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26/06/2025. 10:35:12
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La inteligencia artificial y la abogacía: ¿aliados o enemigos?

Abogado de Next Abogados en el área de Derecho procesal

Desde que en noviembre de 2022 OpenIA lanzó al mercado la herramienta ChatGPT, se ha especulado mucho con la pérdida de puestos de trabajo en favor de la tecnología. La empresa Randstad, líder en atracción de talento y recursos humanos, publicó a principios de año un informe que apuntaba que, en la próxima década, desaparecerán en España 400.000 empleos como consecuencia de la implantación de la inteligencia artificial.

Es evidente que ciertas profesiones, como la hostelería o las tareas administrativas, se verán muy afectadas por el desarrollo de la inteligencia artificial y sufrirán más pérdidas de puestos de trabajo, pero ¿cómo afectará al sector jurídico? 

El 15 de febrero de 2023, A&O Shearman anunciaba la integración de Harvey, una innovadora herramienta de inteligencia artificial enfocada al sector jurídico. Esta apuesta decidida por el bufete ha supuesto, a la postre, un importante hito en el sector de la abogacía, al marcar el camino de otras grandes firmas. Así, despachos de abogados como Cuatrecasas y CMS, o empresas como PwC y Repsol, han ido incorporando de manera paulatina esta herramienta a sus departamentos jurídicos. 

No obstante, Harvey no es la única herramienta de inteligencia artificial enfocada específicamente al sector jurídico. El portal jurídico Aranzadi La Ley anunció recientemente la plataforma CISS K+, una solución de inteligencia artificial enfocada esencialmente al contenido fiscal, laboral, contable y mercantil.

Es una realidad innegable que este tipo de herramientas, como Harvey o CISS K+, ayudan a automatizar ciertos procesos y, en consecuencia, a facilitar su profesión al abogado. La inteligencia artificial se erige como un catalizador fundamental para impulsar el crecimiento y la innovación de los despachos de abogados. Es más, renegar de ella supone anclarse en la abogacía tradicional, que está abocada a la desaparición y al fracaso. 

Ahora bien, a pesar de las numerosas e incuestionables ventajas que ofrece esta tecnología, no es concebible el asesoramiento jurídico o la defensa letrada en un procedimiento judicial sin la intervención del factor humano. 

El criterio jurídico o la interpretación de normas, dos características absolutamente determinantes para el ejercicio de la abogacía, son habilidades que la inteligencia artificial nunca podrá asumir. Como tampoco podrá aprender cualidades como la oratoria, que requiere un contacto humano imposible para cualquier tecnología.

En definitiva, todo aquello vinculado estrechamente con aspectos emocionales, como las relaciones con el cliente, la forma de dirigirse al juez o incluso la determinación de la estrategia de defensa en un pleito, que en muchas ocasiones exige un cierto componente emocional, son cuestiones que la inteligencia artificial no podrá llevar a cabo.  

Todo sistema judicial que se precie ha de pivotar sobre dos grandes pilares: la justicia y la celeridad. No entraré a valorar si el primero de ellos se cumple, cuestión que podría ser objeto de varios artículos de opinión ciertamente controvertidos; el segundo, desde luego, es evidente que no.

El colapso de los órganos judiciales, por desgracia, es una realidad imperante. Cada vez es más frecuente que los juzgados tarden meses simplemente en admitir a trámite una demanda o que fijen la audiencia previa, ya ni si quiera el juicio oral, a dos años vista (hablo desde la propia experiencia). El impulso procesal, un medio extraordinario conferido a las partes para que el procedimiento avance, se está convirtiendo en la norma cuando debería de ser la excepción.

La aplicación de herramientas de inteligencia artificial a los órganos jurisdiccionales permitiría mecanizar procesos, automatizar trámites muy poco ágiles y, por consiguiente, proporcionar eficiencia al obsoleto sistema judicial español.

En síntesis, es impensable que la inteligencia artificial llegue a sustituir la labor del abogado. Sí considero que puede potenciar y mejorar las habilidades del abogado, dotar de celeridad determinados procesos tanto de empresas como del propio sistema judicial y, en definitiva, hacer que todos seamos más eficaces en nuestra profesión; pero jamás podrá reemplazar el trabajo que realiza el abogado.


Quizás sea una tardía consecuencia del miedo que nos infundió Stanley Kubrick en su magnum opus, 2001 Odisea en el espacio, la que nos lleva a rechazar que una máquina pueda llevar a cabo el trabajo que realizamos diariamente. Más allá de 2001, 23 años después, el debate está servido: ¿Conseguirá la inteligencia artificial sustituir al ser humano?

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