La tradición popular cuenta que Concepción Arenal, la primera mujer que estudio Derecho, se tenía que vestir de hombre para asistir como oyente a la facultad. Más recientemente, cabe recordar que las mujeres no podíamos ejercer las profesiones de juez o fiscal hasta 1966.
En un contexto actual y, en mi propia experiencia, tras más de 12 años ejerciendo como abogada laboralista en los denominados como “grandes despachos de abogados”, he sido testigo de una evolución incontestable respecto de la posición de las mujeres abogadas, en la misma línea que en la sociedad y en otros sectores.
Sin embargo, este camino es largo, no admite retrocesos y, por ello, creo en que debemos seguir avanzando hacía una verdadera igualdad de oportunidades en sector jurídico, particularmente, en la abogacía de los negocios.
En lo que se refiere al ámbito de la abogacía, pero ocurre igualmente en las facultades o en los servicios jurídicos de grandes empresas, resulta difícil ver referentes femeninos en los máximos puestos de dirección. Así, en 2021, publicamos un informe en el Observatorio de Igualdad de Women in a Legal World (WLW), en colaboración con Aranzadi, en el que constatamos que en los despachos de abogados continuaba existiendo una desigualdad en lo que se refiere a la promoción femenina.
De este modo, aun cuando cada vez son más las mujeres que se incorporan a las firmas de abogados, apenas un 20% de los socios de los despachos son mujeres.
Este techo de cristal se destacó por los profesionales especialmente en los grandes despachos. El problema se sitúa en los últimos pasos de la carrera, que suele coincidir con un momento vital relevante en el caso de las mujeres, como es la maternidad.
En el momento actual, sin perjuicio de otros factores decisivos como son los sesgos inconscientes, las preferencias personales o las barreras inherentes a las estructuras de los despachos, considero que el mayor impacto en la carrera de la mujer en su camino hacia la sociatura o promoción a puestos de responsabilidad en grandes despachos responde a la maternidad y la difícil compatibilidad de las necesidades personales y familiares, con las exigencias profesionales tan relevantes en nuestro entorno profesional.
Dicho esto, el trabajo en materia de sesgos inconscientes en los equipos y comités de dirección, la necesidad de los clientes de contar con equipos diversos, las nuevas formas de trabajo, el nuevo entendimiento del trabajo por las nuevas generaciones, la batalla por el talento (talento femenino en la medida en que más mujeres estudian la carrera de Derecho) y la equivalencia entre los permisos ligados al ejercicio corresponsable de los derechos de la vida personal, familiar y profesional serán determinantes para romper este techo de cristal.
En relación con lo anterior, creo que las asociaciones de juristas tienen mucho que decir como agentes de cambio y transformación del liderazgo femenino. En ese camino se sitúa WLW,que se configura como una red de colaboración entre mujeres del sector legal y que tiene como objetivo dar visibilidad a las mujeres en las profesiones jurídicas (todas ellas: judicatura, fiscalía, procura, enseñanza, abogacía, etc.) e impulsar el liderazgo femenino desde una perspectiva realmente constructiva y apartada del enfrentamiento.
Aun cuando contamos con un gran número de proyectos a la vanguardia en el sector legal, me gustaría llamar la atención sobre la reciente creación de la Comisión de Sostenibilidad, Comisión integrada por reputadas profesionales del Derecho, con perfiles diversos, complementarios y enriquecedores, y pretende trabajar en las diferentes “palancas” de la sostenibilidad: medioambiente, social y gobernanza (conocidas como ESG), mediante distintos proyectos y actos de difusión.
Quiero destacar precisamente ese papel innovador de esta Comisión, en un contexto en el que la responsabilidad social de las empresas es ya un hecho y, diría más, un hecho revolucionario, tanto en el seno de las propias compañías a las que asesoramos constantemente en materias de sostenibilidad, como de los propios despachos de abogados, que no se pueden quedar atrás en este ámbito y a los que se nos requiere no sólo un perfecto conocimiento jurídico sobre las normas de ESG, sino un compromiso en su cumplimiento.
