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El Premio Príncipe de Asturias a la UNAM en el recuerdo a los juristas españoles en México

Catedrático de Derecho internacional privado de la Universidad Complutense de Madrid

José Carlos Fernández Rozas

En la UNAM se produjo verdaderamente un feliz reencuentro entre españoles y mexicanos de afines gremios dentro de un diálogo filosófico entre la Revolución mexicana y el trasntierro (en feliz expresión de José Gaos) español. Entre otros muchos centros creados en esta época en el seno de la UNAM destaca la Escuela Nacional de Economía y el Instituto de Investigaciones Estéticas, fundados en 1937 y, tres años más tarde el Instituto de Investigaciones Filosóficas y el Instituto de Derecho Comparado, que en la actualidad lleva el nombre de Instituto de Investigaciones Jurídicas. El año de 1939 el jurista español Felipe Sánchez Román propuso su creación y se hizo realidad en 1940 con el apoyo de Gustavo Baz entonces Rector de la UNAM. La presencia en él de profesores españoles fue considerable y de gran repercusión, destacando la de Javier Elola Fernández

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Muchas veces controvertidos, los designios de la Fundación Principado de Asturias en la concesión de sus premios aciertan en ocasiones plenamente. Este es el caso de la merecida distinción otorgada a la Universidad Nacional Autónoma de México que el próximo año celebra el centenario de su refundación, coincidiendo con el bicentenario de la independencia de la nación. La primitiva Universidad fundada por Carlos I en 1551, había sido suprimida en el siglo XIX en uno de los intentos llevados a cabo para modernizar las estructuras tradicionales del país. No obstante en 1910 el historiador y poeta Justo Sierra la refundó, conociendo un periodo de expansión en la década de los años veinte del pasado siglo hasta conseguir en 1929 de un estatuto de autonomía que ha llegado hasta nuestros días. En la siguiente década entraría en un periodo de crecimiento y expansión que la colocaría en un puesto privilegiado dentro de las Universidades  americanas.

 

El premio a la UNAM posee así un significado histórico-cultural singularizado en un grupo de españoles que, formados en su patria, rehicieron sus vidas en una institución universitaria mexicana. Un "mundo pensante" compuesto de hombres de estudio que aunque dedicaron sus vidas al trabajo universitario, se sintieron ligados a las actividades del exilio y, además, participaron activamente en diversas tareas en el seno de la sociedad mexicana. Al salir de España en 1939 pocas esperanzas de futuro se vislumbraban en una Europa que estaba ya en vísperas de la guerra. América aparecía como tierra de esperanza y, de hecho, México exteriorizó su deseo de acoger al mayor número posible de españoles. Gracias al gobierno mexicano y a los organismos de ayuda que el gobierno republicano español había creado, se empezaron a fletar los primeros barcos que llegaron a Veracruz. Jamás en la historia de las migraciones internacionales se había producido un fenómeno histórico de esta envergadura. Este traslado de buena parte de la inteligencia española a México es un hecho insólito. Los que estaban llamados a ser forjadores de la futura España llegaron a la fragua del país que los acogió y que ellos adoptaron.

 

La captación del grupo académico español se realizó en buena medida gracias a la sensibilidad del presidente Lázaro Cárdenas y de un grupo de mexicanos prominentes que apoyaron la iniciativa del historiador Daniel Cosío Villegas. Cárdenas envío en 1940 al diplomático mexicano Luis Hernández para gestionar el traslado de miles de españoles que se encontraban en los campos de retención en Francia quien, tras entrevistarse con el Mariscal Petain, se dio a la tarea en pocos meses de documentar a los cautivos y de enviar barcos para trasladarlos. El exilio español usualmente se liga a las grandes figuras de la inteligencia, pero México abrió sus puertas indiscriminadamente a todos los españoles en desgracia. Pocos países los han hecho con tal generosidad, aun a sabiendas de que ello pudiera afectar a la dinámica de la sociedad en aspectos tales como el del mercado de trabajo, nacionalismo y sensibilidad. Fue así como en 1938 llegó el primer grupo de profesores entre ellos personas de mucho relieve en España como José Gaos, Enrique Díez-Canedo, Adolfo Salazar, Jesús Bal y Gay, José Moreno Villa y Gonzalo Lafora. Al año se incorporaron figuras destacadas como en ex rector de la Universidad de Barcelona Pedro Bosch Gimpera o el poeta Luis Cernuda. Es cierto que para acoger a tan masiva representación en condiciones a veces ventajosas y otras aceptables, pero siempre dignas, se llegó a crear un centro especial de estudio e investigación, la Casa de España, que después cambió su nombre por el de Colegio de México, pero fue la UNAM la que de distinguió por su generosa acogida a un conjunto de profesores españoles que tenían un denominador común: el haber sido la intelectualidad republicana contribuyendo activamente a la renovación de la vida cultural española en foros tan significativos como el Ateneo y la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas que auspiciara la Institución Libre de Enseñanza.

 

Siguiendo los pasos de Luis Recaséns Siches, cuya edición mexicana de su Vida humana, sociedad y Derecho (1945) tendría una enorme repercusión en este país, se incorporaron a la UNAM con posterioridad otros destacados juristas españoles destacando por su personalidad y alto nivel académico el mercantilista Joaquín Rodríguez y Rodríguez, los procesalista Niceto Alcalá Zamora y Castillo y Rafael Pina Milán, los penalistas Mariano Ruiz-Funes, Fernando Arilla Bas o Mariasno Jiménez Huerta, estos últimos discípulos de Jiménez de Asúa, quienes con su vocación universitaria imprimieron un nuevo estilo y un renovado espíritu a las tareas docentes e investigadoras en distintos campos del saber jurídico.

 

El Instituto de Investigaciones Jurídicas hasta hace muy pocos años dirigido por el insigne jurista Hector Fix Zamudio, sin duda el más destacado de los discípulos de Alcalá Zamora, posee una biblioteca jurídica que lleva el nombre del constitucionalista mexicano "Jorge Carpizo". A través del tiempo, sus acervos se han ido acrecentando y sus sistemas de información y consulta han sido producto de una intensa modernización, lo que permite que hoy en día pueda afirmarse que cuenta con una de las bibliotecas especializadas en Derecho más importantes de Latinoamérica ocupando en un más que digno lugar con respecto a las europeas o norteamericanas. Su consulta en cualquier investigación nacional o comparada resulta obligada. El Instituto, al margen de su inmensa producción científica, íntegramente digitalizada, edita publicaciones periódicas tan relevantes como Boletín del Instituto de Derecho Comparado que acaba de celebrar su sexagéximo aniversario.

 

Los casi 100 años de historia de la UNAM han sido cruciales para valorar su importancia no sólo para México, sino para el conjunto de América Latina. Los trescientos mil estudiantes con los que ahora cuenta no es una magnitud fácil de gestionar y la institución se enfrenta en la actualidad a una crisis de crecimiento que deberá solventarse con imaginación y ciertas dosis de audacia.

 

 

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