Todavía en el siglo XXI, uno de los objetivos de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas, es lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas.
Y es que, pese a que existe una igualdad legal, y se han conseguido grandes y extraordinarios avances durante las últimas décadas, todavía no podemos hablar de la existencia de una igualdad real en el mundo de la abogacía entre hombres y mujeres, y en el ámbito de la tecnología no es un caso excepcional.
En mi caso, como muchas mujeres de mi generación, he crecido en una sociedad en la que escaseaban las mujeres referentes o modelos a seguir en el mundo profesional. Muchas de nosotras teníamos como tales a madres, tías o abuelas amas de casa dedicadas al cuidado del hogar y la familia. Nuestros mayores referentes en el ámbito laboral eran en la mayoría de las veces figuras masculinas.
Afortunadamente, creo que hemos avanzado mucho: cada vez somos más abogadas -en las nuevas colegiaciones ya se supera el 60% de las mujeres-, o juezas que acceden a la carrera judicial y, en general, jóvenes que estudian derecho. En definitiva, hemos dejado atrás una abogacía tradicional en la que predominaba el género masculino.
No obstante, en el sector TIC o legaltech, con el que a menudo me relaciono por el área del derecho al que me dedico, está generalmente dominado por hombres. Urgen referentes femeninos en el sector que inspiren a las jóvenes y nuevas generaciones y consigan romper los estereotipos de género que contribuyen a mantener una imagen de lo tecnológico y lo digital como algo masculino.
Muestra de ello es que, en Europa, por ejemplo, el 82,3% de las personas empleadas en 2019 – año anterior a la pandemia – como especialistas tech fueron hombres. El Libro Blanco de las Mujeres en el Ámbito de la Tecnología alerta también de la brecha de género en estudios técnicos en España. Las mujeres que estudian ingenierías y otras carreras técnicas, tan necesarias en la era de transformación digital en la que nos encontramos, no llega al 30%.
Nos estamos encontrando con “la pescadilla que se muerde la cola”: sin estudiantes, no hay profesionales tech mujeres, sin estas profesionales tech no hay referentes femeninos, sin estos referentes no se fomenta a futuras mujeres el estudio y profesión en este sector, que precisamente es una de las industrias que más empleo creará en los próximos años.
A esto hay que sumar otra de las conclusiones de los últimos estudios[1]: el opt-out phenomenon, esto es, el abandono de las carreras profesionales parece ser mayor para las mujeres de este sector entre los 30 y los 44 años, con la pérdida de productividad que ello conlleva.
Es curioso como la tecnología está resultando un elemento para eliminar barreras y conseguir una sociedad más igualitaria y con más oportunidades para todos, que facilita también la conciliación de la vida personal y laboral, sin embargo, es un sector donde existe una evidente brecha de género.
Creo que estamos en el camino, pero todavía queda mucho por recorrer. Se han puesto en marcha numerosas iniciativas y acciones que incentivan el acceso y progreso de las mujeres en sectores como el nuestro, pero especialmente en el sector legaltech, es imprescindible dar mayor visibilidad a las mujeres que desempeñen puestos de responsabilidad y liderazgo que inspiren a las mujeres del hoy y del mañana y, en consecuencia, terminar con los estereotipos de que el sector tech es mayormente masculino, amén de otras medidas de corresponsabilidad en la conciliación personal y familiar que eviten el opt-out phenomenon, los techos de cristal o brechas salariales a las que asistimos tanto en la abogacía como en otras muchas profesiones.
