entorno, ambiente, etc.
Todos estos aspectos, analizados con tecnología avanzada, podrían suponer el acceso, tratamiento, comparación, estudio y revelación de información cerebral única, que incluso el propio individuo no sea consciente de su existencia.
Los datos genéticos, así como los datos biométricos dirigidos a identificar de manera unívoca a una persona física, están considerados datos especialmente sensibles, del art. 9 del RGPD, y los neurodatos comparten las mismas características, lo que nos permite orientar su tratamiento de igual manera.
El RGPD incluye una denominación muy amplia respecto a lo que se considera dato de carácter personal, y, es lógico pensar que los neurodatos entrarían en dicho concepto, y no sólo eso, sino que, en virtud de la complejidad del tratamiento de estos datos, podrían ser de especial sensibilidad orientados a identificar datos de salud, opiniones y pensamiento religiosos, políticos, sindicales, etc.
Todos estos avances tecnológicos, pueden suponer mejoras considerables, por ejemplo, en la prevención y predicción de enfermedades o comportamientos del individuo, pero también debemos aceptar la posibilidad de que se generen errores en dichas predicciones, dando lugar a interpretaciones subjetivas que pudieran llegar a menoscabar los derechos y libertades de los individuos.
¡Quién sabe! es probable que en un futuro próximo se lleguen a controlar las intenciones de los individuos, buenas o malas, y evitar, por ejemplo, posibles delitos. Y esta reflexión final vuelve a trasladarme al mundo del celuloide y en concreto de Minority Report. Disculpen, es que estaba confundiendo ficción con realidad, ¿o era al revés? ■