nº 997 - 29 de junio de 2023
Inteligencia artificial y la protección de la mente inconsciente
Ignasi Beltran de Heredia Ruiz. Profesor Agregado, acreditado a Catedrático, de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universitat Oberta de Catalunya (UOC)
Esta invasión nos fuerza a valorar si el Derecho está a la altura de este riesgo inaudito, o bien, debemos articular mecanismos normativos específicos para proteger a las personas
El origen, la materialización y las derivadas jurídicas de esta intromisión constituyen el objeto del libro de Aranzadi titulado Inteligencia artificial y neuroderechos: la protección del yo inconsciente de la persona
El avance tecnológico está llegando a cotas quiméricas. Entre otras innovaciones, la senda hacia la decodificación de los procesos mentales más profundos del ser humano parece que es un objetivo, en cierta medida, al alcance.
Los interfaces cerebro-ordenador o neurotecnologías permiten, con fines (por el momento) esencialmente terapéuticos, acceder a estratos de nuestro cerebro hace unas décadas inimaginables; y el impulso de la ciencia y la industria es de tal entidad que, a través de metaverso o realidad virtual inmersiva, se espera una expansión sin precedentes. La inteligencia artificial está permitiendo el desarrollo de sugerentes modelos de cómo funciona el cerebro y también qué es lo que hace¸ descifrando las palancas que lo activan.
En esta revolución en curso, los asistentes informacionales también están asumiendo un protagonismo muy destacado. Los algoritmos pueden ayudar al reconocimiento de patrones y utilizar estas reglas para explicarlos y hacer juicios predictivos. Su uso es cada vez más cotidiano. Sistemas expertos, a través de la analítica predictiva, nos ayudan de forma automática o semiautomática a gestionar todo tipo de toma de decisiones y con una eficacia creciente.
Esta estrecha interrelación hombre-máquina está posibilitando una estructura computacional ubicua. El uso de big data y la antropometría a través de la inteligencia artificial permiten el acceso a profundas dimensiones introspectivas de las personas. Aunque esta gestión algorítmica no ha desplegado toda su potencialidad y seguimos sin poder observar qué hay detrás del velo de la evolución del cerebro, lo cierto es que nuestras intenciones, emociones, decisiones, deseos y estados de ánimo, como si estuvieran tras un cristal, ya pueden ser leídos.
Este acceso al patio trasero neuronal describe un nuevo desafío porque estas máquinas están acumulando capacidad para aguijonear la mente, acceder al yo inconsciente y condicionar subliminalmente el comportamiento.
Asumiendo que el 95 por ciento de nuestra actividad cerebral discurre por debajo del nivel consciente, la amenaza que nos acecha merece una respuesta contundente y sin dilación.
La antesala de la sociedad del futuro
Esta invasión nos fuerza a valorar si el Derecho está a la altura de este riesgo inaudito, o bien, debemos articular mecanismos normativos específicos para proteger a las personas; y, en caso afirmativo, determinar cuáles. Aunque todo apunta a que la onda expansiva de este fenómeno afectará a la sociedad en su globalidad (es difícil pensar que algún ámbito quede libre de su impacto), el entorno del trabajo por cuenta ajena podría acabar siendo la zona cero. La confluencia de fuerzas e intereses concurrentes y la proliferación de herramientas informacionales y robots colaborativos (co-bots) lo convierten en lo que podría ser la antesala de la sociedad del futuro. De modo que debemos prestar mucha atención a esta realidad incipiente, sondear sus efectos y tratar de proyectar lo que puede deparar este curso tecnológico. Las personas trabajadoras que se encuentren en este específico contexto son (empleando la metáfora de Shoshana ZUBOFF), a modo de señales de advertencia, nuestros canarios en la mina de carbón.
Y porque, es posible que su impacto en las generaciones futuras sea mucho mayor del que, hoy por hoy, podemos evaluar. Como apunta Alain SUPIOT (El trabajo ya no es lo que fue, 118), la creciente adicción a las redes sociales, «prepara bien a los niños adictos a internet para una vida de trabajo programada por las plataformas, encadenada a las pantallas, manejada por algoritmos y receptiva a los ‘nudges’» (esto es, a condicionamientos heterónomos subliminales).
El origen, la materialización y las derivadas jurídicas de esta intromisión constituyen el objeto del libro de Aranzadi titulado Inteligencia artificial y neuroderechos: la protección del yo inconsciente de la persona. Una parte importante se centra en describir las causas que nos han llevado a esta situación. El hecho de que sea una problemática apenas explorada así lo sugiere. El propósito es llevar a cabo una disección lo más exhaustiva posible para comprender la dimensión del problema, describir el objeto merecedor de protección jurídica y proponer la respuesta más efectiva al alcance.
El escenario recién descrito plantea numerosos conflictos y dilemas. En términos estrictamente jurídicos, al menos, obliga a plantearse si el concepto de acto propio y voluntario queda en entredicho. Y, de forma derivada, si también impacta en el de culpa y responsabilidad. Si, realmente, estamos hablando de herramientas efectivas que trascienden la conciencia es posible que necesitemos un marco jurídico que (paradójicamente) nos dé amparo frente a nosotros mismos y, obviamente también, frente a quienes quieran aprovecharse de nuestros actos por debajo de dicho umbral.
En pleno debate internacional sobre los neuroderechos, a partir de una aproximación multidisciplinar (neurocientífica, filosófica, psicológica, económica y jurídica), el estudio sugiere la necesidad de crear, de forma diferenciada, un escudo frente a las intromisiones por debajo de la conciencia: los derechos del yo inconsciente de las personas. ■