nº 995 - 27 de abril de 2023
Datos ingentes, decisiones rápidas, análisis certeros… ¿O no?
Paula García de Vicuña Álvarez. Consultor de Castroalonso
La dimensión ética de la Inteligencia Artificial, una acción armonizada
Precisamente porque la tecnología es un medio, está lejos de ser imparcial
La irrupción de Chat GPT a finales del año pasado, parece haber abierto una nueva vía de interacción con la tecnología. En los últimos meses hemos asistido a una cascada de opiniones sobre la cada vez mayor relevancia de la Inteligencia Artificial en el debate público. Conviene pararse y reflexionar hasta qué punto, las posiciones y expectativas de unos y otros se asientan sobre realidades o son meras especulaciones.
Probablemente sea más perentorio y realista reflexionar acerca de su dimensión ética, que imaginar un mundo distópico gobernado por las máquinas: porque si bien los desafíos de la Inteligencia Artificial son inmensos, mayor aún es su potencial.
La convención acerca de unos valores compartidos nos define como sociedad. A imagen y semejanza de las personas, la Inteligencia Artificial devora ingentes cantidades de datos para aprender, replicando comportamientos que, lejos de ser imparciales, están demostrando no estar exentos de las mismas simplificaciones, injusticias, discriminaciones y sesgos de los que incurrimos las personas. Más importante incluso, muestra una gran capacidad para amplificar las desigualdades, al margen de su verosimilitud.
Con todo, el debate sobre los límites de la Inteligencia Artificial no puede obviar la potencialidad, ventajas y beneficios que pueden presumirse de su uso y capacidad predictiva.
Se vislumbran efectos inmediatos a nivel micro (cotidianos) y macro (políticos, económicos, legales, sociales, antropológicos, culturales), y se avanzan los primeros estándares para garantizar el respeto de los derechos y datos personales, bajo el liderazgo de la Unión Europea.
Un compromiso ético común en un mundo de fronteras
…responsabilidad, confianza, privacidad, confiabilidad, confidencialidad, transparencia, justicia… son conceptos que huyen de lo abstracto y deben ser apoyados por políticas, legislaciones, normativas, regulaciones y derechos, que garanticen que las bases sobre las que se asiente la Inteligencia Artificial son éticas y universales.
Aludíamos al inicio de este texto a Chat GPT, al furor y miedos exacerbados que parecen haber invadido a la ciudadanía tras tantearlo, y cerramos con los intensos debates de las Agencias de Protección de Datos –con Italia marcando el paso– en torno a su impacto significativo en la privacidad de los ciudadanos. ■