El autor sostiene la necesidad de un pacto por la Justicia que evite la repetición de casos tan lamentables como el de Mari Luz, que ha conmocionado a la sociedad española.
El asesinato de Mari Luz ha conmovido a toda España. Y también la ha indignado. Los fallos de la justicia están minando la escasa credibilidad de uno de los poderes del Estado que desde hace tiempo clama por la renovación. O, más bien, por una refundación. Urge remodelar el viejo edificio de la justicia española, agrietado por la política y el juego partidista, acabando de paso con los pequeños intereses que tanto daño han provocado en su ejercicio.
En efecto, cuando un poder del Estado contempla inerme cómo la política mediatiza su praxis, es porque se ha convertido en un rehén del sistema abandonando su puesto de guardián de la seguridad ciudadana. La justicia española está en crisis y precisa, más que nunca, de Cicerones y Catones que señalen la herida infectada de pus. Y prescriban el antibiótico. Se trata de un asunto de vida o muerte. Hay seres humanos en juego. Ya no podremos salvar a Mari Luz, aunque ello estuvo en nuestras manos. Sin embargo, hay muchos indefensos por doquier que exigen protección. No podemos fallar. No otra vez.
Cuando chacales de la estirpe de Santiago del Valle pululan impunes ante el pasmo o la indiferencia de los que se supone han de protegernos, ha llegado el momento de emplear medidas de emergencia. Y emplearlas a fondo. Cuando el Derecho fracasa por la ineptitud de algunos de sus operadores, cuando la ley es derrotada por la rutina del juzgado, entonces surge el imperativo de cambiar. Y cambiar de verdad. Exigir las responsabilidades del caso -castigar al trasgresor y a todos los responsables, directos e indirectos- es parte del proceso, algo normal e incluso imprescindible en democracia. Pero lo más importante es remediar la situación. La indefensión no puede vencernos de nuevo. Mari Luz no debe volver a morir. Nunca más.
La crónica de la muerte anunciada de Mari Luz tiene que convertirse en una proclama firme que condene cualquier modelo de justicia desfasado e ineficaz, estéril y peligroso. Es hora del gran pacto por la Justicia, de la gran reforma, de la refundación del Poder Judicial. Vale la pena intentarlo. Hay muchas, muchas vidas por salvar.
