Es cierto que muchas entidades y profesionales sólo ven en la normativa de protección de datos, una de otras tantas trabas para sus proyectos empresariales, otra más de las muchas normas a la que adaptarse y que cumplir y, por tanto, un sacadinero más inventado por la administración.
No obstante, mucho nos sorprenderíamos, si ahondamos un poco más allá de la superficie y si empezamos a pensar, seria y detenidamente, en las múltiples posibilidades de aplicación práctica de la vigente normativa de protección de datos.
Acudiendo al refranero popular, y como sucede en tantas cosas, el que hizo la ley hizo la trampa, y como la necesidad y la conveniencia agudizan la picaresca surgen posibilidades a cada cual más ingeniosa y, por qué no decirlo, dotada en ocasiones de altas dosis de mala leche.
Y como un ejemplo vale más que mil palabras, veamos algunas de las citadas aplicaciones:
- Trabajador despedido. Esta es una situación muy de actualidad dada la época de crisis en la que nos hayamos. Pues bien, los trabadores con la "bien intencionada" intención de dar por concluida su relación laboral con la empresa que tan bien le ha tratado, ejercita cualquier de sus derechos ARCO, con tal mala fortuna que… la empresa no está adaptada a la normativa de protección de datos y, claro, el pobre trabajador, con dolor inmenso de su corazón se encuentra en su obligación moral de denunciar los hechos a la A.E.P.D… No hace falta seguir mas, ¿no?
- Competidor en decadencia. Otra hipotética situación podemos encontrarla en el titular de una actividad empresarial o profesional que ve como su máximo competidor le supera y cada día se adueña de una parcela mayor del mercado. No obstante, no todo está perdido, y un amigo suyo que es abogado y que, en época de bonanza, adaptó a la normativa de protección de datos la empresa de nuestro protagonista, le comenta que su competidora no está adaptada… En ese momento, nuestro protagonista ve recompensada su inversión dineraria en su amigo abogado y propone a otro amigo que compre un producto de la competencia y después dé por saco a la empresa competidora ejerciendo su sacrosanto derecho a la protección de sus datos personales. Finalmente, con el hábil asesoramiento del amigo abogado, este segundo amigo logra que se le imponga una cuantiosa multa a la competidora descuadrándole el balance del año (dado que es una PYME) y beneficiando indirectamente a nuestro protagonista.
- Objetivo Administración. ¡¡Si creíais que la administración estaba a salvo de la picaresca y la mala leche, estáis equivocados!! Imaginad por un momento que acabáis de vender vuestra casa y, cuando ya ni os acordáis de ella, os llega un recibo del IBI en el que se os reclama el abono del impuesto correspondiente al inmueble vendido. La liamos. Abonaste en su día los honorarios notariales y de gestoría y se hicieron cargo de todo. De modo que constatados los hechos y efectuadas las gestiones pertinentes, el funcionario te pone de mala uva al no entrar en razones y tú, herido en tu orgullo denuncias a la administración por vulnerar el principio de calidad de los datos, ya que nuestro amigo funcionario aún tiene en su mesa, desde no se sabe cuándo, el expediente, a la espera de actualizar los datos.
- El feliz infiel. Nuestro último protagonista es una persona a la que le gusta echar una canita al aire de vez en cuando. Y claro, conocedor de todas y cada una de las opciones existentes para salir bien parado, sabe que, una vez que ha hecho uso del hotel de marras, y una vez que existe una conformidad total con el servicio, dirige una carta a la empresa titular del establecimiento a fin de ejercer su derecho de cancelación de datos… Una maniobra limpia y silenciosa. Impecable.
Pues bien, creo que es un extracto lo suficientemente importante para tratar de calibrar las posibilidades, en un sentido u otro, que tiene esta normativa de protección de datos.
¿Si para todo fuéramos igual de ocurrentes, que sería de nuestro mundo…?
