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Ópera y derecho (103)

Tippett condenado a prisión

Pedro Beltrán

Presidente de la Asociación Europea de Abogados

En junio de 1943, el compositor británico Michael Tippett (1905-1998) fue juzgado y condenado por negarse a cumplir con las condiciones impuestas a su estatus de objetor de conciencia durante la Segunda Guerra Mundial. El caso, singular por el perfil del acusado y su repercusión pública, permite examinar de forma ejemplar la relación  entre convicción ética individual, norma jurídica y libertad creadora.

Tippett era ya por entonces una figura destacada en el panorama musical británico. Su lenguaje compositivo, deudor de la tradición sinfónica europea, pero impregnado de un idealismo casi visionario, se construía sobre una ética personal rigurosamente articulada. Desde el estallido del conflicto, declaró su objeción absoluta a la guerra, no desde una actitud pasiva o evasiva, sino como expresión de una filosofía humanista radical. Influido por el pensamiento de Simone Weil, la no violencia gandhiana y el cristianismo ético, Tippett sostenía que cualquier forma de colaboración —incluso indirecta— con la maquinaria bélica violaba su conciencia moral.

En 1940, solicitó ante el tribunal de objeción de conciencia el reconocimiento de su condición como objetor total. Le fue concedido el estatus de objetor condicional con la obligación de realizar tareas no combatientes. Fue destinado a un colegio en Oxted como director musical. No obstante, en 1942, cuando fue convocado nuevamente para una evaluación de su servicio alternativo, Tippett se negó a comparecer. Argumentó que aceptar cualquier forma de obligación impuesta, incluso como civil, era incompatible con su conciencia y que no reconocía la legitimidad del Estado para decidir sobre su libertad moral.

Esta negativa provocó su citación judicial. El proceso se celebró ante el Quarter Sessions Court de Middlesex en junio de 1943. Tippett fue acusado de infringir la ley del servicio militar (National Service Acts) al incumplir su asignación como objetor de conciencia. A lo largo del juicio, mantuvo una postura firme, cortés pero intransigente, negándose a ofrecer una defensa técnica y prefiriendo explicar su actitud como un imperativo ético superior a cualquier norma legal.

Uno de los aspectos más notables del juicio fue la participación de varios testigos de relevancia en el mundo intelectual y religioso británico, que testificaron a favor de Tippett. Nos cuenta los detalles del proceso Oliver Soden en su extenso libro (704 páginas) Michael Tippett, The Biography.

El genial compositor Vaughan Williams fue uno de los testigos que declaró a favor de Tippett. Dijo que sus composiciones eran un patrimonio nacional. El tenor Peter Pears, compañero sentimental de Britten, explicó que Tippett era uno de los pocos compositores que tenían una gran influencia en el futuro de la música británica. Otros de los testigos fueron Vera Brittain, escritora y pacifista reconocida; Canon Stuart Morris, figura prominente de la Iglesia anglicana; y George Bell, obispo de Chichester, conocido por su oposición a los bombardeos indiscriminados contra la población civil alemana.

A pesar de estos apoyos, el tribunal concluyó que Tippett había incumplido deliberadamente las condiciones legales de su objeción. Fue condenado a tres meses de prisión en Wormwood Scrubs, una cárcel de Londres donde también estuvo encarcelado el poeta Wilfred Owen durante la Primera Guerra Mundial.

El paso por prisión no debilitó la determinación de Tippett. Durante su encarcelamiento, continuó reflexionando sobre el conflicto moral y escribió en sus diarios sobre la necesidad de un “arte que no sea consuelo, sino verdad”. Esta actitud se plasmó simbólicamente en su obra más célebre, la cantata A Child of Our Time, compuesta entre 1939 y 1941, pero estrenada en plena guerra, en 1944, poco después de su liberación. Inspirada en el asesinato de un diplomático nazi por parte de un joven judío polaco —Heinz Grynszpan— y las represalias que siguieron durante la Noche de los Cristales Rotos, la obra aborda temas como la represión, la culpa colectiva y la necesidad de redención. Tippett incorporó en ella espirituales negros en lugar de corales luteranos, señal de su compromiso con una música que hablara desde la dignidad del sufrimiento universal.

Desde una perspectiva legal, el caso Tippett plantea cuestiones fundamentales sobre los límites de la objeción de conciencia, la tensión entre derecho positivo y convicción individual, y el papel del Estado en tiempos de emergencia. La ley británica de la época permitía la objeción religiosa o ética, pero exigía, a cambio, el cumplimiento de un servicio alternativo. Tippett desafió este marco: no por negar la autoridad de la ley, sino por afirmar que el Estado no podía dictar los términos de la conciencia.

En el contexto del pensamiento jurídico contemporáneo, su caso puede leerse como una manifestación de lo que Ronald Dworkin denominaría una “conciencia interpretativa”, donde el individuo actúa conforme a principios que considera fundamentales, incluso cuando colisionan con la ley vigente. Para Tippett, esa colisión era inevitable: obedecer la ley significaba traicionarse a sí mismo.

El juicio a Michael Tippett no sólo puso a prueba su libertad individual, sino que puso en cuestión la capacidad del derecho para incorporar el disenso profundo sin anularlo. Hoy, a la luz de los debates sobre objeción de conciencia en distintos ámbitos —sanitario, militar, educativo— su caso resuena con una fuerza inesperadamente actual. Y su música, lejos de separarse de este conflicto, lo convierte en arte.

Este link es la versión cinematográfica de la genial ópera de Tippett, The Midsummer Marriage.

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