Los del Banco Central de Brasil, que deben de ser unos cachondos, llaman SAMBA a su modelo de cálculo de las estimaciones de inflación. Pero no caigan en el tópico brasileño del samba y el futebol: SAMBA es el acrónimo de Stochastic Analytical Model with a Bayesian Approach. Chúpate esa mandarina.
La cosa viene a cuento de que el Secretario de Política Económica del Gobierno brasileño, Márcio Holland, ha criticado agriamente el informe de la OCDE sobre la economía brasileña divulgado el 26 de octubre de este año (ayer, cuando escribo estas líneas; informe, por cierto, de obligatoria lectura y accesible en www.oecd.org/dataoecd/12/37/48930900.pdf), centrando particularmente sus observaciones en lo que se refiere a las expectativas de crecimiento e inflación del coloso tropical.
Quizá la clave de esta diferencia de criterio se pueda deducir de las palabras que unos y otros dedican a sus respectivos métodos: desde la OCDE se defiende el informe diciendo que sus técnicos usan el mismo modelo para todos los países, y desde el Gobierno brasileño se dice que Brasil es diferente y que lo que los técnicos de la OCDE tendrían que hacer es conocer el SAMBA. Con mayúsculas.
Haciendo abstracción de los detalles, hay al menos dos elementos de consenso: uno, que la evolución del dato de inflación es con toda probabilidad el principal quebradero de cabeza de ambas instituciones; el otro, que el comportamiento macroeconómico de Brasil (reducción de deuda y cumplimiento de metas de superávit primario, por ejemplo) hace sonrojar (de vergüenza) o palidecer (de envidia) a más de una y a más de dos de las economías europeas.
No dista mucho esa divergencia de perspectivas que se ha dado entre agentes institucionales públicos de la que se aprecia a diario entre los privados a la hora de analizar proyectos de implantación en Brasil, joint ventures o licitaciones.
Una forma particularmente efectiva de fracasar en los negocios en Brasil es trasladar rígidamente los pensamientos categóricos del inversor y proyectarlos sin más sobre la realidad de destino. Se trata de una estrategia que suele ir acompañada de la emisión en voz cada más alta de la expresión "eso no puede ser" durante varias semanas o meses.
No quiere uno decir que una gran corporación, una mediana empresa o un emprendedor deba olvidarse, para tener éxito en Brasil, de los valores y de las habilidades que le han hecho ser quien es, ni mucho menos, pero sí que un cierto grado de tropicalización de los proyectos es, en la mayoría de los casos, un planteamiento inteligente.
Tampoco quiere uno aparentar un enfoque frívolo de esta cuestión de la adaptación. No perdamos de vista qué es hoy Brasil: con los resultados de dos compañías brasileñas en 2010 (Petrobras y Vale, 27.000 millones de euros al cambio actual del real) habría suficiente para la recapitalización de la banca española exigida por la Asociación Europea de Banca el 27 de octubre de este año (hoy, cuando escribo estas líneas: 26.000 millones de euros).
Uno de los ejemplos más recurrentes de traslación de categorías a la española a un sector económico brasileño se está dando en el sector inmobiliario. Concurren hoy en día noticas como que el precio medio de los inmuebles en Sao Paulo se ha revalorizado un 85% desde 2009 o que el volumen de créditos para viviendas se ha multiplicado por 28,5 en 10 años ("ahí está: la burbuja, como aquí") con una serie de indicadores, hábitos y reglas que, en los más diversos ámbitos, hacen inverosímil el paralelismo.
Por poner unos ejemplos, ni el tamaño del mercado (la demografía es una de las pocas cosas en las que uno acaba creyendo), ni el nivel actual de endeudamiento de las familias y de exposición de las instituciones financieras (con pequeñas variaciones según las fuentes, podemos convenir que el crédito inmobiliario en Brasil representa el 5% sobre su PIB, frente a más del 60% en el caso de España), ni la diversificación de las economías (si acaso en otro artículo podríamos citar la posición de Brasil en rankings de producción mundial de materias primas y, no se olvide, de acero, aviones o coches; en un pie de página podríamos hablar de España y el turismo…) nos deben llevar a pensar que el huevo se parece a la castaña.
Como resume clarividentemente un amigo con la suerte de que su grupo ya está sólidamente implantado en Brasil, no nos están esperando. Otra cosa es pensar a qué estamos esperando, en general, si no queremos que el tren brasileño pase definitivamente de largo.
En todo caso, el conocimiento profundo del país, de sus riesgos y oportunidades y de su cultura de negocios es un elemento insustituible en la toma de decisiones. Un conocimiento que empieza por saber que carioca es el gentilicio solo de los de Río y que samba es masculino, el baile y el método.