nº 985 - 26 de mayo de 2022
La necesaria protección de los neuroderechos ante el avance de la inteligencia artificial
Fernando J. Biurrun. Consultor Social Media. Fundador Lawandtrends.com
El advenimiento de los desarrollos tecnológicos ha supuesto un cambio de paradigma en el ejercicio de la libertad de expresión, de la libertad de pensamiento y en la libertad de actuar
Si esperamos a que (la tecnología) madure, puede que no logremos regularla jamás
En un artículo anterior hablaba del neuroderecho o neurolaw como de una nueva área del derecho. Como nos comentaba en aquel momento el abogado colombiano Juan Carlos Moncada, los avances científicos y tecnológicos nos transportan a una nueva dimensión que ya se ha denominado neurociencia. A partir de neuroimplantes, escáneres cerebrales, neuroimágenes y resonancias magnéticas, «parece posible ya leer mentes usando ultrasonido, o decodificar imágenes mentales, registrar pensamientos, manipular lo que otra persona ve u oye, y registrar ideas».
En este tiempo Chile se ha manifestado como un país pionero en materia de neuroderechos, al haber aprobado un proyecto de reforma de la Constitución para que se reconozcan estos derechos, convirtiéndose en el primer país que se dota de una legislación encaminada a proteger la integridad mental.
La regulación chilena apunta a cinco derechos básicos: el derecho a la privacidad mental, a la identidad personal, al libre albedrío de pensamiento, al acceso equitativo a las tecnologías que aumenten las capacidades humanas y a la protección contra sesgos y discriminación.
La idea llegó a Chile en 2019 de la mano del neurobiólogo español Rafael Yuste, catedrático de la Universidad de Columbia (EE.UU.) y portavoz del Grupo Morningside, un colectivo de académicos que recorre el mundo advirtiendo a los Gobiernos de la necesidad de proteger este tipo de derechos.
La inteligencia artificial está cada vez más presente en nuestros días, en este sentido, María Jesús González-Espejo, CEO del Instituto de Innovación Legal y la abogada especializada en Propiedad Intelectual y Nuevas Tecnologías, Marilena Kanatá, resaltan cómo «el advenimiento de los desarrollos tecnológicos ha supuesto un cambio de paradigma en el ejercicio de la libertad de expresión, de la libertad de pensamiento y en la libertad de actuar», entendiendo el ejercicio de esta última si está garantizado el libre albedrío.
González-Espejo y Kanatá consideran, en este sentido, que la influencia de la Inteligencia Artificial podría llegar a medrar ese libre albedrío. En este sentido, recuerdan el impacto que tuvo la empresa Cambridge Analítica en la victoria de Donald Trump durante las elecciones estadounidenses de 2016, las fake news, los robots influencers, las webs personalizadas… «ejemplos que nos sirven para tomar consciencia del impacto directo que la Inteligencia Artificial tiene ya en nuestra libertad de expresión y de pensamiento y, deberían ponernos en alerta y hacernos reflexionar sobre los riesgos que las acechan», concluyen las expertas.
En este mismo sentido apuntaba Moncada al hablar de la protección del consumidor en temas de neuromarketing y protección de datos. «Hoy en día se eluden las regulaciones de datos con enorme facilidad: ¿Ocurrirá lo mismo con la data mental y la intimidad? El sistema regulatorio está completamente comprometido en este asunto».
¿Realmente es necesario una regulación de los neuroderechos?
En opinión de González-Espejo y Kanatá, «se requieren acciones inmediatas por parte de los gobiernos que deben dar respuestas a este fenómeno a través del diseño correcto de su política en la materia».
Rafael Yuste, neurobiólogo e impulsor del proyecto Brain Research Through Advancing Innovative Neurotechnologies, afirmó en una jornada celebrada en el Colegio de Abogados de Madrid en marzo de este año que «por primera vez se podrá ver lo que hay en la mente humana y cambiarlo. Pero solo debería hacerse por razones humanas. Los científicos proponemos regular de forma ética el uso de estos avances tecnológicos». Incluso sugiere que queden protegidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
En el marco europeo, el debate regulatorio esta en el marco de la inteligencia artificial, la Propuesta de Reglamento distingue entre inteligencia artificial permitida (e diferentes grados) y prohibida, pero, como advierten González-Espejo y Kanatá, «en esa propuesta no se alude a los neuroderechos».
«Si esperamos a que (la tecnología) madure, puede que no logremos regularla jamás», advertía Carlos Amunátegui, académico de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Tomemos nota. ■