
El compositor canadiense Claude Vivier fue asesinado en París el 7 de marzo de 1983, a los 34 años. El asesino fue un joven de 21 años al que había conocido esa noche en el metro. Fue condenado a cadena perpetua por la Corte Penal de Paris por este asesinato y otros tres más. En ese momento Vivier, que había sido alumno destacado de Messiaen, preparaba una ópera sobre la muerte de Tchaikovsky con el musicólogo Harry Halbreich.
La coincidencia más sobrecogedora es que Glaubst du an die Unsterblichkeit der Seele?, la obra que acababa de completar, incluye un pasaje en el que un narrador, que lleva su nombre, cuenta cómo conoce a un joven en el metro, lo invita a su casa y es asesinado.
Otra coincidencia es la cita al día siguiente para preparar una ópera sobre Tchaikovsky. El compositor ruso era homosexual y muchas fuentes consideran que fue obligado a suicidarse por un “tribunal de honor” formado por antiguos alumnos de la carrera de derecho que estudió Tchaikovsky.
El asesinato de Vivier fue descubierto cinco días más tarde, el 12 de marzo, cuando su amiga Janine Euvrard —preocupada por su ausencia en una recepción en su honor en la embajada de Canadá y en una cita con el musicólogo Harry Halbreich— acudió a su apartamento. La policía forzó la entrada y encontró su cuerpo oculto bajo un colchón, víctima de diecisiete puñaladas. La escena era de una violencia extrema.
El autor del asesinato fue Pascal Dolzan, un joven de 21 años en aquel momento, a quien Vivier había conocido en el metro esa misma noche. Tras acompañarlo a su apartamento, lo apuñaló brutalmente y robó algunas de sus pertenencias. El contexto íntimo del encuentro, descrito por los medios debido a la vestimenta de cuero hallada en la víctima, apunta a un episodio de seducción seguido de violencia, inscrito dentro de una serie de crímenes cometidos por el mismo agresor: Dolzan confesó al menos tres asesinatos, todos cometidos con una dimensión sádica.
Dolzan permaneció oculto durante seis meses, residiendo a unos cien metros del lugar del crimen, en el barrio de la Place de Clichy. Fue detenido tras una investigación que logró vincularlo con los asesinatos y con el uso fraudulento de la tarjeta bancaria de Vivier. En noviembre de 1986, fue condenado a cadena perpetua por la Cour d’assises de Paris por asesinato y robos. En enero de 2003 obtuvo la libertad condicional.
En 2009, el nombre de Dolzan reapareció brevemente en los medios al ser condenado de nuevo, esta vez por violencia doméstica contra su pareja y su hijo. El tribunal correccional de Mulhouse lo condenó a dos años de prisión y dado que estaba en libertad condicional volvió a ingresar en la cárcel.
Aunque el asesinato de Vivier no fue calificado judicialmente como crimen homófobo, su contexto revela la vulnerabilidad de muchos hombres homosexuales en aquella época: encuentros furtivos, clandestinidad, estigmatización social.
Claude Vivier tuvo una infancia difícil. Nacido de padres desconocidos en 1948 en Montreal, fue acogido por una familia adoptiva disfuncional. A los 8 años, fue víctima de abuso sexual por parte de un tío. Luego fue enviado a un internado, y más tarde a un estricto colegio dirigido por hermanos maristas, que intentaron encaminarlo hacia el sacerdocio. Pero Vivier no pudo resignarse a un destino que consideraba gris y sin vida. Descubrió un creciente interés por la música, y abandonó el establecimiento religioso a los 18 años para ingresar en el Conservatorio de Música de Montreal
Vivier fue uno de los alumnos más destacados del genial Oliver Messiaen. Otros fueron Pierre Boulez, Karlheinz Stockhausen, Iannis Xenakis, Yvonne Loriod, Tristan Murail, George Benjamin y Peter Maxwell Davies.
La relación entre Claude Vivier y Olivier Messiaen fue decisiva en la formación del compositor canadiense. El alumno encontró, más que un maestro en el sentido técnico, una figura que validaba sus propias intuiciones: el sentido del color, la inclinación mística, la atracción por lo exótico, el uso del sonido como manifestación de lo invisible.
La obra de Vivier está marcada por su espiritualidad no convencional y por una búsqueda artística en la que el erotismo, la muerte y la trascendencia se funden. Su música está construida sobre una paradoja esencial: cuanto más personal y hermética parece, más profundamente interpela al oyente. No busca la innovación formal ni la ruptura técnica, sino una revelación: la posibilidad de un lenguaje íntimo, luminoso, frágil, que hable desde lo más expuesto de la experiencia humana. En la plataforma Idagio hay 17 obras de Vivier.
Lonely Child (1980), su partitura más difundida, es un canto suspendido entre la infancia perdida y el deseo de comunión. Escrita para soprano y orquesta, la pieza se articula en torno a una melodía doliente y circular, cantada en francés y en una lengua inventada.
La historia de la música tiene a un compositor asesino, Carlo Gesualdo (1566-1613) que mato a su esposa y amante. Vivier se une a la lista de los asesinados. Hans Krasa (1899-1994) Victor Ullmann (1898–1944), Pavel Haas (1899–1944), Gideon Klein (1919–1945) y Erwin Schulhoff (1894–1942) fueron
asesinados en campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
En el link Barbara Hannigan interpreta Hymnen an die Nacht de Vivier.