Hay que ver cómo somos los seres humanos… Caemos con una gran facilidad en el extremismo y nos gusta crear bandos irremediablemente enfrentados: o somos del PP o del PSOE, o del Sevilla o del Betis, sindicalista o patronalista, pro P2P o contra P2P… Ya nos lo decían "No me pises que llevo chanclas".
Y digo esto, porque es la sensación que me ha quedado al leer el post "Quiero agradecer este premio Goya a…" publicado en el Blog "La Aldea Irreductible".
He de reconocer que está estupendamente escrito, que rebosa ingenio y que no deja indiferente a nadie. Está tan bien que la primera reacción a la hora de leerlo es la de darle la razón íntegramente y sacarse el sombrero.
No obstante, me gusta reposar un poco las cosas y no ser como Vicente (ya sabéis, el que va donde diga la gente), y no puedo sino estar parcialmente de acuerdo con el citado post.
Cierto es que la SGAE y otras entidades de gestión similares tienen mucho que callar y mucho de lo que avergonzarse, pero es igualmente cierto que los usuarios de las redes P2P y demás ideólogos pro P2P también deben hacer lo mismo. Podríamos aplicar la frase bíblica de "quien esté libre de pecado que tire la primera piedra", ¿no?
Pienso que no reposamos correctamente las cosas, y aunque haya mucha razón en ambos bandos, también hay muchas mentiras malamente escondidas bajo las alfombra.
¿Os habéis parado a pensar que el principio fundamental de una sociedad como la nuestra es la libertad? Y, ¿no sabéis que la libertad de una persona termina donde empiezan los derechos de los demás?
La propiedad intelectual, por más que pese a muchos, existe y es un derecho reconocido a aquellos que tienen el talento y la habilidad de crear algo que interesa y gusta a otros muchos. Yo me quito, nuevamente, el sombrero ante las personas que tienen esas capacidades. Y como tal, creo, que hay que respetar que dichos autores quieran ganarse la vida con sus creaciones y contraten la gestión de sus derechos a una entidad como la SGAE.
Pero precisamente por eso, pienso también que hay que respetar a los autores que deciden publicar sus obras por medio de licencias copyleft, creative commons o similares.
Y ahí ha de encontrarse el límite, que nuestra legislación reconozca la libertad para la difusión de estos últimos contenidos y establezca límites o restricciones para las obras bajo entidades de gestión, sea en una red P2P o sea en cualquier otro medio de comunicación.
Por tanto, todos tenemos razón (tanto es así que se dice que es lo más repartido de este mundo, ya que todo el mundo cree que la tiene), y hasta el momento en que no lleguemos a un punto intermedio en que se respete la decisión de los titulares de derechos sobre sus obras no se solventará el problema.
Una vez alcanzado ese punto medio, será el mercado el que dicte sentencia, porque, no nos olvidemos, en última instan compañía, estamos ante una cuestión meramente económica, por más que se quiera disfrazar de bienintencionadas declaraciones.
