¿Quién será Fiscal General del Estado?
Quizá porque todo el mundo le ubicaba en Defensa ha aparecido en otro lado: Alberto Ruiz-Gallardón, hasta ahora alcalde de Madrid, pasará a ser Ministro de Justicia. Hijo de abogado, licenciado en Derecho por el CEU y número dos en la oposición a fiscales del año 1982, estuvo poco tiempo en la Audiencia Provincial de Málaga. El resto de su vida, incluida su infancia -al lado, detrás o delante de su padre- ha estado en primera línea de política.
Alberto Ruiz-Gallardón, casado y con cuatro hijos, fue investido presidente de la Comunidad de Madrid en 1995 con mayoría absoluta, cargo que revalidó en 1999. En el año 2003, su carrera política dio un giro presentándose a las elecciones a la Alcaldía de Madrid cargo que revalidó en 2007 y 2011, y que ocupa en la actualidad. No obstante, Gallardón cesa de su cargo como alcalde, ya hoy recibe la cartera de ministro de Justicia a las 12.00 horas de manos de Francisco Caamaño en la sede del Ministerio de Justicia.
Creemos que es una buena noticia que un fiscal por oposición que sabe lo que es la vida pública sea Ministro de Justicia, tal y como han valorado las asociaciones de jueces y la propia abogacía institucional.
Ha trabajado mucho, visto mucho y se ha enfrentado a los que tenía al lado cuando lo ha visto necesario. Sabe gastar dinero -incluso demasiado- pero nadie le puede acusar de despistarse o de negar la palabra a quien no piensa como él: también hay que saber arriesgar la fama cuando toca. Quienes le tachan de distante están evitando decir que es un gran tímido que no le gustan ni los abrazotes ni las palabras huecas, y que evita crear relaciones que lleven a poco o a nada; o le pongan en compromisos que ni puede ni le parece bien cumplir.
Qué tiene por delante
Alberto Ruiz-Gallardón al frente de un ministerio de primera como es Justicia tiene labores muy claras, pero no mencionaríamos algo fundamental si no decimos, en primer lugar, que él como fiscal, como político y como la persona recia que es no quiere "que nadie diga" que ha sido o puede ser mucho ruido y pocas nueces. Quiere poner su terreno en marcha y para ello no le va a importar hablar con todos, aunque seguramente ejecute lo que él y sus más cercanos crean mejor.
En su cabeza están la descoordinación del sistema -en realidad, de los sistemas: en plural- tecnológico de la Justicia, dinamizar e incluso cambiar el sistema de acceso a la carrera judicial y al ministerio fiscal y pasar el peine a un Consejo General del Poder Judicial rotundamente politizado; aunque este órgano está aparte del ministerio.
También tiene por delante lo que queda de renovar del TC, que ha sufrido y sufre un atasque histórico.
Hay dos cosas que Gallardón no podrá abandonar demasiado: la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal o mejor aún, una nueva. Es una Ley que sirve para muy poco, y más ahora con el Derecho penal económico. También, la figura del fiscal instructor.
De hecho, unas de las penas de Caamaño ha sido tener que tirar por el fregadero todos los trabajos que se hicieron hasta que consiguieron un texto que estaba preparado prácticamente para aprobar. ¿Quiere leer algo acerca de esa Ley que quedó el el trastero?
El fiscal instructor es otro de los cambios que con casi total seguridad acometa. La idea desde el primer momento ha generado mucha polémica fundamentalmente dentro de la carrera judicial, estamento que ve cómo poco a poco se le restan funciones hasta dejarles en el esqueleto de juzgar y hacer cumplir lo juzgado, o si no tengan en cuenta cómo se ha multiplicado el papel de los secretarios judiciales: tanto el Ministerio de Justicia de Caamaño como la Fiscalía General del Estado han defendido con fuerza que sea el Fiscal el encargado de la instrucción de los procesos. ¿Quiere leer cómo sería la instrucción desde la Fiscalía?
La labor ante el Ministerio de Justicia va a ser dura, intensa y con eco público, factores donde Alberto Ruiz-Gallardón se va a sentir cómodo. Lo esperamos todos, y atentos estaremos.
